Editorial

Jugando al diálogo

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Por Emiliano Cotelo ///

Esta semana “el diálogo” parece haber sido el gran protagonista en la agenda política.

Fue amenazado y defendido. Interrumpido y retomado. En dos oportunidades estuvo en jaque, y en ambas sobrevivió.

Fueron instancias importantes porque involucraban dos materias sensibles para el Gobierno: En primer lugar, la seguridad pública, un problema donde las autoridades corren de atrás, la población está impaciente y la oposición golpea una y otra vez. Y, segundo, la relación con los sindicatos, donde se necesita paz, para que el Poder Ejecutivo descanse de la conflictividad que padeció en su primer año de gestión y para que los consejos de salarios se desarrollen en el mejor ambiente posible de modo de no complicar más este período de freno de la actividad económica.

Lo sindical

En este último capítulo el presidente Tabaré Vázquez hizo una jugada arriesgada: Ante el pedido de audiencia formulado por el PIT-CNT para volver a discutir las pautas salariales, el mandatario contestó por escrito que no. Recopiló tres expresiones fuertes de sindicatos o líderes sindicales (una de ellas que tildaba de neoliberal a su administración) y alegó que con ese tipo de pronunciamientos se había minado el camino del “diálogo responsable”.

El Secretariado Ejecutivo de la central quedó descolocado por la jugada, entre otras cosas porque los argumentos que Vázquez le aplica a los sindicatos no los utiliza para resolver si mantiene o no los ámbitos multipartidarios que están en marcha. La reacción se plasmó en otra carta, redactada a gran velocidad pero con un mensaje moderado: los dirigentes gremiales aclararon que no estaba en su espíritu faltarle el respeto al presidente ni a su investidura e insistieron en la utilidad de proseguir el intercambio mano a mano.

Cuando todos empezábamos a preguntarnos cómo continuaría la pulseada y temíamos lo peor, Vázquez aceptó las explicaciones del PIT-CNT, dio vuelta la página y anunció que está dispuesto a recibir a sus representantes, aunque no fijó fecha.

La seguridad pública

En el otro frente, el de la multipartidaria sobre seguridad pública, todo empezó con la idea de que el Partido Nacional se retirara, lanzada por el líder del sector Todos, Luis Lacalle Pou, molesto porque los proyectos aprobados avanzan muy lento en el Parlamento. Pero el planteo no encontró eco en Alianza Nacional, que defendió con mucho calor la conveniencia de las negociaciones.

Haciendo equilibrio entre las dos posturas, el Honorable Directorio emitió el lunes una resolución que pedía suspender las reuniones a la espera de que se aprobaran los proyectos de ley que ya han sido acordados. Pero, al llegar a la Torre Ejecutiva con fractura expuesta, la moción terminó siendo un boomerang. Todos los demás se desmarcaron y aprovecharon para pegarle a los blancos. Y la pelota volvió a la cancha del Partido Nacional, que deberá elegir si se queda o se va de una mesa a la que los otros partidos continuarán asistiendo.

En este caso Vázquez tuvo menos protagonismo. Podría decirse que su habilidad estuvo antes, a fines de marzo, cuando agarró en el aire la demanda de Pablo Mieres de una mesa de diálogo sobre este tema. El planteo era un salvavidas ideal para el gobierno después de una Semana de Turismo cargada de violencia. Y el presidente no sólo se aferró a esa posibilidad sino que le dio una vuelta más cuando agregó sorpresivamente a Edgardo Novick, un factor político que complejiza la presencia de la oposición en estas reuniones.

Lo importante

De todos modos, yo creo que lo importante no es quién jugó mejor, quién se equivocó, quién se fortaleció o quién se debilitó. La buena noticia es que los conatos de incendio se apagaron y que estas dos líneas de diálogo siguen vivas. Aunque, claro, con eso no alcanza.

En cuanto a la seguridad pública, en particular, el Gobierno tiene que probar que no busca solamente ganar tiempo y/o contener a la oposición. Debe conducir estas tratativas con el timón firme, para que en un plazo razonable dejen resultados concretos, y no sólo en materia de leyes, sino también en las otras medidas, de tipo administrativo, que se requiere para darle mayor tranquilidad a la gente.

Hay un tiempo para conversar y hay un tiempo para convencer y actuar.

Y ahí está el desafío que tienen por delante el oficialismo y también los partidos de la oposición y, en otro plano, los sindicatos: evitar el desprestigio de la herramienta que tanto han invocado. Porque peor que cortar el diálogo es que se vacíe de sentido. Porque el peor jugador no es el que patea el tablero y arruina el juego; el peor jugador es el que olvida a qué está jugando.

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 29.07.2016, hora 08.05

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