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Entrevista central, jueves 22 de setiembre: Alejandra López

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NB —Hablábamos de la relación que tiene el embarazo adolescente con el acceso a la educación. Un dato que no mencionamos pero que es bastante sorprendete, que es que el porcentaje de adolescentes madres que abandonaron el sistema educativo es el 95 % según la última medición y viene en aumento con relación a los estudios anteriores. Pero en cuanto a la inserción en el mercado laboral no existen diferencias sustanciales entre las adres adolescentes y las adolescentes que no han tenido hijos. De todos modos, ustedes combinaron los datos de quienes están por fuera del sistema educativo, de quienes no trabajan, para estudiar un concepto que llaman la reclusión en el ámbito doméstico. ¿Qué es este concepto y qué fue lo que detectaron?

AL —Básicamente las adolescentes que son madres, el 57 %, más de la mitad de ellas, no estudian ni están trabajando remuneradamente. Para que se hagan una idea, les preguntamos en un momento a las adolescentes que nos contaran cómo era un día desde que se levantaban hasta que se acostaran. El relato sobre cómo es un día en su vida cotidiana –y esto se mantuvo en todas las entrevistas que tuvimos– es básicamente: actividades dentro de la casa vinculadas a cuestiones domésticas y del cuidado de los hijos y esto se repite de lunes a domingo, y se vuelve a repetir de lunes a domingo. Para graficar de qué hablamos con reclusión en el ámbito doméstico.

RA —Hay una parte del informe que ustedes señalan que dentro de sus conclusiones que la interacción social parece estar limitada a la vida familiar y a las redes sociales y mencionan en especial a Facebook, si bien esta modalidad de inserción es censurada por sus parejas.

AL —Básicamente las adolescentes, además de las actividades domésticas y de cuidado de sus hijos, están acompañadas por la televisión, el consumo de telenovelas es muy alto, y la otra vía de comunicación con “el mundo” son las redes sociales, fundamentalmente Facebook, que en aquellas que están con pareja conviviente es un asunto crítico que necesitan negociar permanentemente. Nos plantearon que las parejas muchas veces controlan, no les gusta que estén usando y contactándose a través de Facebook. En un momento del trabajo hablamos incluso de una doble reclusión, no solamente la reclusión en el ámbito doméstico, sino una doble reclusión, porque otra de las cuestiones que estuvimos observando es que en los dos escenarios territoriales donde colocamos la lupa, Jardines de Hipódromo y particularmente Casavalle, la movilidad de las adolescentes fuera de ese barrio es muy limitada. Estas adolescentes que son madres, que no están trabajando, que no están estudiando y que su vida circula fundamentalmente dentro del hogar prácticamente salen muy poco del barrio. Y conocen muy poco fuera del barrio. No es que no salgan, algunas de ellas no conocen la playa, no conocen el Centro, no salen del entorno más próximo. Sus oportunidades de abrir su mirada a otros paisajes humanos, a otras posibilidades de interacción social, de vínculos están muy reducidas. Ahí es que nosotros hablamos de que hay una cuestión también que no solamente tiene que ver con la desigualdad económica, tiene que ver con la desigualdad social en términos de acceso al capital social, acceso a capital simbólico, de la posibilidad de circular por la ciudad, de la posibilidad de ampliar las redes sociales, los vínculos. Estamos hablando de adolescentes, que en realidad ellas mismas nos manifiestan que el haber tenido hijos las colocó en un lugar de adultas.

NB —El martes cuando el gobierno presentó la estrategia, la ministra Marina Arismendi apuntó a que hay adolescentes que con el embarazo ganan un lugar de reconocimiento y valor en la comunidad. ¿Eso se concluye a partir de las entrevistas y el trabajo que realizaron ustedes?

AL —Sí. Para algunas comunidades la maternidad está altamente valorada, de hecho la posibilidad de interrumpir el embarazo no aparece dentro de las opciones. Lo que sucede es que las adolescentes toman noticia del embarazo y lo aceptan continuar sin que necesariamente medie una reflexión. Se acepta continuar porque socialmente es lo que se espera que suceda. El embarazo las coloca rápidamente en un lugar adulto en esa comunidad. Nosotros en algún momento hablamos de que las protege del riesgo de ser adolescentes mujeres en algunas comunidades. Porque también hay que decirlo, las adolescentes mujeres en algunas comunidades están expuestas a situaciones de violencia, y de alguna manera el embarazo y la maternidad las protege de esas situaciones, o por lo menos está la ilusión de que eso sea así, que las proteja, y que las coloca en un lugar de mayor certidumbre, un lugar adulto, y nos preguntamos seriamente qué tipo de adolescencias estamos hablando, si estamos hablando de adolescencias cuando las propias adolescentes nos dicen que toda su vida, o nos muestran, que toda su vida a partir de ese momento se estructura en la vida de una mujer adulta.

RA —Mientras tanto, ¿cómo lo vive el hombre? Ustedes también indagan ese aspecto entrevistando a los varones.

AL —Sí, entrevistamos a adolescentes varones, no pudimos contactar adolescentes varones padres, no nos fue posible. Esto responde a que en general es muy bajo el porcentaje de adolescentes padres en el país, aunque es un dato difícil de medir con mayor precisión, a diferencia del dato de las mujeres madres.

NB —¿Qué quiere decir? ¿Es bajo el porcentaje de adolescentes padres por un tema de no reconocimiento o porque en general los padres de los hijos de las madres adolescentes son personas ya más adultas?

AL —Primero, medir paternidad es mucho más complejo que medir maternidad. Por eso siempre se mide la fecundidad de un país en base a la fecundidad de las mujeres y no de los hombres. Por varias cosas, por el subregistro, la baja declaración; la fidelidad del dato es distinta en el caso de las mujeres. Ahí hay un problema metodológico que los demógrafos deberán ver si es posible resolver y yo sé que a nivel internacional se está trabajando en esa dirección.

A su vez, por otro lado, también hay que decir que los progenitores que participan en estos embarazos de adolescentes no necesariamente son adolescentes, en general se estima una distancia promedial de cinco o seis años de edad entre el varón y la mujer. Son hombres jóvenes, con cinco o seis años promedio de edad de diferencia, que en estas edades es una distancia importante. Pero ese dato es un sobre el que dato que vamos a empezar a trabajar ahora más finamente, porque no se ha preguntado en las encuestas. Entonces no es un dato que podamos decir con mayor nivel de certeza. Tenemos algunos indicios y aproximaciones al dato. Es interesante, porque tiene que ver con esta visión de que el embarazo de una adolescente es un tema de las adolescentes mujeres. Tanto es así que no se pregunta la edad del progenitor.

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