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Entrevista central, jueves 28 de diciembre: Raúl Echeberría

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EC —“Admiro a los genios de la informática, pero mete miedo la cantidad de gente que quedará al margen. ¿Será el hombre el lobo del hombre?”, pregunta Jorge de Malvín.

Acá tenés una de las inquietudes. Lo veníamos charlando, va a haber posiciones de trabajo que desaparecerán. Al mismo tiempo se crearán otras. Quizás el desafío está en los seres humanos que se queden sin trabajo, cómo se reconvierten, y cómo se forman los jóvenes que van a tener que entrar a un mercado de trabajo que no es el de hoy.

RE —Exactamente. Un elemento interesante a considerar es que probablemente el trabajo para las futuras generaciones va a ser algo distinto de lo que es para nosotros. De esto también se habla mucho a nivel global. Los niños que están naciendo seguramente van a tener una visión distinta. Ya lo vemos en las nuevas generaciones, hay mucho más interés por trabajar en cosas que realmente hacen sentido para el individuo.

EC —Otro ejemplo: cómo se ha ido extendiendo el teletrabajo, en sus distintas manifestaciones. Está la gente que directamente trabaja a distancia y está la gente que trabaja en una oficina, en una empresa, pero que una vez que sale de allí o quizás en una parte del día desarrolla sus tareas vía teléfono celular, vía una tablet, vía una computadora.

RE —Yo soy un buen ejemplo de eso. He trabajado más de 20 años de forma remota y de hecho el equipo que reporta a mí, que son 40 personas, está en más de 20 países distintos, en todos los husos horarios. Esa es la modalidad de trabajo. Pero es una cosa buena, porque antes para crear empleo en países como Uruguay se necesitaba inversión extranjera, necesitábamos que viniera una empresa automotriz a invertir para hacer una planta para crear, no sé, 1.000 puestos de trabajo. Ahora podés crear esos 1.000 puestos de trabajo sin que venga nadie a invertir, porque tenemos la capacidad de vender lo que hacemos desde acá, podemos trabajar desde Uruguay o desde cualquier otra parte del mundo haciendo diseños para la empresa automotriz.

EC —De hecho eso pasa.

RE —Claro, pero hay que ayudar a la gente, porque no todo el mundo es consciente de las habilidades que tiene, de cuáles habilidades son requeridas en el mundo y cómo contactar esa demanda. Eso requiere ayuda, requiere políticas públicas, porque hay mucho trabajo voluntario de cámaras, de emprendedurismo, hay mucha gente en el sector privado impulsando estas cosas, pero se requiere también un marco de política pública para apoyar esa transformación. Tenemos la oportunidad de crear; cuando ves los índices de empleo ves que es más fácil exportar nuestro talento que ir a buscar capitales que vengan a invertir. Pero hay que ponerle fuerza.

EC —Vamos a eso, a las responsabilidades en este proceso: gobierno, empresas, sindicatos… podría seguir.

RE —Esto es muy grande como para pensar que hay un grupo de gente que elegimos, los diputados, senadores, la gente que está en el Poder Ejecutivo, que va a poder resolver esto por nosotros. Pero también esos, los policy makers, los que hacen las políticas, tienen que entender que esto es demasiado grande para manejarlo solo ellos. Hay que traer a todo el mundo al debate, a los que saben, a los intelectuales –tenemos grandes intelectuales en Uruguay, que están trabajando en estos ecosistemas de innovación–, a las cámaras empresariales, a los emprendedores, a la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación), al Plan Ceibal, a la Agesic (Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento). En Uruguay se ha desarrollado un ecosistema de innovación muy interesante, es una plataforma excelente para enfrentar estos nuevos desafíos, pero hay que ponerle más fuerza. Lo que Uruguay –y por supuesto los otros países de la región también, con algunas excepciones– está gastando en innovación es muy poco, y la generación de innovación permanente es el principal desafío. Si sabemos que ese es el principal desafío, es donde más tenemos que invertir.

EC —Ahí tenemos un cuello de botella presupuestal, digamos.

RE —Creo que la ANII, el Pasteur, el Plan Ceibal están haciendo un trabajo excelente, es impresionante lo que hacen. De hecho entiendo que la introducción al pensamiento computacional en la educación viene del Plan Ceibal, no del lado del sistema educativo. Eso es fundamental. Porque si estamos pensando que en casi todas las actividades de empleo que tengamos vamos a tener que lidiar con inteligencia artificial y con equipamiento inteligente, tenemos que entender cómo funciona. No es que todos vamos a ser programadores en la vida, pero tenemos que entender cómo funcionan estas nuevas tecnologías. Entonces incluir pensamiento computacional es básico. Eso va por el buen camino.

EC —¿Y en educación en general, si vemos el capítulo educación globalmente?

RE —Creo que nos perdimos la oportunidad de una reforma educativa, llamémosle la reforma educativa 2.0, para hacerlo en términos divertidos. Nos perdimos esa oportunidad, pero ahora puede ser que eso sea una buena noticia.

EC —¿En qué sentido?

RE —Porque tenemos la oportunidad de ir a la 3.0, si nos damos cuenta de eso. Creo que tenemos la oportunidad de asumir que nos salteamos una reforma e ir directo al siguiente escalón. Yo no entiendo mucho, no soy un experto en educación, pero entiendo que la inclusión del pensamiento computacional, la educación basada en la resolución de problemas, sistemas educativos mucho más modulares, en los que ya no es el conocimiento tradicional, esas son las cosas que se necesitan. Hay mucha gente que lo está diciendo, que parece ir en lo cierto. De hecho lo he escuchado a (Miguel) Brechner hablar de esto con mucha propiedad. Pero nosotros tenemos muy buenos intelectuales en Uruguay, están Da Silveira, Filgueira, hay muchos otros. Hay que traer a esta gente, no nos podemos dar el lujo de no aprovechar los talentos que tenemos en el país para marcar el camino hacia el futuro.

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