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Entrevista central, jueves 30 de marzo: Daniel Corbo

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EC —¿Cuáles son los grandes objetivos de esta propuesta de cambios que empieza a armarse? Dice en la introducción: “Necesitamos ir hacia un sistema educativo que avance en un proceso de descentralización de la educación”. ¿Ese es un pilar?

DC —Sí. Hay que señalar que este cambio educativo que proponemos no es un cambio en las márgenes, no es un cambio en pequeños aspectos, sino que creemos que hay que hacer una transformación de la matriz tradicional del sistema educativo uruguayo. Estamos hablando de una transformación a fondo. Y esa transformación a fondo requiere definir con claridad el rumbo de ese cambio, se necesita un liderazgo político capaz de conducir ese proceso y se requiere una clara especificación de objetivos y metas de esa transformación.

En ese esquema, una de las cosas importantes es que la educación debe estar centrada en el alumno. Quiere decir que todo en la educación, los locales, los equipamientos, los laboratorios, los docentes, los funcionarios, todo está al servicio de una cosa: que los alumnos aprendan. Que es lo que no está pasando. Eso es lo primero, el punto neurálgico es poner el foco allí.

Lo segundo es la necesidad de que cada centro educativo geste un proyecto pedagógico propio dentro de unos objetivos nacionales y de una vocación universalista. Pero que esos objetivos nacionales dejen margen a la contextualización y a la diversidad de alternativas frente a las realidades también distintas del país. Esto supone una descentralización del sistema, quebrar ese elemento burocratizador, verticalista, centralizador, uniformizante que tiene el sistema educativo para pasar a un sistema en el que se intenta convocar las energías creativas de la gente que trabaja en las comunidades educativas.

EC —Vamos a ir recorriendo algunos aspectos de este documento. “Contenidos del cambio” dice el subtítulo que sigue a la introducción. Y llama la atención que la primera propuesta que se plantea refiere a la gobernanza de la educación. ¿Por qué?

DC —Porque entendemos que allí hay una dificultad esencial, provocada por la ley de educación que en el año 2008 promovió el gobierno del doctor Tabaré Vázquez en su primera administración. Esa ley exorbitó el peso de los sectores corporativos en la educación, les dio siete consejeros en la matriz de dirección de la educación, en los consejos de la ANEP.

EC —Allí está contando el Codicen (Consejo Directivo Central) más los consejos desconcentrados.

DC —Sí. Mientras que la mitad del país que no está gobernando hoy, que tiene un millón de votos atrás, un millón de personas, de ciudadanos atrás, no tiene ninguno. Es un desequilibrio inadmisible. Esta propuesta institucional del FA ha colocado dentro de la institucionalidad una traba muy fuerte para cualquier proceso de cambio. Entonces hay que restablecer –sin perjuicio de la participación de los sectores representativos de docentes, que tiene que existir– el liderazgo político y la conducción a los poderes públicos representativos de la ciudadanía para garantizar que pesen por encima de cualquier cosa los intereses generales.

EC —Dice textualmente el documento: “Se necesita una representación pluripartidaria en la dirección de todos los organismos de la enseñanza”.

DC —Lo de pluripartidario quiere decir que hagamos del ámbito educativo una construcción de país. Lamentablemente eso se perdió en los dos gobiernos del doctor Tabaré Vázquez porque partidizó la educación, dio el dominio de todas las decisiones de la educación a un solo partido. En este caso a la izquierda, pero si hubiera sido otro partido la crítica sería la misma. Es necesario hacer de este ámbito un ámbito de reflexión nacional y de trabajo nacional, medio país no puede quedar afuera.

EC —¿Y cómo conciben esa presencia pluripartidaria?

DC —Una conducción mayoritaria del partido que gobierna, pero una conducción en el contralor y en escuchar la otra voz de ese país que también existe en el consejo, pero dejando que la conducción provenga de un liderazgo de los poderes públicos representativos del país y no de las corporaciones.

EC —¿Eso qué significa? ¿Ampliar los consejos?

DC —No, implica reformular la composición para garantizar esto. A lo mejor en algún consejo hay que hacer una ampliación, pero no estamos hablando todavía de las fórmulas, tenemos que discutir mucho, conversar cuál es la mejor fórmula. Lo que queremos establecer aquí es el concepto. El concepto es, primero, los que lideran la educación y la conducen son los poderes públicos, no las corporaciones; segundo, en esa conducción están representadas las fuerzas políticas del país en forma plural, para que se puedan escuchar todas las voces del país y para que este sea un espacio de construcción de país, construcción nacional, y no una visión partidista.

EC —¿Qué papel le asignan al Ministerio de Educación y Cultura?

DC —El ministerio no tiene la administración de los servicios educativos. Eso es por decisión constitucional, viene de una construcción larga del país, que se constitucionaliza ya en 1917, cuando el pacto de los partidos que da origen a la segunda Constitución. Entendemos que el ministerio tiene un liderazgo político, que es el que a nivel público dinamiza los procesos de transformación, pero son otros los encargados de la conducción estricta, de la administración del servicio, de la adopción de las medidas, respaldada esa acción por un gobierno que con claridad dice “el rumbo es este, vamos hacia tal cosa, pretendemos tales objetivos y todo el gobierno vamos a estar trabajando en ese sentido”.

EC —Salto algunos de los puntos y voy a uno que de hecho quedó mencionado cuando usted aludía a la introducción, a los objetivos. El quinto punto dice: “Es central otorgar autonomía de gestión y pedagógica a los centros educativos, en el marco de objetivos nacionales y una vocación universalista. En contrapartida, estos deberán asumir compromisos de mejora de la calidad de los aprendizajes y de los resultados”. ¿Está proponiendo retomar y extender el plan ProMejora, que usted impulsó cuando ocupaba un cargo en el Codicen?

DC —Sí, la filosofía que aquí se plantea conecta con la filosofía del plan ProMejora. Parte de la idea de que un centro educativo, una comunidad educativa, tiene que tener espacio para definir su identidad, trabajar sobre las características de su alumnado, tomar en cuenta las condiciones del medio, las características de la familia, identificar dónde están las dificultades, cuáles son las debilidades de la institución y cuáles son sus fortalezas. Y a partir de allí diseñar un proyecto que permita decir: “Estamos acá, en este punto, en esta estación; ¿cómo hacemos para llegar a esta otra, donde nos proponemos una mejora, un progreso? ¿Qué tenemos que hacer?”. Y delinear ese camino y comprometerse todos.

La diferencia respecto a lo que ocurre hoy es, primero, que hoy hay una visión estandarizada y supuestamente igualitaria para todos lados, pero las realidades no son iguales, son muy diferentes. Segundo, los docentes ahí no pueden decir nada, simplemente tienen que aplicar una matriz establecida centralmente. Y tercero, en esa medida los docentes no protagonizan el hecho educativo en forma colectiva. Un docente llega, abre su clase y se dedica a dar su clase de historia, de matemática, de química, de lo que sea, pero no hay una visión común compartida, no hay un diseño conjunto, no hay un compromiso de alcanzar determinados objetivos, de que hay ciertas cosas que se permiten y otras que no. Ese es uno de los graves problemas que hay en los liceos, muchas veces uno sabe a qué atenerse, no se sabe cuáles son las reglas de juego, cuál es la orientación que permea a toda la institución, porque no hay una colaboración de todos los actores, porque no trabajaron juntos en el establecimiento de lo que sería un camino, un proyecto, un objetivo o una meta. Esto es una construcción que nos involucra a todos, esa es la idea que le da fuerza, para llegar a algún lado tenemos que saber adónde vamos. Un colectivo que no sabe adónde va no puede llegar nunca.

EC —De hecho, el Codicen decidió dejar de lado ese camino, el ProMejora no se consolidó. El presidente de la ANEP, Wilson Netto, dijo que estaba “dotado de una gran debilidad, porque no estaba pensado en su escalabilidad”, ya que “se implementaba solo en 33 centros cuando tenemos 2.800”. “El ProMejora como ProMejora ya no existe”, añadió. De todos modos “se tomaron algunos aspectos dispositivos de este y de otros programas aislados. Elegimos y armamos una caja de herramientas para distribuir estas ideas”.

DC —No hay ninguna caja de herramientas, eso no es verdad. Lo único verdadero allí es que el Promejora no existe porque lo desmantelaron.

EC —Y también fue muy resistido en los sindicatos docentes.

DC —Sí, obviamente, porque esto les da el poder a los que trabajan con los alumnos en las instituciones. Es muy difícil controlar las decisiones que va tomando cada una de las comunidades, es mucho más fácil controlar a un consejo, al cual se presiona, que toma determinadas directivas. Cuando los dueños de la pelota pasan a ser los que trabajan en la cancha es más difícil.

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