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Entrevista central, jueves 30 de marzo: Daniel Corbo

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EC —Otro capítulo del documento pone el foco en los docentes, jerarquización de la profesión docente, incluyendo su profesionalización. Y allí hay dos grandes puntos: la apuesta a la creación de una universidad de la educación, tema bien polémico, y un sistema de becas para maestrías en el exterior. ¿Cómo están concibiendo este campo?

DC —La idea es tomar una visión bien integral del proceso de profesionalización. Que implica, primero, cómo lograr en la sociedad atraer sectores con mayor capital cultural que estén dispuestos a ingresar en la educación. Porque hoy tenemos el problema de que quienes se presentan tienen bajo capital cultural. No ocurría eso en la década de los 60 del siglo XX, por ejemplo, los que iban a secundaria tenían de por sí un bagaje cultural atrás que era muy importante luego para su performance en las aulas. Entonces hay que atraer otro tipo de público, por lo tanto hay que prestigiar la profesión y por lo tanto hay que pagar esa calificación también bien.

Segundo, hay que pensar en un cambio en la formación docente, porque el plan 2008 de formación docente ha triturado la formación de maestros y de profesores. Hay que hacer un gran cambio allí. ¿Por qué la universidad? Por dos cosas. Una, porque necesitamos darle un rango universitario a la formación, que es parte de su prestigio. Lo que no estamos dispuestos es a caer en las corporaciones para ello.

EC —¿Qué quiere decir que quieren evitar que se caiga en las corporaciones?

DC —Porque el FA ha presentado un proyecto que pone toda la conducción en los órdenes internos de esa institución, en los estudiantes, los profesores y los egresados. Esa parte tiene que estar, pero la conducción tiene que ser pública. Lo mismo que decíamos para la ANEP, para el Codicen. Esa universidad tiene que tener una conducción pública, si bien puede ser mixta, tiene que tener una presencia de los actores de la institución.

EC —Tiene que ser una nueva institución.

DC —Una nueva institución. Y tiene –una cosa muy importante, sin la cual no hay avance– que tener investigación. La universidad se caracteriza fundamentalmente por la producción de conocimiento, y en este país no tenemos producción de conocimiento pedagógico, muy poco. Lo poco que hay es elaborado a nivel personal, a nivel individual por educadores, pero no hay institucionalmente un programa que permita una investigación que nos acerque a entender por qué hay determinados problemas, por qué hay determinadas dificultades y cómo resolverlos.

EC —Esto implica más plata.

DC —Claro, por eso hoy hablábamos de que para esto se requiere más plata, hay que invertir más. Pero no en cualquier cosa.

EC —¿Cómo entran en ese esquema las becas?

DC —Las becas entran porque necesitamos dos cosas. Uno, necesitamos elevar el nivel de profesionalidad tratando que la mayor parte de nuestros docentes vayan haciendo maestrías, pasar de meros títulos de escuelas normales, como se decía antiguamente, titulados de profesores, a un título universitario y después una maestría, títulos de grado y de posgrado. Hoy el grado no alcanza, necesitamos mucha gente con posgrados. Y necesitamos que esos posgrados nos traigan visiones diversas, plurales, para experimentar distintas lecturas de la realidad. La beca en el exterior significa la posibilidad de formaciones diversas que alimenten con las experiencias en otros países. Lo cual no quiere decir traer lo que se hace en otro país, sino formar gente en otras visiones.

EC —¿En dónde? ¿En Europa, en Estados Unidos?

DC —En Europa, en Estados Unidos, en todos los lugares donde importe por su calidad.

EC —En el documento se cita que Perú, Brasil y México están desarrollando ese tipo de becas. De algún modo están diciendo que en la región estamos perdiendo esa oportunidad, estamos quedando desfasados.

DC —Estamos quedando desfasados. Ellos están haciendo un esfuerzo muy grande en esos posgrados, en la formación de posgrado de sus cuadros docentes. Nosotros tenemos que hacerlo, porque además estamos perdiendo respecto a nuestra propia historia. Porque acá un día se formaron la Facultad de Ingeniería –que primero se llamó Facultad de Matemática–, la Facultad de Medicina, ¿y de dónde sacamos nuestros cuadros docentes? Mandamos a Europa a estudiar a los principales cuadros, becamos a los mejores estudiantes y los mandamos a estudiar. Así formamos nuestros cuadros docentes que crearon una educación superior de calidad en el país. Tenemos que retomar nuestra propia historia, en el mundo de hoy no podemos quedarnos encerrados en las fronteras de nuestro territorio. Nos miramos el ombligo y no vemos qué pasa en el mundo, qué otros aportes puede haber. Lo interesante es no quedarnos con una visión, sino tener distintas alternativas que jueguen en la reflexión sobre la realidad, qué es aplicable, qué es, a partir de la realidad, lo que puede aprovecharse de toda esa experiencia acumulada.

***

DC —Hay un aspecto en el que creo que el país no se ha detenido suficientemente y es muy importante, que en el documento se llama “los jóvenes sin oportunidades”. Tenemos la realidad de que perdemos un tercio de nuestros alumnos en el transcurso del ciclo básico y otro tercio en el transcurso de la educación media superior. Y al fin, de todos los que egresan de la escuela primaria, llegamos con apenas un 40 % que egresan de secundaria. ¿Qué pasó con los que quedaron en el camino? ¿Dónde están? Desde hace 20 años Uruguay tiene una situación estancada de 100.000 jóvenes de entre 15 y 29 años que no estudian ni trabajan. Eso significa jóvenes que no tienen oportunidades. Una autora argentina habla de jóvenes tienen tiempo por delante pero no tienen futuro por delante, porque no tienen proyecto de vida.

EC —¿Qué proponen en esta materia?

DC —Proponemos distintas cosas. Una de ellas es revisar la propuesta educativa que les hacemos a determinados grupos de adolescentes y jóvenes, a los que simplemente trasmitimos, a través de una cantidad de asignaturas, una visión muy fragmentada de contenidos culturales. Pero no trabajamos sobre el propio alumno, en la construcción de su subjetividad, de su identidad personal, de un proyecto de vida que le permita darle un sentido a su existencia, un sentido de oportunidades que hay que construir con él. Alguien que no tiene un proyecto de vida es alguien que no sabe cómo construir su futuro. Y a eso tiene que ayudar el liceo.

El plan piloto 1963 de secundaria tenía un espacio muy importante dedicado a la orientación a través de talleres, y el plan 86 también. Después perdimos y en nuestros liceos no hay nadie que acompañe las decisiones vocacionales o las definiciones vocacionales de los alumnos. En Brasil, por ejemplo, en Pernambuco, hay una reforma educativa en tránsito que tiene un espacio que se llama Laboratorio de Sueños, que es un lugar donde se construye el proyecto de vida de los muchachos, con sus familias, trabajando con alumnos y sus familias. Aquí necesitamos afianzar la autoestima, que los alumnos comprendan cuál es su identidad, sus condiciones, su posibilidad, y ayudarlos a construir una oportunidad.

Y después se requieren una cantidad de instrumentos. Ahí hablamos de puentes que permitan hacer tránsitos entre el trabajo y la educación, de manera que trabajar no signifique dejar la educación, sino poder volver sobre ella, progresar en la educación y luego volver al trabajo, progresando en el trabajo porque se tienen mayores credenciales. Tener determinados andamios donde hacer pie para sostener determinados vínculos con la educación o en la formación, respuestas a la cantidad de chicas, mujeres jóvenes que no pueden salir de su casa porque tienen a cargo personas adultas o niños, a las que habría que responder a través por ejemplo de un sistema de cuidados para liberar su oportunidad de estudiar. Entonces aquí necesitamos poner andamios a toda esta muchachada que no tiene dónde hacer pie, dónde poner el pie para subir, para mejorar, para abrir una ventana al futuro, una oportunidad. Hoy son muchachos sin esperanza, sin futuro, y a mí eso me duele mucho.

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