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Entrevista central, jueves 6 de abril: Marcelo Abdala

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EC —De todos modos, ¿cómo se entiende que haya discrepancias entre ustedes y varios dirigentes del PIT-CNT, entre ellas algunas públicas como la que planteó Richard Reed? Vamos a escuchar lo que dijo Richard Reed esta semana.

(Audio Richard Read)

A mí no me representa el discurso de Marcelo Abdala. Lamentablemente, porque lo quiero mucho y le reconozco su capacidad. Pero en este momento no. Ni el lugar, ni el momento, ni el contenido del discurso. A mí no me representa.

(Fin audio)

EC —¿Qué hay que entender? ¿Que Richard Read está mal informado sobre lo que pasa en Venezuela?

MA —Respeto la opinión del compañero. Tampoco a mí muchas cuestiones de las que él plantea y hace me representan, pero esa es la naturaleza más rica del movimiento sindical. Podemos tener distintas opiniones y vamos construyendo posición de clase y consenso a partir de la discusión. No me asombra para nada.

EC —Pero la diferencia está en que usted habló en nombre “del movimiento obrero uruguayo”.

MA —Debidamente facultado por el Secretariado.

EC —¿Usted dice que las expresiones que manejó en ese programa de televisión estaban autorizadas por el Secretariado?

MA —Esa caracterización de la contraofensiva del imperialismo en América Latina y las resoluciones que tienen que ver con la solidaridad con el proceso bolivariano son resoluciones del PIT-CNT, en más de una oportunidad además. Él puede diferir; no es conmigo, es con la orientación del PIT-CNT. Distinto es que nos pronunciemos por cada acto concreto de gobierno, no nos corresponde. La revolución bolivariana es un proceso histórico, es un proceso social mucho más amplio que tal o cual decisión que toma no solamente el gobierno, sino cada uno de los cinco poderes que hay aquí.

Pero todo lo que estamos discutiendo es la anécdota, desde mi punto de vista. El centro del asunto es que te puedo comentar que estuve en una movilización de la oposición en una ciudad de 6 millones de habitantes –quise ir para ver cómo era la cuestión– y había menos de una cuadra de gente. Después vi un trancazo en la calle en que había tres personas y una serie de tanques, basura tirada y nadie desarrollando esa actividad, tres o cuatro personas. Y estuve en una asamblea con 5.000 trabajadores en la planta siderúrgica, el sindicato puso un parlante en la puerta antes de que los trabajadores entraran a trabajar, a las 6 de la mañana, y estuvimos 20 minutos en una pequeña asamblea antes de entrar con miles de trabajadores. Y me llamó mucho la atención que a 60 metros de los parlantes y los equipos del sindicato había un acto de trabajadores que están en la oposición, en la derecha, también con sus parlantes, dando su planteo, su discurso, sin ningún tipo de inconveniente. Eso no tiene nada que ver con una dictadura o con que no haya libertad de expresión. La gente se juntaba para el mitin del sindicato, en el otro lado estaban los que hablaban y no había nadie, pero no es que no pudieron hacer el acto.

Y lo más grave de todo –por eso condeno el papel de la OEA– es que aquí la oposición está planteando una profecía autocumplida para dar una sensación de que el país está en llamas, de que hay violencia, cuando las propias pequeñas manifestaciones de la derecha organizan enfrentamientos, fogatas, procesos de violencia para dar la sensación de que hay un clima que no existe. Ves a la gente con sus problemas, hay dificultades económicas, por la carestía, la guerra económica, el acaparamiento de productos. Pero todo parte de un proceso en el que se quieren generar las condiciones, ahí sí, para una ruptura institucional muy grave.

EC —Pasando en limpio, ¿cuál es su lectura a propósito de los hechos que ocurren –porque ocurren–: represión de los cuerpos de seguridad a las movilizaciones opositoras, agresiones a los manifestantes contrarios al gobierno de parte de patoteros, militantes que no llevan uniforme y que según se sostiene son cuerpos afines al gobierno, encarcelamiento de dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática?

MA —Lo que vi es al revés, que los manifestantes de la oposición han agredido a guardias policiales que pedían calma, que pedían que la manifestación –que obviamente se podía hacer, porque acá se pueden hacer manifestaciones pacíficas sin problema– [fuera pacífica], y vi a militantes de la derecha inclusive sacarle el arma al policía, agredirlo. El problema es qué se muestra, cómo se muestra. Yo estoy viendo otra cosa. En el PIT-CNT hace dos años recibimos a las víctimas de lo que aquí llaman guarimbas –que son esas jornadas violentas de protesta hechas por la derecha–, en que hubo 45 muertos, hubo mutilados, hubo gente que lamentablemente incluso quedó incapacitada por estas cuestiones. Y lo que aquí se establece es que mantener una posición política u otra o inclusive desarrollar manifestaciones pacíficas no es para estar en la justicia ni preso, el problema es cuando se incita a la violencia y se viola el orden constitucional. Eso no es porque sean dirigentes políticos, es porque eso es delito. Yo si voy a una huelga general de todo mi sindicato tengo mi derecho de huelga, pero ese derecho no me cobija para delinquir. Creo que hay una subversión informativa importante.

EC —¿Cómo observa el hecho de que el gobierno tenga el peso que tiene de las Fuerzas Armadas, que sea un gobierno tan atado a las Fuerzas Armadas?

MA —Ningún país de América Latina hizo tantas elecciones como las que hubo aquí en Venezuela. En 18 años de gobierno hubo 20 procesos electorales. Aquí funcionan los distintos poderes del Estado, el tema es que es distinta la configuración constitucional que tienen. Tienen cinco poderes.

EC —¿Y el protagonismo de las Fuerzas Armadas?

MA —Entiendo que aquí desde el punto de vista de la base social ellos hablan de una alianza entre el pueblo y las Fuerzas Armadas, que son de una naturaleza ideológica, podríamos decir, una composición social tal vez diferente de la de otros países. Yo no planteo trasladar mecánicamente la situación de aquí a Uruguay, cada pueblo se da sus mecanismos para la autodeterminación.

EC —¿Eso no le rechina?

MA —Los problemas que tiene Venezuela los tienen que resolver los venezolanos, eso es lo que nosotros planteamos. No se tiene que meter ni la OEA en un acto de injerencia clarísimo, además violando su propia normativa, porque no dice nada sobre los crímenes de Paraguay, los crímenes de Colombia, los crímenes en México, está flechada la cancha. ¿De dónde saca la información nuestro gobierno? Yo en esto me paro desde un punto de vista respetuoso.

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