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Entrevista central, lunes 20 de noviembre: Ignacio Lorenzo

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EC —En esa reglamentación se sigue trabajando, no se liquidó el trabajo esta vez. Al contrario, creo que se generó un borrador gigante, más grande de lo previsto.

IL —Sí, es un borrador muy grande. Pero pasó así también en la previa del Acuerdo de París, el documento tenía unas 300 páginas y después se redujo a lo que es hoy, que es un documento totalmente manejable, de unos 30 artículos. Estamos en ese momento en que todos los países han traído sus ideas, el año que viene tenemos que lograr depurar esas ideas y quedarnos con las principales que logren el consenso.

EC —Y por otro lado estaba la posibilidad de que los países ya fueran presentando sus contribuciones. Y eso ocurrió, en particular lo hizo Uruguay. Pero yo mencioné al pasar que Estados Unidos era un telón de fondo, esta era la primera reunión desde que este país comunicó, en junio de este año, que va a abandonar los acuerdos de París, decisión que se va a formalizar en 2020. ¿Qué efectos tuvo esa resolución?

IL —Había un temor grande de que la posición de Estados Unidos pudiera tener dos caminos. Uno, la total obstaculización, que se detuvieran las negociaciones; recordemos que en el ámbito de la Convención todo se logra por consenso, y basta con que uno no acompañe el consenso para que no haya decisión; eso no ocurrió. Y el otro, un poco más complejo, que se introdujeran elementos que desviaran la discusión hacia otros lugares.

EC —¿De qué manera se comportó Estados Unidos?

IL —Ninguno de los dos escenarios ocurrió. De hecho se comportó de una manera muy similar a lo que había sido en junio, con una delegación mucho más reducida, con una actitud en algunos puntos incluso constructiva. No hemos notado un efecto negativo, sí recordando que efectivamente fue la primera reunión de negociación después del anuncio de Trump en su discurso de junio y también de la comunicación formal que hizo el Departamento de Estado de Estados Unidos antes del verano del norte, en la cual indicó su intención de abandonar el Acuerdo una vez que eso fuera posible, que es a los tres años de la vigencia, con un año más de pienso para que se confirme la salida.

EC —A propósito de cómo participó Estados Unidos, según lo que veía en algunos de los informes, reafirmó que va a recurrir a cualquier tipo de energía, aunque, aclaró, intentará que sea lo más limpia posible. ¿Eso cambia algo?

IL —Creo que en especial lo que estamos viendo en todo el mundo es la emergencia de la competitividad de las energías renovables. O sea que también este discurso –que nosotros obviamente no compartimos– de que los fósiles son buenos para la economía cada vez resulta más falso. Entonces, pensando desde la propia competitividad de Estados Unidos y su propio desarrollo económico, el lugar de las renovables va a ser cada vez más importante y eso es algo que las condiciones del mercado ya establecen, pese a la visión política de algunos.

EC —Está la expectativa de que, como en otros asuntos que Trump prometió durante la campaña electoral, el resultado concreto después no se dé, en este caso en particular, que haya una marcha atrás. ¿Efectivamente esa posibilidad existe?

IL —Estados Unidos es soberano para tomar su decisión respecto al Acuerdo. Como dijimos, formalmente solo ha establecido la intención, o sea que tenemos que esperar dos años más para que esté efectiva la posibilidad de salida. Ahí veremos qué comunicación hace Estados Unidos al Acuerdo.

EC —En ese mismo contexto, unos 20 países liderados por Gran Bretaña y Canadá anunciaron una “alianza para el abandono del carbón”. En esa lista están Bélgica, Costa Rica, El Salvador, Finlandia, Francia, Italia y México, que dicen que van a eliminar definitivamente esa fuente energética a más tardar a mediados del siglo. ¿Cómo hay que entender esa otra movida?

IL —Creo que es parte de esto que decíamos. Por un lado, una voluntad política de alejarnos de las fuentes fósiles –y el carbón probablemente sea de las peores en términos de emisiones por producto de energía generado–, y por otro lado lo que decíamos recién, el mundo está yendo hacia la competitividad de las energías renovables. Creo que es un muy buen anuncio, un anuncio de convicción política, pero que también está acompañando la realidad económica.

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