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Entrevista central, lunes 21 de noviembre: Roberto Savio

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EC —Usted emparenta directamente el triunfo de Trump en Estados Unidos con el triunfo del Brexit en el Reino Unido.

RS —Es exactamente el mismo fenómeno. Y es exactamente el mismo fenómeno que lleva en Francia a [Marine] Le Pen, en Holanda a Geert Wilders, y a [Nigel] Farange en Inglaterra. Ahora hay una ola de elecciones que van a premiar a los partidos con los cuales se siente representada la gente que ha sido excluida del sistema. Esta gente que ha sido excluida es mucha más de la que se cree y está muy enojada, siente que ha trabajado toda la vida y de repente ha perdido el puesto porque la fábrica ha sido desplazada, deslocalizada.

EC —Es muy curioso el fenómeno, porque se produce una resistencia antiglobalización encabezada por movimientos políticos o líderes ubicados del centro a la derecha en los espectros ideológicos de cada uno de esos partidos del hemisferio norte que manejan argumentos similares a los que durante muchos años en esta otra parte del mundo, en el sur, habían esgrimido sectores de izquierda.

RS —Claro, porque los dos hemisferios partieron de realidades diferentes. Aquí el mundo, en términos generales África, Asia y América Latina, ha usado la globalización para crecer, y los que inventaron la globalización durante la primera parte la dominaban. Pero en el momento en que uno entra en un juego parecido, China inexorablemente pasa a crecer mucho más que Holanda o que España. Entonces en este proceso de crecimiento hoy tenemos que los países industrializados de rebote, por efecto búmeran, están en crisis, y los países del Tercer Mundo están más en crecimiento.

Pero nuevamente tenemos el mismo fenómeno, cómo se distribuye este crecimiento. Hoy tenemos todos los datos, en África, Asia y América Latina también se ha distribuido con una concentración de riqueza que ha hecho que en China, por ejemplo, hoy haya 1.958 multimillonarios en un país que se supone que hace del socialismo la base ideológica o estratégica de su economía nacional esa situación está creando problemas sociales. En China hay 3.000 huelgas al año de gente que quiere más dignidad y mayor participación.

EC —Usted ha escrito en un artículo a propósito del fenómeno Trump, luego del triunfo de ese candidato en Estados Unidos, que Trump es “un político impredecible”, pero su elección como presidente puede significar una “oportunidad”. ¿A qué alude? Profundicemos en esa idea.

RS —Es muy sencillo. Estamos acostumbrados en grado diferente a tener a Estados Unidos como líder del mundo. Europa ha vivido tranquilamente todo este tiempo gastando poco en presupuesto de defensa porque da por descontado que Estados Unidos es el responsable de la defensa.

EC —Ahora Trump dice “no sé, me parece que no vamos a seguir siendo los que nos hagamos cargo de la defensa de Europa”.

RS —Eso crea en Europa dos problemas. Primero, que Europa tiene que decidir si tiene política exterior propia o no, porque hasta ahora no la ha tenido. No solo porque son 28 países, sino porque el ciudadano europeo tiene dos sombreros, el de ciudadano europeo, de un proyecto político de integración, de cooperación, un proyecto político positivo; y el de ciudadano de la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte] que es lo opuesto, un sistema defensivo-ofensivo de tipo militar. Esta esquizofrenia europea es importante, hace que Europa no logre tener una política propia porque se siente psicológicamente parte de un sistema en el que Estados Unidos le da seguridad.

Ahora Trump dice “esto se terminó, o pagan o yo no sigo pagando para su defensa” y pone a Europa frente a una disyuntiva que puede ser positiva, que Trump no se ocupe más de un Estados Unidos garante de la seguridad mundial, como ellos dicen, significa que Trump se va a meter menos en los asuntos internacionales y va a dejar más espacio para una mayor cooperación internacional. Para decirlo en pocas palabras, un Trump de cuatro años no me preocupa, me aterroriza un Trump de ocho.

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