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Entrevista central, lunes 25 de abril: Antonio Pascale

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EC —Esto del agua en fiestas electrónicas es muy curioso, la discusión es muy curiosa, porque se reclama que en tal fiesta no había suficiente acceso al agua o que el agua que se vendía era demasiado cara. La preocupación entonces está ocultando que todo el mundo sabe que allí se consume este tipo de drogas.

AP —Sí. Yo no trabajo en lo que tiene que ver con la oferta ni tampoco con los contextos de estos escenarios de consumo, trabajo fuera de ellos, pero conozco. Siempre menciono que si uno tiene una complicación neurológica en un paciente en ese contexto, en esas fiestas, piensa en el consumo de determinada sustancia, y eso es porque sabe que ocurre.

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EC —Preguntan algunos oyentes dónde, cómo se producen estas pastillas de estas drogas de síntesis.

AP —Se producen en laboratorios clandestinos que utilizan los compuestos madre, con pequeñas variaciones van sintetizando nuevas moléculas que constituyen las pastillas que luego son llevadas al mercado. La preocupación en algunos países, como Argentina, es que ya hay algunas “cocinas” mucho más pequeñas con condiciones de seguridad aún menores.

EC —Qué paradoja esto de hablar de seguridad… ¿Cómo se habla de seguridad con drogas de este estilo, mayor o menor seguridad?

AP —Cuando uno trabaja en esta temática también debe evaluar eso. No hay consumo de drogas sin riesgos, pero hay determinados patrones de consumo que son mucho más riesgosos.

EC —Un detalle que me impresiona es que como sociedad nos hemos puesto muy quisquillosos, con razón, con por ejemplo fechas de vencimiento de alimentos, inspecciones de Bromatología en restaurantes y bares, validación de medicamentos que se venden en farmacias, etcétera, pero al mismo tiempo hay una cantidad de personas, muchas de ellas educadas y formadas, que no tienen inconveniente en meterse en el cuerpo un polvito o una pastilla que le compran a un dealer en la más absoluta clandestinidad, a un vendedor que con suerte es conocido de ellas, y muchas veces ni siquiera es conocido, muchas veces se compra la pastilla en la fiesta misma. Es una inconciencia muy impactante eso de ponerse en el cuerpo algo que produjo… ¿quién?

AP —Desde el punto de vista toxicológico, en prevención, es lo que nos genera más preocupación. Es una sustancia que al ser ilegal y elaborarse en esas condiciones no puede pasar por ningún mecanismo de análisis, y el no estar en el mercado lleva a que no haya controles.

EC —Pero ¿por qué toda esta gente, en particular jóvenes, consumen esas pastillas sin razonar esto que acabo de decir? ¿Qué es lo que los lleva?

AP —Es que muchas veces el consumo, el uso de sustancias, no está relacionado con la percepción de riesgo o con la percepción de lo que puede pasar. Usted lo refiere al éxtasis o a estas pastillas, pero también puede ocurrir con el clorhidrato de cocaína o con la pasta base de cocaína…

EC —Claro, esto vale para todas las drogas, obviamente. Salvo las que ahora empiecen a venderse de manera legal en Uruguay en materia de marihuana, por ejemplo.

AP —Y también ha pasado con el tabaco. El tabaco ha sido la droga de abuso más estudiada, probablemente con el alcohol, en cuanto a la repercusión, como factor de riesgo de múltiples enfermedades, y a pesar de eso la gente lo consume. Por eso el abordaje solo por el riesgo es difícil.

EC —¿Qué perfil tiene el consumidor de éxtasis o de estas drogas de diseño?

AP —Nosotros nos basamos mucho en los estudios epidemiológicos que ha hecho el Observatorio Uruguayo de Drogas, de la Junta Nacional de Drogas (JND).

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