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Entrevista central, lunes 7 de noviembre: Austen Ivereigh

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EC —En las primeras horas y días posteriores a su designación, a su nombramiento, a su consagración como papa, hubo toda una corriente de críticas que lo señalaban como colaborador de la dictadura argentina, o habiendo tenido momentos o episodios de colaboración. Tú trabajaste en especial sobre esos asuntos.

AI —Sí. La acusación específica contra él fue que había permitido o aun fomentado la detención de dos jesuitas muy activistas liberacionistas en los años 70. Cuando empecé a investigar eso era bastante claro que la acusación fue falsa, pero lo que me interesaba era dónde había nacido esa acusación. En el capítulo 4 del libro trazo qué pasó. En el fondo su actitud sobre la dictadura se puede resumir así: él no alzó la voz porque no había por qué alzar la voz, los que alzaban la voz normalmente eran suprimidos de inmediato por la dictadura o exiliados. Su papel como provincial jefe de los jesuitas era proteger a los jesuitas de la represión. Pero al mismo tiempo, ayudar a los que habían sido torturados y huían de la dictadura.

Está claro y demuestro en el libro que salvó a decenas de personas en el Colegio Máximo, del cual él era rector en ese momento, después de ser provincial, las escondía ahí. Las historias son muy dramáticas, se fingía que ellos hacían los ejercicios espirituales de san Ignacio, una especie de retiro espiritual, pero de hecho los escondía y los ayudaba a salir del país. Hizo las dos cosas a la vez, y muchos de los jesuitas que vivían con él no sabían que hacía eso. O sea, tiene –fue lo que más me impresionó al investigar su vida– una valentía y una capacidad de vivir en tensión realmente extraordinarias. Es la misma capacidad que demostraba después como arzobispo de Buenos Aires al enfrentarse con los mafiosos y los traficantes de personas. Tiene una valentía tremenda.

EC —Hablando de su etapa como arzobispo de Buenos Aires, un sacerdote y obispo peronista… porque tú lo defines como peronista…

AI —Sí.

EC —… se enfrentó a los gobiernos Kirchner. ¿Eso otro cómo se entiende?

AI —Digo un poco en broma que es peronista, pero es peronista en el sentido de que es en esa época, en los años 70 y 80, ese grupo de jesuitas estaban muy identificados con un peronismo original de los años 50, el que a veces se dice que es ortodoxo. Pero después hubo otras variaciones y expresiones de peronismo, el menemismo en los años 80, que fue neoliberal, y luego el kirchnerismo, que fue de una izquierda secularista, populista, que tampoco se identificaba con eso. O sea, nunca fue afiliado, miembro del partido peronista, pero Argentina se divide y él definitivamente estaba de ese lado peronista. Eso no significa su aceptación de las expresiones posteriores del peronismo.

EC —¿Cómo se entiende ese enfrentamiento? Porque para los Kirchner, Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires, era quizás el principal azote.

AI —Lo que pasa es que Néstor Kirchner sobre todo era tremendamente ideologizado, en sus esquemas la Iglesia era una institución retrógrada, cómplice de la dictadura, etcétera, entonces simplemente no podía ver a Bergoglio sino como una amenaza. Fue una ceguera ideológica tremenda. De hecho, fue más fácil con Cristina, Cristina era más pragmática en ese sentido. El chiste es que durante muchos años, cuando estaba Cristina Kirchner, ella nunca recibió a Bergoglio y Bergoglio tampoco a ella. Ella siempre decía “si ella quiere venir a visitarme, que venga”. Entonces no se vieron. Pero cuando fue elegido papa fue más fácil para Cristina Kirchner viajar, cruzar el Atlántico para verlo en Roma que cruzar la plaza de Mayo.

EC —Hubo días de incertidumbre sobre cómo iba a reaccionar Cristina Fernández.

AI —El primer día en especial, porque su primera reacción fue muy fría. Y se dice –lo narro en el libro– que Rafael Correa, el presidente de Ecuador, la llamó a Cristina para felicitarla por la elección de Bergoglio y Cristina le dijo: “Tenés que entender, es un facho, es un enemigo”, y Rafael le dice: “¿Estás loca, mujer? ¡Acaban de elegir al primer argentino como papa! ¡Este va a ser más grande que Carlos Gardel!”. En ese momento, por razones políticas frías, Cristina cambió mucho de parecer. Lo interesante es que después, cuando ella fue al Vaticano, que fue recibida por el papa, por supuesto, hubo una especie de reconciliación.

EC —Sí, tanto que hay una comparación permanente entre a quién trata mejor el papa, si a Cristina o a Macri.

AI —Ahora voy a la Argentina para escuchar, allí hay una cierta patología en cuanto al papa. Pero lo interesante es que desarrolla una especie de relación, Cristina lo vuelve a ver como cuatro veces en el Vaticano. Con Macri creo que es una relación más normal con un estadista, el papa tiene mucho cuidado de no involucrarse en la política argentina, porque todo el mundo lo quiere involucrar, siendo argentino.

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