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Entrevista central, martes 12 de julio: José Bayardi

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EC —¿Y el ambiente? Porque usted y los otros candidatos, que en estos últimos meses están en contacto diario con militantes, con votantes frenteamplistas, han coincidido en que notan descontento en las bases. Por otro lado tenemos una baja en la aprobación de la gestión del gobierno en las encuestas y una baja en la intención de voto. ¿Qué diagnóstico ha ido haciendo de esa situación?

JB —Teníamos una vara muy alta con respecto a la participación en la elección del 2012, extremadamente alta en mi opinión, porque habían participado 170.000 personas. Ya había bajado un poco con respecto a la de 2006, pero 170.000 personas son casi el 5 % del padrón electoral.

EC —En 2006, cuando se hicieron por primera vez estas elecciones, votaron 222.800 personas.

JB —Sí, 220.000. Y en la última, la de 2012, participaron 172.000.

EC —Cuando se eligió a Mónica Xavier como presidenta.

JB —Exactamente. Ya ahí había habido un descenso. Es obvio que ahora hay otra situación, usted planteaba algunos de los temas que están ahí, situaciones eventualmente de descontento, situaciones de desgaste en lo que tiene que ver con el ejercicio del gobierno –hay que tomar lo presente como un dato de la realidad–. Creo que esto además reconoce algunas situaciones en las que el Frente había caído, situaciones de falta de participación, situaciones que tienen que ver con la falta de discusión política al interior del FA. Hoy tenemos una situación que yo llamo el desafío, que es una situación distinta para el país de lo que era dos años atrás, no de hace cuatro, ni siquiera de hace ocho. En esta situación el motivo principal del diálogo que desarrollo con los frenteamplistas es entender que hay un desafío distinto del que puede haber estado planteado antes porque la situación cambió.

EC —Por primera vez le toca al FA gobernar en un momento económico de enfriamiento, por no decir de riesgo de recesión.

JB —Por el momento estamos en una situación de enfriamiento. Es una crisis que a nivel global empezó en el año 2008, que a nivel regional está impactando fuertemente y que tiene un doble componente, que es que a nivel regional hay una situación de crisis económica y una situación de crisis política. Ergo, pensar que eso no va a repercutir en Uruguay no es de recibo e implica posicionar al FA como partido político en una situación cualitativamente distinta y que desde el punto de vista económico es negativa. El desafío para el FA es demostrar que en una situación de crisis se puede tener la capacidad de no perder los avances conquistados y seguir planteando algunas de las metas que teníamos desde el punto de vista programático en la propuesta hecha en el 2014.

EC —Por lo que veo, esto del malestar es muy variado, reúne distintas formas de descontento. Por un lado hay críticas a la estructura del FA, que no sería representativa de la masa de votantes de esa fuerza política. Por otro lado aparece bronca por la mala gestión en algunos sectores del gobierno; el caso Ancap es el emblemático, pero también hay disconformidad o insatisfacción con lo que se ha hecho en materia de educación, por citar otro terreno. Por otra parte, está el reclamo de “giro a la izquierda”. Y por último, a partir de lo que usted mencionaba, hay contrariedad por algunas medidas que el gobierno está impulsando en materia económica, por ejemplo el ajuste. Es un cóctel y cada uno de estos puntos a su vez es llevado adelante por frenteamplistas diferentes.

JB —De acuerdo, el malestar se compone de multiplicidad de evaluaciones o de situaciones. Los puntos que se plantean en mi opinión tienen un denominador común, que es que hemos perdido la capacidad de discutir de política, hemos perdido la capacidad de hacer síntesis para hacer la lectura de cada una de esas realidades y presentarlas a la opinión pública.

EC —Usted mismo ha sido crítico con el FA, ha dicho –esta es una frase suya– que “el FA no está a la altura de las circunstancias que el país está viviendo”.

JB —Exacto, creo efectivamente que no está a la altura como fuerza política. El Uruguay es una democracia de partidos, no hay país con democracia de partidos que pueda considerarse una democracia fuerte si tiene partidos débiles. Qué hacen el resto de los partidos es problema del resto de los partidos, yo me preocupo por el FA. Y creo que el FA tiene que asumir las debilidades y corregirlas para estar a la altura de las circunstancias como partido político. En los puntos que usted planteaba, que son lógicos, ciertos, el malestar se compone de un conjunto de situaciones y de lecturas que hacen los frenteamplistas, pero ha faltado una posición del FA como colectivo. Y eso ha faltado porque no discutimos internamente, no hacemos síntesis internamente y no nos paramos ante la opinión pública con una posición consensuada internamente, independientemente de que entiendo que hemos cometido el FA e incluso el gobierno errores de comunicación hacia la ciudadanía.

EC —¿Así que usted también es un desencantado?

JB —No, yo no soy un desencantado, soy un militante desde chiquito y voy a morir siendo un militante. Y no me desencanto, trato de enfrentar las adversidades con firmeza y reafirmando la militancia. Si hay que plantearse críticas, yo he tenido responsabilidades en el Frente de las más diversas, desde la militancia cuando entré en el comité de base, pasando por las institucionales, estuve en el Poder Legislativo, en las institucionales en el gobierno, y no me desencanto, trabajo para corregir los errores que el FA tiene que corregir.

EC —¿La votación del domingo 24 podría terminar siendo una especie de plebiscito sobre la gestión de gobierno? Búsqueda titulaba el jueves pasado: “El oficialismo teme sufrir un castigo” en estos comicios.

JB —No. En el año 2006 tuvimos 220.000, en el año 172.000, hubo un descenso. Las vallas esas son altísimas para cualquier partido político en el mundo que realice una interna no obligatoria para elegir sus autoridades. Sin embargo, desde el 2006 hasta el momento actual hemos seguido contando con el respaldo de la ciudadanía. Creo que el partido político tiene la obligación de trabajar hacia la ciudadanía. Un partido político sirve para intermediar entre las demandas de la sociedad y el Estado, para dar respuesta a las demandas de la sociedad expresadas en la conducción política de un gobierno. Si este partido, o cualquier partido, no se posiciona bien en el escenario político, maneja mal los elementos de comunicación, es errático desde el punto de vista de lo que trasmite hacia fuera –porque uno trasmite una cosa, el otro trasmite otra, muchas veces se discute más externa que internamente–, su coherencia empieza a tambalear y eso genera desconcierto y desánimo entre los y las frenteamplistas.

EC —Y una reacción posible es no ir a votar. ¿Cómo maneja ese escenario? ¿Por qué es importante que los frenteamplistas concurran a votar el 24 de julio?

JB —Si uno manifiesta los malestares encerrándose en sí mismo después tiene un problema grave, porque no sale de ese malestar. Los malestares hay que canalizarlos encontrando los mecanismos que corrijan aquellas cosas que se puede entender que están mal. Punto uno.

Punto dos. Si uno se queda en su casa, puede que haya otros que no se queden en su casa, y a la hora de decidir o a la hora de tomar decisiones siempre va a haber alguien que decida, así sea uno solo que esté y que tenga la potestad, va a decidir. Por lo cual creo que tenemos que plantearnos la necesidad de revertir el estado en el que se encuentra el FA desde el punto de vista de asumir sus responsabilidades y en esa reversión asumir todos que la mejor manera de revertir esa situación es participando, porque la no participación implica entregar el proceso de decisión a otros. Entregar el proceso de decisión a otros por no participar es una forma de hacer concesiones que después no van a revertir el estado de mal humor si no se corrige en una dirección determinada. Obvio que nadie está obligado a hacerlo, pero creo que quien canalice sus malestares o disgustos no participando lo que hace es no aportar a cambiar nada y entregar las decisiones a otros.

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