EC —Vayamos al problema de las drogas sintéticas. Cuando entrevistamos en abril al doctor Antonio Pascale, profesor adjunto de Toxicología en la Facultad de Medicina de la Udelar, él decía: “Las drogas de síntesis son sustancias químicas, son un conjunto enorme de variedades de sustancias químicas que se elaboran en laboratorios clandestinos; no tienen un origen natural de ninguna forma”. ¿Quiere agregar algo a esta definición bien técnica?
DO —No, la definición de Antonio es muy correcta, es un especialista muy reconocido en la temática. Toca un factor clave que después explica muchas particularidades del dinamismo de las drogas sintéticas, que es que no están asociadas a cultivo. El fenómeno de las drogas psicoactivas, y particularmente los sistemas de contralor en las drogas psicoactivas, ha estado asociado a rutas de producción y distribución que tienen origen en cultivos.
EC —¿Por ejemplo?
DO —La marihuana, la cocaína, los opiáceos. En la geopolítica de las drogas eso organiza a los países en países donde predominantemente se produce y países donde predominantemente se distribuye y se consume. En este caso ese esquema más tradicional, interpretativo de la geopolítica de las drogas, cambia, porque estas drogas pueden ser producidas en cualquier lugar. Particularmente en aquellos países centrales donde había preeminencia del consumo y la distribución, se pueden convertir, y de hecho se están convirtiendo, en países donde también se produce la droga.
EC —El doctor Pascale agregaba que había dos objetivos en la elaboración de este tipo de drogas: por un lado, imitar y potenciar efectos de drogas clásicas –por ejemplo de las anfetaminas de síntesis con respecto a las clásicas–, ampliar el espectro de efectos buscados, pero por otro lado un interés por el lado de la legalidad. Termina habiendo tantas sustancias, porque con pequeñas variaciones en la molécula se van generando otras, que se complica el control de los organismos o de los convenios internacionales.
DO —Exacto, porque el sistema de contralor de drogas está basado en clasificaciones, en listas que otorgan distintas clasificaciones –las que tienen algún uso médico reconocido, las que no–, que tienen que ser permanentemente actualizadas. En este caso la realidad termina yendo más rápido que las políticas de contralor, porque, como decía el toxicólogo Pascale, mediante pequeñas alteraciones en la molécula se obtienen sustancias nuevas y que en ese sentido desafían los mecanismos de control tal cual los conocemos tradicionalmente en la política de drogas.
EC —El éxtasis o el LSD son drogas que se conocen desde hace décadas. ¿También se las puede llamar sintéticas?, ¿entran en esa categoría?
DO —Particularmente el éxtasis entra en esta categoría. El LSD está clasificado en el grupo de drogas alucinógenas.
EC —¿Cuáles son los riesgos de este tipo de drogas?
DO —Varios. Uno de los principales son las constantes adulteraciones a las cuales puede estar sometida una sustancia de este tipo, y lo difícil que es para el usuario saber exactamente qué está consumiendo y qué efectos le puede provocar. Otro fenómeno muy asociado a esto tiene que ver con la experimentación que se realiza de este tipo de sustancias y la incorporación de nuevos usuarios que no necesariamente conocen o en general no conocen los efectos y riesgos asociados al consumo de esta droga y que por ejemplo, como ha sucedido, pueden repetir dosis, esperando un efecto que no llega, y terminar teniendo un episodio de intoxicación aguda.
EC —Muchas veces pasa que los consumidores son conejillos de Indias del que armó esa síntesis en el laboratorio. A veces en un laboratorio totalmente casero y amateur comprueba después en la práctica si le salió bien o mal.
DO —Exacto. No hay ningún tipo de control de calidad, el usuario no tiene ninguna certeza de cómo se elaboró esa sustancia. Otro factor de riesgo es el contexto en el que se consumen estas drogas, que en general son fiestas masivas, en las que la ausencia de condiciones de seguridad y de acceso al agua potable –como pasó en el difundido caso de Buenos Aires– puede terminar transformando un cuadro de intoxicación en una situación muchísimo más grave para la salud del usuario.
EC —El doctor Pascale destacaba que un usuario de estas pastillas puede no tener problemas en lo que tiene que ver con su actividad cotidiana, porque no generan dependencia en principio.
DO —Exactamente, una de las investigaciones que presentamos es una investigación de corte etnográfico. Antropólogos de la Facultad de Humanidades hicieron una observación participante en las fiestas para entender las prácticas asociadas al consumo de esta droga, y se hicieron entrevistas en profundidad con los usuarios para conocer qué sentidos le otorgan. Se pueden catalogar como drogas de performance, porque se consumen para obtener una performance determinada, en una búsqueda hedonista de determinadas sensaciones placenteras en el marco de una fiesta. Esa exploración hay que interpretarla bien desde ese lugar, porque se combina con las trayectorias educativas, laborales y de otras actividades cotidianas que los usuarios de estas drogas realizan. No sucede como con otras drogas cuyo consumo problemático muchas veces termina configurando problemas más graves en las relaciones familiares, en el desempeño laboral. Los antropólogos decían algo que me parecía bien interesantes: son utilizadas para construir un personaje que nace y muere esa noche.
EC —En principio esa persona no tiene por qué tener inconvenientes el lunes, el martes, el miércoles en sus actividades de trabajo o de estudio. Los riesgos están en la noche misma o el día mismo del consumo, según cuál sea el producto que esté consumiendo, por un lado, y según cómo lo consuma, por otro.
DO —Exactamente. La cantidad, si reitera la dosis. Otro riesgo asociado a estos consumos tiene que ver con el policonsumo, con qué otras sustancias, con qué otras drogas se combina. Si se combina con alcohol, con cocaína, con marihuana. Una de las investigaciones que hicimos nos permitió tener el espectro de situaciones y de sustancias que se combinan.
***
