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Entrevista central, miércoles 2 de agosto: Juan José Calvo

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Entrevista central con Juan José Calvo, economista y demógrafo.

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EN PERSPECTIVA
Miércoles 02.08.2017

Video de la entrevista

EMILIANO COTELO (EC) —La población uruguaya es cada vez más vieja. Sin embargo, para los demógrafos este fenómeno no es un problema grave sino un síntoma de desarrollo y bienestar social.

Ahora, ¿cómo se contrarresta el peso que tiene sobre la economía el aumento de la población jubilada? ¿Cómo costear un sistema de salud que atiende a pacientes de cada vez mayor edad? ¿Fomentando la natalidad? ¿La inmigración?

Para el economista y demógrafo José Calvo, la clave no es tanto la aplicación de esas políticas sino en mejorar constantemente la productividad de los trabajadores uruguayos.

El enfoque resulta interesante, sobre todo teniendo en cuenta la incidencia cada vez mayor que tienen las jubilaciones en las cuentas públicas. Vale la pena profundizar en estos conceptos, y para eso estamos con Juan José Calvo.

Lo presenté como un economista especializado en demografía, ¿exactamente cuál es esa titulación?

JUAN JOSÉ CALVO (JJC) —Yo soy economista por la Universidad de la República, por la Facultad de Ciencias Económicas y Administración, tengo especialización en demografía económica, una realizada con el Centro Latinoamericano de Demografía, que nos brinda a los demógrafos en América Latina la capacitación formal en los métodos cuantitativos de la demografía, y mi posgrado en Demografía Económica en el Instituto de Estudios Políticos de París.

EC —Sí, es toda una autoridad en esta materia en Uruguay, más de una vez hemos conversado con él, pero sobre todo alguna vez lo hemos o lo han citado, por ejemplo, en La Mesa. Desarrolla investigación y docencia en la Universidad de la República desde 1989 y es representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (ONU) en Uruguay y Argentina.

JJC —Sí, desarrollo en ambos márgenes del Río de la Plata mi trabajo.

EC —Enmarquemos esta discusión que presentaba recién. La semana pasada fueron presentados los resultados de la Encuesta Nacional de Comportamientos Reproductivos. ¿Qué conclusiones principales sacó usted?

JJC —Este trabajo fue realizado por varias instituciones del sector estatal, incluyendo la Universidad de la República, el Instituto Nacional de Estadística, los ministerios de Desarrollo Social y de Salud, la Comisión Sectorial de Población de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y el Fondo de Población de la ONU. Es un trabajo que buscó indagar sobre los comportamientos reproductivos de la población uruguaya, fundamentalmente en relación con la fecundidad, el comportamiento en la cantidad de hijos deseados y la efectivamente tenidos, un conjunto de opiniones acerca de la crianza y de valores vinculados a la tenencia de hijos, uso de métodos anticonceptivos y, en general, temáticas vinculadas a la salud sexual y reproductiva de la población uruguaya.

EC —Obviamente es un informe largo, complejo y completo. No vamos a meternos en él a fondo, pero tomo este dato: para la mayoría de los uruguayos, la cantidad de hijos ideal es dos; para las mujeres la edad ideal para tener su primer hijo es en promedio a los 25,6 años, mientras que para los varones es a los 27,1 años. En los hechos ese ideal se confirma, pues el estudio indica que en Uruguay cada mujer tiene en promedio casi dos hijos (1,88).

JJC —Es así, aunque los promedios ocultan, como siempre, importantes diferencias. La sociedad uruguaya es muy firme y estos resultados reiteran los que encontramos en un estudio similar realizado hace varios años -en 2004, la Encuesta de Género y Generaciones, que es muy similar a la que se hizo ahora-, en una muy fuerte preferencia en el ideal de la cantidad de hijos que se desea tener, que es dos. Es un modelo occidental, no uruguayo, pero Uruguay ya es muy firme en esta tendencia. Los resultados en la tasa global de fecundidad de Uruguay están muy ligeramente por debajo de lo que nosotros llamamos el nivel de reemplazo…

EC —Aclaremos qué es eso.

JJC —Es la cantidad de hijas que una mujer debiera tener para que la población no creciese ni decreciese. Este valor es alrededor de 2.1 hijos por mujer, Uruguay está en 1.88, ligeramente por debajo desde hace ya muchos años, pero también muy cerca. Nuestros colegas europeos ya no califican estos niveles como de “baja fecundidad”, para ellos son fecundidades altas a esta altura…

EC —Eso implica que la población o se mantiene, tiene una tendencia a bajar.

JJC —En el muy, muy largo plazo, digamos que en 300 o 400 años.

EC —De todos modos, no es esta la única fuente que alimenta a la población, también está la inmigración o, mejor dicho, el saldo entre inmigración y emigración.

JJC —Correcto. Por fecundidad y dados nuestros niveles de mortalidad, estamos muy cercanos al nivel de reemplazo, no es una preocupación. Para decirlo de una forma muy sencilla y tal vez impactante de más: no nos vamos a extinguir, digamos, eso no está en el horizonte. Además, como usted bien dice, otras variables demográficas -particularmente los movimientos migratorios- hoy inciden cada vez más, por lo tanto, podemos tener niveles cercanos al reemplazo o incluso estar por debajo y tener crecimiento demográfico producto de que estemos recibiendo más inmigrantes que las personas de Uruguay que se van a vivir a otro país. De hecho, es lo que está ocurriendo en Uruguay en los últimos años: tenemos un saldo migratorio ligeramente positivo pero un cambio de tendencia con respecto a lo que había sido el medio siglo anterior, desde mediados de los años 60 hasta hace muy pocos años atrás, durante el cual el saldo migratorio había sido persistentemente negativo.

EC —¿Y qué dice un estudio como este a propósito de la edad de la población?

JJC —Aquí tenemos, justamente, ingresando con mayor grado de detalle en la información, dos modelos reproductivos muy diferenciados en Uruguay. Si bien el promedio de la cantidad de hijos tenidos se acerca al ideal de lo que las personas desean tener, cuando miramos lo que ocurre por nivel educativo o de ingresos, vemos que Uruguay tiene dos modelos muy diferenciados. Uno de ellos corresponde a mujeres de bajo nivel educativo y de ingresos, donde la cantidad de hijos tenidos todavía está significativamente por encima de los que ellas quieren o expresan querer tener, y además hay un inicio muy temprano de la fecundidad, con tasas de fecundidad adolescente extremadamente altas, más cercanas a las africanas que a las europeas, para poner un punto de comparación en el mundo. Por otro lado, también tenemos un modelo reproductivo en el que el inicio de la fecundidad es mucho más tardío y donde la descendencia final es sensiblemente inferior, que corresponde a las mujeres de mayor nivel educativo, particularmente a las que tienen estudios terciarios. Es un síntoma muy claro de la fragmentación social de Uruguay, porque estos diferenciales de fecundidad operan más allá de las intenciones de las mujeres, cuando miramos lo que expresan que desean que ocurra, no coincide con lo que efectivamente sucede. Ese es un campo realmente bastante fértil para la implementación de políticas públicas.

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