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Entrevista central, martes 6 de junio: Gustavo Zubía

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EC —Usted en algunas respuestas anteriores ampliaba el círculo, decía: ojo, hay otras presiones, no son solo las de los narcotraficantes del Cerro; hay otras, por ejemplo, las que hemos sufrido quienes hemos tenido que actuar en algunos casos de motivación política. Teniendo en cuenta que usted incluso hablaba o sugería la posibilidad de presiones del poder político y hasta de adentro del sistema judicial, esta actitud suya tan mediática, porque es así, usted es de los fiscales que más aparecen en los medios, y con declaraciones que siempre son sonoras…

GZ —Perdón, lo corrijo: el que más aparece en los medios.

EC —¿Eso tiene algo que ver con todo esto? ¿Es una forma de defenderse, de generar un espacio?

GZ —No sé. Mi inconsciente trabaja mejor que mi consciente. Ese es un tema que los psicólogos conocen perfectamente, el sistema inconsciente es mucho más inteligente que el sistema consciente, y de repente puede ser. Lo que siento es que trabajar en silencio cuando las cosas funcionan tan mal es una forma de complicidad con las cosas que funcionan mal. Y hoy en nuestro sistema penal, en nuestro sistema procesal penal, en la forma de administrar las sanciones, estamos manejando la sanción penal de una forma absurda. Pero si a la vez, la forma de expresarme logra que sea comprendido y apoyado y moviliza algunas reformas, por supuesto, bienvenida sea.

Yo siento la obligación moral de hablar. Hay gente que no tiene esa necesidad, yo la tengo en lo personal porque estamos cometiendo, a mi juicio, errores en la concepción de lo que es el proceso penal. Y la cortina de fondo: los depredadores cada vez trabajan mejor, el depredador en nuestra sociedad está cobrando –porque esa es la respuesta a lo otro que quedó del pasado– cada vez más fuerza para actuar desde esa impunidad, desde ese conocimiento de que la sanción va a ser muy benigna. Entonces, ¿es con más custodia que esto se arregla?

EC —Justamente, ¿qué tipo de medidas de seguridad se adoptan o deben adoptarse en este tipo de casos?

GZ —Es lógico que haya ciertas medidas de seguridad. Usted cierra la puerta de su casa para que no le entren los ladrones, pero sabe que por más que cierre la puerta los ladrones penetran.

EC —¿Ha tenido custodia policial?

GZ —No, nunca he tenido, he andado solito con mi alma por la Ciudad Vieja y sigo andando solito con mi alma por la Ciudad Vieja.

EC —¿No la ha pedido?

GZ —No la he pedido y he sido amenazado.

EC —¿No se la han ofrecido?

GZ —No me la han ofrecido.

EC —Entiende que no la precisa.

GZ —Puede ser que la necesite en determinado momento. El tema es que la custodia policial puede ser benéfica o puede ser molesta o puede ser inconveniente o puede que en algún momento no me interese tenerla. Pero ¿cómo solucionamos este tema? Porque ¿vamos a seguir viviendo los ciudadanos de a pie con las rejas en sus puertas, los magistrados con custodia blindada? ¿Modificamos la sociedad uruguaya y tendemos a no salir de noche, a no parar en los semáforos, etcétera? ¿Es esa la solución? Siempre la he criticado y he dicho que es absurda. La solución pasa por lo que el derecho penal tiene como primer objetivo, que es la prevención general, así se llama. A una persona que comete delito le aplico una sanción que sea real, efectiva, no le descuento por procesamiento sin prisión, libertad provisional, libertad anticipada, libertad condicional, salida transitoria, reducción de la pena por estudio o por trabajo, libertad vigilada, libertad hipervigilada, etcétera. Esos descuentos los hago mucho menores, y el delincuente, como cualquier ser humano, entiende el mensaje: cometés delito, lo pagás en forma.

Hoy se comete delito y el delincuente tiene una impunidad en principio de un 95 %, porque los casos que van a esclarecimiento judicial son el 5 % de las denuncias realizadas. Algunos me dicen que no toda denuncia es delito, y yo digo ¿y la cantidad de delitos que no se denuncian, que los criminólogos sitúan en 300 % respecto a los delitos denunciados? Hoy estamos con cifras de esclarecimiento bajas, con sanciones bajas, con beneficios múltiples, y en ese contexto el delincuente se siente impune y comete amenazas y desmanes y su carrera de impunidad va in crescendo. Hay que tomar medidas.

EC —Usted reclama mano dura.

GZ —No es mano dura…

EC —Una mano más dura.

GZ —Es una mano “más dura” pero que no es mano dura. Reclamo que si la persona es condenada a 24 meses de prisión por un hurto cumpla por lo menos 22 meses de prisión. Hoy, en la realidad, es condenado en el papel a 24 meses y todos sabemos que cumplió cuatro meses cuando fue procesado con prisión. Si fue procesado sin prisión, no cumple un día, hay un 40 % que no cumple un día. ¿Qué mensaje estamos dando? Señor, haga la suya que esto es negocio.

EC —¿Eso es responsabilidad de la ley, de la legislación vigente, o de la forma en que resuelven los jueces?

GZ —Creo que de ambos. Con los jueces discuto, pero no es una responsabilidad porque si el juez puede dar entre dos y ocho, y da dos y medio, está bien, yo discutiré con él, le preguntaré “¿qué estás haciendo?”, pero tiene derecho a decirme “es mi derecho, me amparo en mi derecho, lo puedo hacer”. La responsabilidad mayor es del legislador. El legislador el año pasado creó dos libertades más, en el Uruguay 2017, con los problemas que tenemos, se crean la libertad vigilada y la libertad vigilada intensamente. Delitos de hasta cinco años pueden salir al momento de la sentencia en cinco meses. Quiere decir que hasta las rapiñas pueden salir al momento de la sentencia en cinco meses. Si seguimos creando leyes de benignidad, ¿a dónde vamos?

La gran pregunta es: ¿por qué el Estado sigue creando leyes de benignidad? ¿Por qué no asume la función punitiva? Ahí viene la ensalada de voces que siguen diciendo “pobrecito, tuvo una infancia terrible, hay que darle otra oportunidad, hay que rehabilitarlo”. Yo digo: habilitemos a través de la educación y de las escuelas. Rehabilitar a personas de 20, 30 años cuando han tenido una carrera delictiva permanente es un milagro. Se rehabilita al que es una persona de trabajo y un día comete un error. Ese va a prisión y generalmente pide para trabajar, suplica para trabajar. En el caso del que nunca realizó el acto de trabajar y ha pasado veintipico de años dedicado desde niño al delito la rehabilitación es muy difícil. Tenemos que cambiar la cabeza, cambiando la cabeza podemos modificar algo en esta sociedad.

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