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Entrevista central, miércoles 10 de febrero: Fernando Butazzoni

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EC —Así que te quedaste sin trabajo y, sin embargo, decidiste continuar con la investigación.

FB —No tenía otra.

EC —¿Cómo fue eso?

FB —En el medio surge la posibilidad real de entrevistarme con la madre adoptiva de este muchacho que sospechaba que era hijo de desaparecidos.

EC —Aurora.

FB —Con Aurora Sánchez. De esa entrevista con ella surge la primera gran sorpresa de la investigación, el gran disparador. Que lo voy a decir, porque una característica del libro, que yo me propuse además, no es casual, es no hacer trampas con los lectores, contar la historia de entrada y que después el cómo ocurrieron los hechos fuera el elemento de interés de la lectura. No me parecía ético, no me parecía honesto andar haciendo suspens con lo que iba pasando.

EC —Esa era una duda que yo tenía a propósito de esta entrevista. El nudo de este libro es un caso de desaparecido, pero muy complejo y diría relativamente original para toda la lista que ha ido acumulándose. Tú, al aire y pensando en el público que todavía no leyó el libro, ¿vas a explicar cómo es esa historia?

FB —Sí, porque si uno lee las primeras 40 o 50 páginas ya tiene todo el panorama claro. Es más, un conocido escritor mexicano me dijo “después de que leí la página 90 me pregunté: ¿y ahora cómo sigue esto?, ¿cómo va a hacer?”.

EC —Lo impresionante es que sigue, el libro sigue y te tiene enganchado.

FB —Exacto. Porque acá no hay quién fue el asesino, sino cómo ocurrieron los hechos. Además fueron hechos reales, absolutamente verificables. El gran disparador fue que logré entrevistarme con la madre de este muchacho y descubrí que ella no era la madre de adopción de él sino que era su madre biológica.

EC —Es impresionante. Efectivamente, las sospechas del joven Juan Carlos eran correctas, él era hijo de desaparecido, pero la madre estaba ahí, la que se suponía que era la madre adoptiva era la madre real, que estaba casada con un militar de la época de la dictadura, un represor además, y el desaparecido en todo caso era el padre biológico, que en esta historia es un joven chileno.

FB —Exactamente. Ella es una uruguaya que se va a Chile –como se fue muchísima gente, sobre todo militantes del MLN y de algunos otros grupos– y allí el golpe de Estado la sorprende en una situación muy delicada, porque durante los días que siguieron al golpe de Estado de Pinochet el ser uruguayo y joven era prácticamente sinónimo de muerte. Entonces ella se decide a huir de Chile y se va para Argentina. Pero se va para Argentina embarazada, estaba embarazada de un chileno con el cual había tenido una relación en los últimos meses del Gobierno de Allende y los primeros meses después del golpe de Estado. Esa situación personal, su embarazo, es la que provoca que ella decida tratar de abandonar Chile de cualquier manera cuando ya la dictadura de Pinochet estaba apretando las tuercas muy fuerte en todo el país y era muy difícil moverse. Una mujer sola, sin dinero, sin documentos… Toma la única decisión que se le ocurrió en ese momento, que parecía una locura pero que le resultó eficaz, que fue tratar de cruzar la cordillera de los Andes a pie para sortear los controles migratorios.

EC —En Argentina es arrestada por las fuerzas represivas y termina en manos de militares uruguayos que coordinaban con las fuerzas argentinas.

FB —Sí, con fuerzas argentinas de una “democracia”. Ese es un tema que me interesa subrayar: en ese momento en Argentina el presidente era primero Perón, después su mujer, había habido elecciones libres, funcionaba el Parlamento, funcionaba la división de poderes y sin embargo a pocas cuadras de la Casa Rosada había centros clandestinos de detención en los que personal de distintos países coordinaba acciones.

EC —Tú insistís mucho en esos detalles, en que en aquel momento en Argentina todavía se vivía en democracia, no había venido la dictadura y sin embargo el ambiente era el que era. Lo que estás diciendo es que el Plan Cóndor empezó antes de que en Argentina hubiera un Gobierno militar.

FB —Eso también es un elemento que descubrí, que había inexactitudes con respecto al Plan Cóndor en prácticamente toda la literatura elaborada hasta la fecha. El Plan Cóndor se da como iniciado en noviembre del 75, cuando en realidad se inicia de manera real en febrero del 74, casi dos años antes, en una reunión que hay en Buenos Aires, propiciada por el Gobierno de Juan Perón, por su mano derecha represiva, que era un ser despreciable, el comisario Alberto Villar, y en la que participan uruguayos, chilenos, bolivianos y paraguayos. Es una reunión formal en la que se toman decisiones y se levantan actas incluso, no es algo que estuviera oculto. A partir de ahí se comienzan a realizar operaciones clandestinas en todo el Cono Sur. Eso es importante porque muestra cómo a veces uno tiene que mirar hacia atrás, hacia el pasado, para entender algunas cosas que pasan con los herederos. Siempre pongo el ejemplo del peronismo en Argentina, del kirchnerismo, de los dirigentes peronistas de hoy, muchos de los cuales eran en ese momento niños y cuyos padres eran los actores políticos de esa historia.

EC —En el libro se observa con cuidado cómo funcionaba, qué papel le correspondía en ese aparato represivo al Ministerio de Bienestar Social, que encabezaba López Rega, a su vez el fundador, el impulsor de la AAA (Alianza Anticomunista Argentina, la “triple A”), en la que había pesos pesados complicados. Al punto de que militares uruguayos que iban a Buenos Aires a coordinar, como este, el capitán Docampo, temían muchas veces por su propia seguridad. Ni que hablar de funcionarios diplomáticos de la embajada uruguaya cuando tenían que tratar con esa otra gente.

FB —Claro. Cuando Perón se reúne, en enero del 74 –está documentado–, con el comisario general Villar, el Tubo Villar, este le pone una sola condición para aceptar el rol que le propone –ser subjefe de la Policía Federal y el principal impulsor de la represión contra la izquierda–, que es tener un cheque en blanco para poder operar. Ese cheque en blanco se convierte rápidamente, al cabo de semanas, en el funcionamiento de bandas paramilitares que después terminan conformando la triple A, siendo parte de la triple A.

EC —Estábamos hablando de tu reunión con Aurora Sánchez, la madre del joven que había ido a hablar con ustedes a la radio. Buena parte de tu tarea consistió en ganarte la confianza de ella; más bien, derribar muros que ella ponía.

FB —Exacto; por lo menos llegar a entender o a recibir una versión de ella de lo que había pasado. Por razones obvias, es una mujer muy poco sociable, muy poco conversadora, y en ese momento todavía tenía miedo, habían pasado muchos años desde el final de esa etapa militar y de represión pero todavía tenía miedo. Pero al final logré tener una conversación con ella en la cual me contó a grandes rasgos la historia de su hijo y de ella misma y por qué ese hijo biológico estaba anotado como hijo adoptivo.

EC —Cuando uno piensa en los detalles del caso no puede dejar de conmoverse. En realidad puede decirse que ella misma en ese momento, cuando tú hablaste con ella y quizás hoy, es una desaparecida, porque el nombre que estamos manejando no es su nombre real. El nombre real está escondido, es el de aquella joven que fue arrestada en Argentina, torturada salvajemente mientras estaba embarazada y que luego es rescatada por un militar uruguayo que se suponía que tenía que matarla y que es el que la trae a Uruguay, el que en definitiva es su esposo, en un matrimonio que se plasma para eso, para ocultarla a ella y para salvar al niño.

FB —Esa es la historia. Es terrible, es muy desgarradora pero es la historia. Me costó mucho trabajar en la escritura el personaje del capitán Docampo…

EC —Aclaremos que todos estos nombres que tú estás manejando y que el libro incluye no son tampoco los reales.

FB —No, son los únicos nombres que no son los reales. El capitán Docampo para mí fue muy difícil de trabajar como personaje de este libro por varios motivos. Primero, porque estaba muerto; segundo, porque había sido, de manera confesa de su propia pluma, un torturador, y tercero, porque había tenido gestos de gran honestidad y de gran valentía, también documentados. Uno se enfrenta a dilemas morales que me parecía que no tenía mucho valor que resolviera yo. Creo que mi tarea era trasmitir esos dilemas morales a los que me enfrenté a los lectores del libro y que cada uno se los planteara, porque es uno de los elementos que hacen a la vida de nuestra sociedad también. O de nuestras sociedades, porque lo mismo pasa en Chile, en Argentina, en Brasil, en Paraguay, en muchos países.

EC —Decís que cuando lograste tener la primera reunión con Aurora, año 2000, 2000 y poco, ella todavía tenía miedo. Tenía miedo por muchas razones, por ella misma, porque su historia estaba en las sombras, y por lo que había sido su esposo, porque su esposo había “traicionado” a las Fuerzas Armadas de la época, el mandato que tenía de las Fuerzas Armadas, porque lo que había hecho para salvarla no era conocido. De algún modo podían caerse de golpe una cantidad de naipes de aquel castillo.

FB —Claro, porque hubo varias ilicitudes cometidas por ellos para lograr su objetivo, que era volver a la vida pública a Aurora y a ese niño. Uno de ellos fue contar una historia con la complicidad –eso no se detalla en el libro– de los padres de él, que eran del interior, acerca del niño abandonado, que habían dado de bebé y que habían logrado inscribir tarde porque había problemas de papeles, etcétera. Construyen documentos que son facilitados de manera falsa hasta que logran inscribirlo, varios años después de estos episodios. Ese niño, inscrito con una identidad que no era la real, porque aparecía como hijo adoptivo de ella, cuando pasan los años lógicamente se va haciendo preguntas y termina poniendo a su madre en la situación menos esperada, que era plantearle su sospecha de que él podía ser hijo de desaparecido.

EC —Sí; lo impactante de todo esto es que aquella operación que ellos armaron, el militar y Aurora, funcionó a la perfección, pero terminó siendo para ellos mismos en sus propios interiores un secreto difícil de manejar, imposible de manejar, un secreto intolerable.

FB —Tan intolerable que provoca la muerte de él, porque él se suicida a partir de eso.

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