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Entrevista central, miércoles 12 de abril: Enrique Méndez Vives

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EC —En ese sentido es muy interesante lo que el libro recoge a propósito de cómo concebía Artigas el gobierno. “Un gobernante debía ser un modelo de virtudes –dice usted–, obsesionado por la pública felicidad practicó una especie de pedagogía político-administrativa plena de principios sensatos, de validez universal e intemporal que cabe ilustrar con algunos ejemplos”. Y el libro en la página 92 tiene. “Por ejemplo, ordenó que en la administración pública se guarde la mayor economía, tanto en los sueldos como en la minoridad de los agentes”, pocos funcionarios.

EMV —Pocos y buenos.

EC —“Pocos, bien dotados y conmovidos por la responsabilidad serán suficientes para llenar sus deberes y ser útiles al país que los alimenta. Porque todos y cada uno de sus individuos deben convencerse de la necesidad de hacer algunos sacrificios en obsequio de su patria”. “O cuando el Cabildo de Montevideo le pregunta si un hombre que no era partidario de Artigas podía ser funcionario público”. Estamos hablando de los años de la patria vieja, de la Liga de los Pueblos Libres …

EMV —… Sí, 1815.

EC — …Artigas contesta: “Hallando VS todas las cualidades precisas en el ciudadano Pedro Elizondo para la administración de los fondos públicos, es indiferente la adhesión a mi persona. Póngalo en posesión de tan importante ministerio. Es tiempo de probar la honradez y que los americanos florezcan en virtudes. Ojalá todos se penetrasen de estos mis grandes deseos por la felicidad común”.

EMV —Qué actual, ¿verdad? (…) Esos conceptos de Artigas, que además en su formulación es casi poético, en un lenguaje tan preciso, tan claro…

RC —Hay quien no se lo adjudica a él.

EMV —Se habla de los secretarios. Pero hay una cuestión: estando en preparatorios, por el año 52, recuerdo que Traibel, gran profesor, con un conocimiento de la historia nacional tremendo, dijo una cosa en clase que me quedó grabadísima y que además comparto totalmente. Dijo: “Es verdad, cambiaron los secretarios, Barreiro, Dámaso Larrañaga, Monterroso, pero el estilo de los documentos de Artigas se mantiene”. Es verdad que en algunos pasajes de documentos se nota la mano de un Larrañaga, un Monterroso, uno con un estilo más lúgubre, otro con un estilo más vivo, pero el hilo básico, el fondo básico es de Artigas. Eso hoy en día ya casi no se discute.

RC —¿Hay alguna explicación para ese antagonismo o esa sensación de que fue un enemigo de Buenos Aires permanentemente? ¿Qué pasaba con las autoridades que habían hecho la Revolución de mayo, a la que Artigas adhiere, que nunca lo aceptan?

EMV —Para mí la explicación es bastante sencilla, dentro de la sencillez que pueden tener los hechos históricos, que siempre son complejos. Ahí se oponen dos concepciones diametralmente opuestas. Por un lado, Buenos Aires, la oligarquía porteña –y hay que llamarla así–, prácticamente un puñado de personas privilegiadas, muy vinculadas a Inglaterra en general, que pretenden, ni más ni menos, sustituir, simplemente sustituir a las autoridades españolas en beneficio propio. Buenos Aires va a seguir siendo la cabeza de lo que podríamos casi llamar el nuevo virreinato, y ellos a la cabeza de Buenos Aires, absorbiendo por lo tanto sobre todo toda la riqueza que emanaba de las provincias.

RC —A través del puerto de Buenos Aires.

EMV —A través del puerto de Buenos Aires. En cambio, la concepción de Artigas es un sistema que reconstituya de algún modo el virreinato, pero en un plan de igualdad de las provincias, en un sistema técnicamente confederal –aunque siempre hablamos de federal y tanto no importa–, en el cual cada provincia estaría aportando lo que podía dar, por razones de tipo geográfico, etcétera, y recibiendo, pero en un plan armónico de verdadera integración, en el que Buenos Aires iba a ser una parte más, no la principal ni la dominante.

EC —Ya sobre el final de su vida se lo explicó al general argentino José María Paz, que lo visitó en Paraguay.

EMV —Sí, cuando hizo esa síntesis que se le atribuye.

EC —Y Paz escribe lo que Artigas le contestó: “Yo no hice otra cosa que responder con la guerra a los manejos tenebrosos del Directorio y a la guerra que él me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual solo distaba un paso del realismo, o sea, de la monarquía. Tomando como modelo a los Estados Unidos, yo quería la autonomía de las provincias, dándole a cada Estado un gobierno propio, su Constitución, su bandera y el derecho de elegir sus representantes, sus jueces y sus gobernadores entre los ciudadanos naturales de cada Estado. Esto es lo que yo había pretendido para mi provincia y para las que me habían proclamado su protector. Hacerlo así habría sido darle a cada uno lo suyo. Pero los Pueyrredones y sus acólitos querían hacer de Buenos Aires una nueva Roma imperial, mandando sus procónsules a gobernar a las provincias, despojadas de toda representación política”. No sabemos si son palabras textuales de Artigas, pero la síntesis es magnífica.

EMV —Como resumen es impresionante ese párrafo. Resume la lucha, dos concepciones diametralmente distintas. Por eso, pese a todos los intentos de diálogo que hubo, era casi imposible, no había camino del medio, o triunfaba una concepción centralista o triunfaba la federal. No había posibilidad de transacción, no cabía.

EC —Y en eso Artigas no cedió.

EMV —No cedió. Me llama la atención que a veces se lo acuse a Artigas de intransigente, tozudo, que se empeñó en mantener aquello. Y si no era intransigente en esa idea, ¿qué tenía hacer? ¿Entregarse a la idea de Buenos Aires? Eso habría anulado totalmente su idea. Me parece un planteamiento bastante desenfocado. Esa es mi impresión.

EC —Y esa misma intransigencia se le adjudica cuando se pregunta, por ejemplo, un oyente, Manuel: “¿Por qué nunca volvió?”.

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EMV —Rosario preguntaba si era un estadista, etcétera. Hay una frase que me parece extraordinaria del famoso Winston Churchill, que decía que un político es el que piensa en las próximas elecciones y el estadista es el que piensa en las próximas generaciones. Esto viene bien, porque el proyecto de Artigas no era un proyecto para satisfacer una meta inmediata, no estaba hecho a corto plazo. Estaba pensado a largo plazo, a larguísimo plazo. Eso es la visión del estadista, no pensar solo en lo próximo, algo que a veces ya es difícil, sino todavía plantearse algo más, plantearse un proyecto de futuro. Y clarísimamente el proyecto de Artigas tiende a eso. Por ejemplo, el famoso Reglamento de tierras de Artigas tiende a eso.

RC —No se hace de un día para otro.

EMV —Ir organizando la producción del país en función de sus condiciones, pero con una visión puesta en un futuro sin plazo.

EC —Dice Luis, del Cordón: “Artigas fue derrotado militarmente en el 20 y derrotado políticamente y traicionado con la primera Constitución”. ¿Usted tiene esa convicción? Se lo planteo porque puede ser una forma de entrar a la otra pregunta: ¿por qué nunca volvió?

EMV —Está muy relacionado. Yo no soy tan drástico como a veces se plantea el tema, en esa oposición entre el proyecto de Artigas, que evidentemente no incluía la independencia de la provincia Oriental. Pero la historia es lo que es, no lo que uno desearía que hubiera sido, toda frase que empieza “si se hubiera hecho tal cosa…” no sirve, es una mera suposición. Es legítimo hacerla en plan de fantasía, “si hubiera ocurrido tal cosa…”, pero no es muy correcto, hay que atenerse a los hechos.

Entonces la provincia Oriental, por los motivos que ya sabemos –la influencia de Inglaterra, a la que le interesaba el famoso “Estado tapón”, como se ha dicho del Uruguay, entre Argentina y Brasil, etcétera, que Argentina no pudo vencer a Brasil, que Brasil no pudo vencer a Argentina y tuvieron que llegar al pacto y decir “que haya un país independiente”, que después los dos quisieron dominar–, lleva a la independencia en Uruguay. Independencia que en parte es forzada, pero no hay que olvidar que el sentimiento autonómico de la provincia Oriental era muy fuerte desde el origen, incluso anterior al proceso revolucionario. El famoso tema de la lucha de puertos entre Buenos Aires y Montevideo, etcétera. No era una invención absoluta, había un principio. Además Artigas tenía muy claro que la provincia Oriental –aparece en las Instrucciones– es de por sí un Estado. La diferencia es que él quería agrupar esos pequeños Estados que eran las provincias en un ente mayor. Pero tampoco hay que escandalizarse demasiado por el hecho de que se llegara a una situación de independencia.

RC —¿Por qué no volvió, entonces?

EMV —Hay varios motivos. Primero, no olvidemos la edad, cuando a Artigas se lo invita a volver es un hombre cercano a los 70 años. Y ojo, 70 años en 1830 eran muchos años. Un hombre ya fatigado, que había sufrido traiciones, abandonos, críticas muy duras, etcétera. Yo me pregunto: ¿volver a qué? ¿Volver adonde estaban gobernando los mismos que lo habían abandonado? ¿A eso iba a volver Artigas? Y ahí aparece otra vez la ética, Artigas ahí tiene una actitud, como la tuvo en los 30 años en Paraguay, de una dignidad extraordinaria. Agradece la invitación. ¿Qué tenía que hacer Artigas en Uruguay? Y agrego un elemento casi morboso, pero que vale la pena recordar: cuando se repatriaron los restos de Artigas, estuvieron en un depósito perdido de la aduana de Uruguay.

EC —Cuesta aceptarlo.

EMV —Si los restos de Artigas estuvieron abandonados en un depósito de la aduana durante tiempo por los mismos que lo habían invitado a venir a Uruguay, es lógico lo que hizo Artigas. Además él estaba en Paraguay cumpliendo a su manera su tarea social. Los indios lo llamaban “padre”, era el “padre de los pobres”. De la magra pensión que recibía del gobierno paraguayo se las ingeniaba para apartar un porcentaje importante para dárselo a los que eran más pobres que él. Ahí vivió una vida de una dignidad extraordinaria. Ana Ribeiro ha resaltado mucho este aspecto, la dignidad de Artigas en su estadía en el Paraguay.

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