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Entrevista central, miércoles 3 de mayo: María Urruzola

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EC —Cuando te propusieron el libro, según tú misma explicás, la primera respuesta fue negativa. Además no conocías prácticamente nada sobre Eleuterio Fernández Huidobro. ¿Cómo es eso?

MU —No, me parece que yo conocía lo mismo que en términos generales conocían la inmensa mayoría de los uruguayos, que era la actividad de los últimos años de Huidobro como ministro y poco más. Ni en mi memoria ni en mi archivo tenía muchas cosas sobre él, y tampoco tenía muy clara su trayectoria política. El libro tiene una cronología de la vida política de Huidobro que hice para ordenar su trayectoria, que yo particularmente no tenía clara. Como habrás visto, son 50 años de actividad política que tuvieron que ver con prácticamente todo lo que pasó en este país en esos 50 años. Creo que la inmensa mayoría de la gente común y corriente tampoco tiene muy claro cómo fueron la vida y el itinerario político de Huidobro.

EC —¿Cuándo te propusieron el libro? ¿Cuándo empezaste a trabajarlo?

MU —Una semana o algo así después de que falleció.

EC —En el mes de agosto. Y teniendo en cuenta la dificultad de la tarea que venía por delante, por esto mismo que estás describiendo, ¿no era un riesgo grande este proyecto?

MU —No, uno hace lo que puede… No sé qué contestarte.

EC —El libro se escribió… ¿en cuánto? En ocho meses, nada más.

MU —Sí, en siete meses. Se investigó y se escribió en siete meses. Es mi oficio, llevo 30 años de investigación y cuando trabajaba en un semanario los plazos de investigación de los temas eran mucho más cortos. Tener siete meses de investigación a full es un privilegio. Además me jubilé hace dos años, justamente para dedicarme a escribir. O sea que soy una jubilada que se dedica a escribir. Ese es mi estado civil.

EC —Está dicho en la página 12 de libro: “No espere el lector la explicación de una trayectoria de más de 50 años, que empezó intentando una revolución y terminó calificando de éxito la derrota de aquel intento”. Ya hay ácido en esa frase, ¿no? ¿Qué termina siendo, entonces, el libro, si no es una explicación de la trayectoria?

MU —Es un intento de enlazar o hilar o vincular los diferentes Huidobro que uno fue viendo a lo largo de la vida. Creo que la pregunta de cuántos Huidobro había y cómo era posible que un tupamaro que intentó hacer la revolución en los años 60 terminase siendo el ministro de Defensa, que además protegía a los militares acusados de los violaciones de los derechos humanos, era una pregunta pública y se la hacían por lo menos todos nuestros colegas que se dedican a la política. Incluso un periodista como Samuel Blixen lo había escrito en Brecha, “¿Cuántos Ñatos?”, en el momento de la muerte de Huidobro.

EC —Tú no citás a Samuel Blixen por casualidad, supongo. Blixen integró el MLN en una parte de su vida.

MU —Pero no lo cito sobre todo por eso, sino porque él analizó en varios momentos la figura de Huidobro, dejó planteadas preguntas sobre cómo era posible el cambio que se había operado en la postura política de este hombre. Yo termino respondiendo en el libro que Huidobro no cambió. Espero que no haya tanta dificultad lectora como para no darse cuenta de que yo finalmente respondo esa pregunta diciendo que hubo una línea de pensamiento en la vida de Huidobro. Que seguramente él la fue mejorando, perfeccionando, profundizando, pero que básicamente tuvo una línea coherente de pensamiento sobre el papel de los militares. Primero en una revolución, después en garantizar determinados temas de soberanía nacional y finalmente cuando se paró como escudo diciendo que en este país el golpe de Estado había sido civil y no militar, que los militares habían sido los perejiles que habían hecho los mandados. Cosa que inicialmente fue así, tenía razón, pero después esos propios militares tomaron otro rol que no sé por qué dejó en el olvido. Yo encontré una línea.

EC —Tú decís que no cambió, que fue coherente. Pero el propio libro remarca modificaciones que hubo en su discurso. Por ejemplo, en lo que fue escribiendo a propósito de las Fuerzas Armadas después de la dictadura, que primero se perfilaba hacia la solución de la eliminación de las Fuerzas Armadas y eventualmente la creación de una guardia nacional, y luego al revés, se opone a esta posibilidad, entre otras cosas porque, sostiene, vio que se la impulsaba desde Estados Unidos, y se convierte en un defensor de esa institución.

MU —Sí. Era un hombre muy inteligente. Además, para quien se asombra de muchas de las cosas que tiene el libro, Huidobro fue un hombre que escribió mucho y habló mucho, y por lo tanto bastaba tomarse el trabajo de poner orden en todos esos papeles, sus propias exposiciones en el Parlamento, para ir encontrando los argumentos de su postura política. Desde el primer documento del MLN aparece el tema de las fuerzas armadas o de los ejércitos –como se decía en aquel momento– como un problema a resolver para hacer la revolución. Eso lo tenían planteado todas las fuerzas de izquierda. Es decir, qué hacer con el ejército. Además no estaba a favor de las guardias nacionales, al revés, estaba en contra tajantemente después de la salida de la dictadura. Lo que fue variando es que fue dejando ese tema, porque finalmente ahora tenemos una guardia nacional, que es la Guardia Republicana, que tiene competencia nacional y que tiene equipamiento de guerra. Esa pelea que él dio en los años 90 contra el gobierno blanco, para que no hubiera una guardia nacional, no la dio contra su colega Bonomi en los últimos años, finalmente se terminó imponiendo la visión de Bonomi. Hasta tal punto era importante el tema que el propio comandante en jefe del Ejército, el día del entierro de Huidobro, se refirió a eso en el homenaje que le hizo cuando le agradeció haber entendido que era necesario luchar contra las guardias nacionales.

Pero más allá de ese detalle de la guardia nacional, Huidobro siempre, desde el inicio de su trayectoria política, estuvo preocupado y ocupado en los temas militares, tal vez como pocos políticos en el Uruguay. Y lo pensó como lo pensaba la mayoría de la izquierda, que había que ganar a una parte del ejército. Después creo que de esa generalidad del ejército como definición genérica terminó negociando, conversando y haciéndose amigo de militares en concreto que además la mayoría estaban denunciados por violación a los derechos humanos. Ese es el cambio más importante, pero después, desde el punto de vista de su pensamiento, yo no encontré grandes cambios.

EC —Buena parte del libro se detiene en la relación estrecha y singular que Fernández Huidobro fue tejiendo a lo largo de su vida con los temas militares y con algunos oficiales de las Fuerzas Armadas. Y buena parte de esas referencias aluden a “pactos” más o menos secretos: desde “la tregua” MLN-Fuerzas Armadas del año 1972, gestada en el Batallón Florida, pasando por información sobre el MLN que Fernández Huidobro habría entregado en los interrogatorios a los que fue sometido, y llegando al freno o a los obstáculos que desde el Ministerio de Defensa habría puesto en varios episodios en que la justicia y/u organizaciones de derechos humanos reclamaban acceso a información o colaboración del Poder Ejecutivo. Hago este repaso porque en definitiva termina pintándose un personaje oscuro, muy lejos de lo que podríamos llamar el pedestal… Hay algo de eso, ese termina siendo el tono.

MU —Sí, sí.

EC —Y el retrato que aparece de él en la portada del libro es muy sugestivo.

MU —A mí me parece más un estilo Van Gogh que una cara llena de gusanos, como les parece a algunos. Es un problema de estética y de perfección del arte. Pero sí, eso del pacto es una pregunta que también estaba planteada en la vida política uruguaya desde hace mucho tiempo: si había un pacto, qué tendría ese pacto. Sobre esa teoría del pacto han escrito varios colegas míos.

Me parece que la persona que mejor definió este libro fue Darwin Desbocatti, que dijo que estaba entre los género todos lo sabíamos ya y es un bolazo. Porque muchos periodistas han dicho, incluso politólogos, que ya sabían que había habido asaltos del MLN en democracia, y los políticos contestan que es todo un bolazo. Lo cierto es que entre fines de los 80 y fines de los 90 en el Uruguay debe haber habido… no sé, no hice el conteo, porque implicaría un trabajo de archivo para el que no tengo tiempo, pero Canal 10, cuando hizo su programa Víctimas y victimarios, hizo un conteo de los últimos seis, siete años, y hay más de 100 asaltos a bancos, transportes de caudales, en aquella época cobradores, que nunca se resolvieron. Son muchos asaltos, mucho dinero y con un modus operandi muy limpio.

EC —Limpio… ¿en qué sentido?

MU —Que roban, asaltan, desaparecen, se llevan una cantidad de plata y no pasa nada, no hay heridos. En términos generales la mayoría de los asaltos siempre fueron rápidos y limpios. La propia policía estaba bastante sorprendida sobre eso, la capacidad operativa de esas bandas.

EC —Hasta el del local del BPS en Parque Posadas del año 1998. Ese ya fue otra historia.

MU —Exacto.

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