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Entrevista central, miércoles 8 de junio: José Serebrier

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EC —Remontémonos a sus inicios en el mundo de la música. Allí hay historias que vale la pena conocer. Por ejemplo, usted es hijo de padres rusos y polacos, pero ellos no eran músicos. ¿Cómo fue que apareció la música en su vida?

JS —Gracias a los conciertos a los que iba de niño, con muchos otros niños, al Teatro Solís, con la Orquesta Sinfónica del Sodre. En el antiguo Estudio Auditorio del Sodre algo me conmovió, un poco tarde. La mayoría de los niños empiezan a estudiar música a los 4, 5 años; yo comencé a los 9 años, que para un músico ya es un poco tarde. Pero fue esa la razón, algo me tocó el alma al escuchar música clásica.

EC —Según ha declarado en algunas entrevistas, era un niño por demás inquieto. A los 10 u 11 años decidió que quería ser director de orquesta, y fue a ver al ministro de Cultura de la época, nada menos que Lauro Ayestarán, el prestigioso musicólogo, a pedirle permiso para organizar una orquesta juvenil. ¿Cómo fue esa historia?

JS —La idea de organizar o tener orquestas juveniles era –yo no lo sabía en ese momento– totalmente fuera de lo común y novedosa. Ahora es muy común, gracias en parte a Venezuela, que increíblemente se ha convertido en la capital del mundo de orquestas juveniles. Tienen más de 100 orquestas juveniles, es increíble. Gracias al doctor Abreu, que es muy amigo mío. Pero en los años en que yo organicé la Orquesta Juvenil de Montevideo o de Uruguay no era algo común, la organicé porque el Sodre, por supuesto, no me dejaba dirigir a la edad de 12 años, no era factible. Y Lauro Ayestarán me tomó en serio, lo cual es increíble aún hoy.

EC —¿A esa edad usted ya dirigía, efectivamente? ¿Cuánta música sabía a esa edad?

JS —Yo aprendí a dirigir como los niños aprenden a caminar, es decir, cayendo y volviendo a subir. Después por supuesto estudié. Yo estudiaba violín, pero no sabía armonía, ni contrapunto, ni dirección de orquesta, ni mucho menos. Tuve grandes maestros, pero eso vino más tarde.

EC —Por eso, tenía 10, 12 años. ¿Entonces?

JS —Tenía 12 años. Aprendí a dirigir porque lo quería hacer, aprendí la rutina de dirección y después poco a poco tuve grandes maestros y aprendí todo lo que se puede aprender. Pero en ese momento la idea era hacer música, hacer una orquesta juvenil. Hicimos conciertos por cuatro años.

EC —¿Le dieron ese permiso? ¿Qué implicaba el permiso, en qué consistió ese aval del ministro de Cultura?

JS —Muy importante. Lo más importante de todo: me dio una carta, un papel, que me permitía faltar a clases de liceo para poder ir por todos los liceos y escuelas de Montevideo averiguando quiénes tocaban instrumentos. Con esa carta yo podía faltar a clase, más que nada de matemática. [Risas]

EC —¿Esa era la materia que le interesaba evitar?

JS —Iba a todas las clases. Hubo otra cosa que me llamó mucho la atención. Yo iba al liceo nº 5, José Pedro Varela, lo visité por primera vez después de todos estos años hace poco. Es un edificio extraordinario, el antiguo edificio del liceo. Se han mudado desde entonces, está atrás del Paraninfo, atrás de la Universidad. Y en todos los intervalos, en los recesos entre las clases, se tocaba por los parlantes, siempre, por años, música de un film que se llama Concierto de Varsovia. Eso también ayudó a que yo me interesara en la música clásica, aunque no es clásico en el sentido tradicional; me conmovió mucho. Y ahora, por primera vez, hace unos meses, dirigí esta obra en Londres, con el Royal Philharmonic Orchestra, en un concierto que se llamó La Edad de Oro de Hollywood, en el Royal Albert Hall, donde caben más de 7.000 personas.

EC —Un concierto masivo.

JS —Masivo; también a beneficio, como el que hacemos mañana en el Teatro Solís, que es a beneficio del Teatro Solís. El de Londres fue a beneficio de la orquesta. Poca gente sabe, fuera de Inglaterra, que las grandes orquestas de Londres, que son cuatro, extraordinarias, que están entre las mejores del mundo, son privadas y no tienen seguro de vida, ni seguro de salud, ni jubilación, nada de eso. Es increíble, son extraordinarias, entre las mejores del mundo. Y este concierto fue a beneficio de una de ellas, para la Royal Philharmonic.

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