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Entrevista central, miércoles 8 de junio: José Serebrier

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EC —¿Cómo maneja la dualidad compositor-director de orquesta? No es tan común eso.

JS —Hoy no es común, pero en el siglo XIX todos los directores eran compositores primero: Wagner, Liszt, […], hasta principios del siglo XX. Solamente en los últimos 80 años se ha dividido en especialidades; hay directores que no solamente no componen, sino que solamente tocan música barroca o solamente música romántica, son especialidades. Yo no me especializo. Lo malo de ser compositor y director es que no tengo tiempo de componer, estoy constantemente dirigiendo en todas partes del mundo y puedo componer en las vacaciones, lo cual no es ideal, porque las vacaciones son para descansar.

EC —¿Y cuándo y cómo se interpretan sus obras?

JS —Tuve gran suerte. Por ejemplo, Stokowski, gran director, estrenó mi primera sinfonía cuando yo tenía 17 años, y la grabó. La grabación recién salió por segunda vez hace un año, más o menos. Un gran director inglés, sir John Eliot Gardiner, grabó mi Sinfonía para percusiones. Yo nunca incluyo obras mías en conciertos.

EC —¿Nunca?

JS —Con excepciones si hay un festival especial, como el que tuvo lugar ahora en Beijing.

EC —En principio no se coloca a usted mismo en el repertorio.

JS —No; por una razón muy simple: hay tan poco sitio en los conciertos de hoy para música contemporánea que prefiero tocar obras de otros compositores y no tomar ese pequeño espacio con obras mías. Es la única razón.

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EC —José Serebrier nació en Montevideo el 3 de diciembre de 1938. Es compositor y director de orquesta. Se graduó en la Escuela Municipal de Música de Montevideo, ganando la competencia de compositores del Sodre, con su Leyenda de Fausto, a los 15 años. Completó sus estudios en EEUU con una beca del Departamento de Estado.

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EC —Preguntan de la audiencia: “¿Serebrier escucha algún otro género musical? ¿Cómo se lleva con el rock, con el jazz, con el blues, con el tango?”.

JS —Tengo muchos amigos en el ambiente de música popular. Tango, por supuesto, tengo varios amigos uruguayos que son extraordinarios bandoneonistas, con los cuales he hecho conciertos de tangos clásicos en Washington. A Raúl Jaurena, gran bandoneonista uruguayo que vive en Nueva Jersey, lo he invitado a tocar conmigo en Washington, con extraordinario éxito. A otro uruguayo que vive en Barcelona, Tellechea, lo invité a tocar en Montevideo el Concierto para bandoneón y orquesta de Piazzolla, e hizo un disco conmigo de tangos, un disco un poco fuera de lo común, para el mismo sello, BIS. Yo grabo para muchos sellos, pero en el sello BIS puedo sugerir. Fue idea de ellos hacer una grabación con tangos clásicos: Stravinski…

EC —¡Nada menos!

JS —Nada menos. Stravinski, igual que Schönberg, se mudó a Hollywood porque quería componer música para películas, porque Korngold, gran compositor checo, fue a Hollywood e hizo una carrera increíble, extraordinaria. Entonces dijeron: “Ahí es donde está el dinero, vamos a ir”. Y ni uno ni el otro, ni Stravinski ni Schönberg, lo lograron, porque era una cosa muy especializada. Stravinski pidió consejo a varias personas: “¿Qué puedo hacer para convencer a los directores de películas?”. Y le dijeron: “Tiene que escribir algo popular, algo que llegue al público”. En ese momento, como ahora otra vez, el tango era lo más popular, y escribió un tango. Pero es un tango muy raro, muy stravinskiano, al estilo de La consagración de la primavera. No solamente no consiguió escribir música para películas, sino que le dijeron: “No, aquí no, con mucho respeto, pero aquí no”.

El caso de Schönberg es aún más curioso. Schönberg le preguntó a su amigo Rubinstein: “¿Cómo hago para interesar a Mayer –de Goldwyn Mayer–?”, “Ah, es muy amigo, lo llevo yo a la oficina”. Fueron a ver a Mayer, y Mayer le dijo: “Arnold (Schönberg), siéntese al lado mío aquí, no sea tan formal. ¿Por qué quiere escribir música para películas? Usted ya es un compositor muy famoso en todo el mundo”, “Ah, porque necesito el dinero para mandar a mis hijos a las universidades. Las universidades en EEUU son muy caras”, “Bueno, Arnold, es un gran honor, un gran gusto. Aquí le doy tres rollos del film que se acaba de filmar; hoy es viernes, el miércoles de la semana próxima, o el jueves a más tardar, tráigame la partitura”, “Ah, no, yo necesito un año para escribir una partitura”. Y la respuesta más curiosa de Mayer fue: “Pero, Arnold, no se preocupe: usted escriba las melodías y mis muchachos hacen el resto”.

EC —No le gustó mucho, supongo.

JS —Entonces Schönberg escribió una obra que se llama Música para un film imaginario.

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