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Entrevista central, viernes 12 de enero: Juan Raso

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DS —Quiero abordar un tema que ha tenido particular relevancia en los últimos años que tiene que ver con la violencia relacionada con las relaciones laborales. Traigo a la memoria los casos de maestras golpeadas por madres, de doctores golpeados por pacientes y el famoso caso de Salto, donde un capataz dirimió a rebencazos un pleito con un peón. ¿Qué puede decir al respecto? ¿En qué medida la violencia en el trabajo tiene que ver con esto de que estamos hablando? ¿Qué cambios nota usted como abogado en este tema?

JR —Es un tema que me preocupa mucho. A comienzos de año en mi blog, mientras llegaban todos esos mensajes de un 2018 maravilloso, yo expresaba mi preocupación en ese sentido. Nuestra sociedad, la sociedad global, no solo la sociedad uruguaya, está entrando en aspectos de violencia individual promovida también por una exacerbada cultura que privilegia al individuo, crea la competitividad. Y ese tema de violencia se va extiendo en la violencia en los barrios, la violencia que llegó al fútbol, la violencia que crece silenciosamente en los hogares. Y hoy ese es el miedo que tengo, la violencia que está llegando a las relaciones laborales.

Las relaciones laborales, si exceptuamos la época de la dictadura, o especialmente si miramos desde 1985 a ahora, en Uruguay fueron relaciones laborales de confrontación, de peso, pero nunca existió la violencia, siempre existió el respeto de las reglas del juego. Hoy la violencia está llegando a todos los ámbitos ciudadanos, y el trabajo es uno de los principales ámbitos ciudadanos. Es ahí donde tenemos que tomar conciencia de este tipo de cuestiones. Hay temas en lo laboral que no pertenecen ni al empresario ni al sindicato ni al ministerio, son temas que pertenecen a toda la sociedad y todos desde cada perspectiva tienen que trabajar para bajar la pelota al piso. Hay que enfriar el partido, porque si no se va realmente la identidad ciudadana de un país.

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RA —Le propongo referirnos con un poco más en detalle a la ley de acoso sexual dentro del ámbito laboral, que es el marco normativo que hay en este tema. Hicimos particular énfasis en el acoso moral al principio, pero vayamos a lo que establece la ley de acoso sexual. Veía la definición en el artículo 2, que dice: “Se entiende por acoso sexual todo comportamiento de naturaleza sexual realizado por personas de igual o distinto sexo no deseado por la persona a la que va dirigida y cuyo rechazo le produzca o amenace con producir un perjuicio en su situación laboral o en su relación docente o que cree un ámbito de trabajo intimidatorio, hostil o humillante para quien lo recibe”. Así lo define la propia ley, pero ¿podemos hablar de las otras particularidades? Estoy pensando en qué se requiere para probar un acoso sexual y cómo también ahí se da esa frontera difusa entre quizás un acoso sexual y una intención de iniciar una relación que no es correspondida.

DS —O un flirteo.

JR —Una aclaración importante: el acoso sexual es un comportamiento no deseado por la víctima. Es decir, quien fija si un hecho es un acoso sexual o no es la sensibilidad de la víctima, no lo fija la sociedad o un criterio de razonabilidad. Esto es importante, yo siempre hago este ejemplo a los estudiantes: ¿un piropo es un acoso sexual o no? Cuando hago esta pregunta, generalmente los estudiantes dicen “no, un piropo no me parece un acoso sexual”. Entonces yo replico: “Y si llega un momento de examen, un examen escrito, y el docente se acerca a una estudiante que está contestando las preguntas y le hace un piropo, ¿eso es o no es acoso sexual?”, “Ah, profesor, es distinto”. Es muy importante el contexto en que se da una situación.

Vamos ahora a la pregunta de cuándo estamos ante un acoso y cuándo no. La primera cuestión […] la determina la propia víctima, esto es importante.

La segunda cuestión, hay que reforzar una cultura de respeto hacia la otra persona. Yo sinceramente soy una persona comunicativa, me gusta la gente, pero no se me ocurriría hacer piropos ni por la calle ni en el ambiente de estudio ni en cualquier lugar. Entonces hay que ser muy prudente, hay que salir de la cultura machista. Creo que el piropo marca la línea divisoria donde empieza el acoso.

¿Cómo se prueba el acoso? Es muy difícil de probar. Los trabajadores que son testigos del acoso muchas veces se resisten a declarar. El acoso otras veces se desarrolla a puertas cerradas, el jefe llama a la secretaria y cierra la puerta. Hay grandes dificultades para probar el acoso. Entonces uno puede decir ¿para qué sirve esta ley, no hay juicio sobre acoso, hay pocos juicios? La ley sirve muchísimo, porque está despertando esas denuncias ante el Ministerio de Trabajo. Y el acosador, en mi criterio, es un hombre que se alimenta de sus manías en el silencio, escondido. Una vez que es denunciado, una vez que aparece en público, realmente tiene un impacto negativo muy fuerte en su personalidad. Entonces más que probar o no probar, es destapar la situación, creo que eso es lo más importante, y hacerlo con la mayor seriedad posible.

DS —En todos sus ejemplos usted se refiere al acoso sexual que tiene por objeto o por víctima a una mujer. ¿Le ha tocado algún caso de una mujer que acose a un hombre o de un hombre que acose a un hombre o de una mujer que acose a una mujer?

JR —No, no me ha tocado. He estudiado alguna situación en el extranjero a través de Google, de internet. Pero hay que ser muy claro en estas cuestiones, en mi opinión […], el acoso es un problema de género, me parece que el acoso hombre a hombre o mujer a hombre es la excepcionalidad, por lo menos en estas latitudes sigue siendo un fenómeno con una marcada presencia de poder machista sobre la mujer. Por lo tanto hay que presentar el tema del acoso como un tema de género. Es como el tema de la violencia, hay casos de violencia de la mujer contra el hombre, pero lo que se va expandiendo en la sociedad es la violencia del hombre contra la mujer, por su mayor vulnerabilidad.

RA —En un caso de posible abuso sexual, ¿cómo debe proceder la víctima para denunciar y cómo se sigue después esa investigación en los distintos ámbitos?

JR —En lo que he tenido la posibilidad de intervenir siempre he aconsejado a la víctima que se haga asesorar por un médico, por un psicólogo para entender si verdaderamente está ante una situación de acoso. Y ahí hacer una denuncia. La denuncia no precisa formalidad, no hay que ir ante escribanos, no hay que ir al ministerio, se manda un e-mail al gerente general diciendo “señor, creo que estoy viviendo una situación de acoso”, detallando con la mayor precisión los hechos del acoso, y si es posible acompañarlo con un certificado médico. La empresa en este caso debe ocuparse enseguida del tema. Retrasar el tema no lo va a resolver y sí va de alguna manera a empañar la responsabilidad de la empresa. La empresa con mucha objetividad debe consultar a su departamento de personal o a su departamento jurídico, eventualmente contratar un asesor externo, que como no conoce a las partes juzga con mayor razonabilidad, y ahí hacer una pequeña investigación, si es posible con la presencia de un delegado sindical. La presencia del sindicato sirve ya sea para controlar la acción de la empresa, ya sea para ver si se encuentran soluciones de reparación de la situación. A veces la reparación de la situación es un traslado del puesto de trabajo del trabajador, eso es una realidad. Pero creo que el plan A es […] la cosa ahora, explicarle bien cuál es la política de la empresa en materia de acoso y crearle al trabajador ese espacio de serenidad y libertad para poder trabajar mejor.

Otro tema también muy desagradable en la cuestión del acoso es que la persona acosada no siempre tiene el respaldo de sus compañeros de trabajo. Muchos compañeros de trabajo perciben a la persona acosada como una persona que haciendo uso de su gracia o de su belleza trata de avanzar en la carrera en connivencia con el jefe. Eso es terrible para la persona que es víctima del acoso y que tiene el temor de perder su trabajo, que es la fuente de sus ingresos.

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