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Entrevista central, viernes 12 de enero: Juan Raso

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RA —La víctima puede pedir una indemnización. Usted decía que a veces se soluciona cambiando de puesto de trabajo, pero se puede llegar hasta esa instancia, si la Justicia lo determina.

JR —La ley permite una indemnización, que no es una indemnización enorme desde mi perspectiva, porque es una indemnización tarifada, seis meses. La persona que los jueces declaran víctima de acoso tiene derecho a seis meses de indemnización. No tiene por qué haber sido despedida, puede pedir su indemnización sin reclamar despido.

La otra vía, que lamentablemente siguen muchas personas acosadas, es considerarse indirectamente despedidas y pedir el despido común más seis meses de despido especial por abuso. Pero repito, es muy difícil probar las situaciones de acoso, porque este se desarrolla siempre en un ambiente algo secreto, algo reservado, y la trabajadora acosada tiene miedo de ir a un juicio por despido indirecto, porque si pierde el juicio no tiene despido, no tiene nada de nada.

DS —Usted aconsejaba que en estos casos de acoso la persona vaya, hable con el gerente general, que se hable con el delegado sindical, que se consulte a la asesoría jurídica. Estamos hablando de empresas grandes, de empresas organizadas, de empresas que tienen determinada estructura que permite canales sobre los cuales la acosada pueda manifestar su interés. Pero cambiando el escenario, se me ocurre una panadería de barrio chiquita, donde no hay asesor jurídico, no hay sindicato, no hay una organización fuerte como para que ella pueda canalizar. ¿En ese caso qué hace la persona?

JR —Ahí vemos la diferencia en el tema de las relaciones laborales. En la situación de la panadería chica a la persona no le queda otro remedio que hacer una denuncia policial o empezar un juicio que no necesariamente tiene que implicar el despido. Queda siempre abierta al acosado la vía judicial. Si el acosado tiene pruebas concretas del acoso sexual del panadero, en el supuesto que usted hacía, puede iniciar un juicio contra el panadero por daños y perjuicios. Y los daños y perjuicios probablemente van a ser las consecuencias dolorosas, las angustias, las depresiones, los gastos médicos, las pastillas que tuvo que traerse para sobrevivir a ese acoso en la pequeña empresa.

Un tema sobre las pequeñas empresas que no quiero dejar de mencionar es que el nuevo decreto de 2017 sobre acoso sexual extiende la responsabilidad de la empresa principal a sus empresas tercerizadas, con dos situaciones. Se aconseja que la empresa principal indique en los contratos con sus subcontratistas que para ella es importante una política libre de acoso sexual o acoso moral. Eso es una cuestión muy importante. Y la segunda cuestión, el decreto dice “la empresa principal tiene el deber de controlar si hay acoso”. Es muy difícil para la empresa principal controlar si hay acoso, pero eso le da la posibilidad al trabajador del subcontratista de denunciar una situación de acoso no solo a su empleador, el subcontratista, sino también a la empresa principal, para que tome cartas en el asunto.

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RA —En Estados Unidos ha cobrado mucha notoriedad el movimiento #MeToo, que implica estas acusaciones públicas y la cantidad de víctimas que han salido a expresar que también fueron víctimas de acoso sexual en su ámbito laboral. ¿Considera que eso puede pasar acá, que puede darse una avalancha de denuncias de este tipo?

JR —Creo que los actores sociales, ministerio, empresas, sindicatos, tienen que metabolizar esa situación. Para mí sí está muy claro que toda situación de abuso y especialmente de abuso sexual tiene que ver con el poder, tiene que ver con un individuo con más poder que invade la intimidad y la sensibilidad de otro individuo con menos poder. Realmente es algo deleznable, algo condenable y es un tema del que se tiene que hacer cargo la sociedad toda. El ejemplo de Hollywood ha demostrado que los intocables pueden ser tocados. Eso tiene que trasladarse a las culturas nacionales y a nuestra cultura. No olvidemos que era una cultura que hasta hace pocos años sonreía o no miraba el tema del acoso. Hoy en día cualquier jefe inteligente, los jefes jóvenes empiezan a cuidarse en esta cuestión porque saben que el daño que pueden recibir no solo de la Justicia o de una sentencia, sino de la mirada de la sociedad, puede ser muy grande. Por eso bien merece trabajar para una cultura libre de acoso.

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Transcripción: María Lila Ltaif

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