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Entrevista central, viernes 14 de abril: Roberto Blatt

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EC —Tus primeras experiencias religiosas fueron católicas.

RB —Efectivamente. Y de hecho, en un país laico como este, y luego también en contacto con algún que otro movimiento sionista judío, que me interesó más/menos, porque de alguna manera estaba muy involucrado con la contemporaneidad uruguaya en épocas en que ya se acercaban las medidas prontas de seguridad. Es decir, me preocupaba más la situación del Uruguay que una utopía sionista en Israel, pero las circunstancias históricas me empujaron. Yo tenía que tomar posiciones aquí políticas que luego fui incapaz de tomar y me encontré en Israel, donde pasé unos cuantos años, estudié, mi doctorado de hecho se hizo en Alemania, no en la Universidad de Ben Gurión, pero en todo caso la base fundamental de mi preparación académica fue allí.

Y al mismo tiempo me involucré en el movimiento por la paz, con lo que inmediatamente estuve en contacto con palestinos y con árabes de otros países con los cuales me encontraba en el extranjero, y además tenía una relación con el islam más tradicional, porque como estudiante en la universidad hacía de guía en el desierto, donde llegué a conocer varias tribus beduinas, con las que se generó una especie de relación entre aventurera y antropológica, con lo que de pronto yo me veía envuelto por una cantidad de interrogaciones. Es decir, frente a Israel tenía que replantearme mi judaísmo, frente a los beduinos el islam y la modernidad, frente a los palestinos un proyecto competitivo en un mismo territorio por una realización nacional. De alguna manera me he sentido toda mi vida uruguayo y la laicidad fue algo que se implantó en mí con fuerza, pero nunca desplazando del todo una fascinación por lo religioso, que mantengo hasta hoy.

EC —Es muy importante ubicar al principio de esta charla esa peripecia, porque es originalísima.

RB —Fue lo que me obligó a escribir el libro para poner orden en mis propias experiencias.

EC —Con todos esos antecedentes, ¿te considerás religioso hoy?

RB —Contesto con truco: me considero una persona religiosa, sin embargo soy incapaz de decir que creo en Dios. Por lo tanto mi religiosidad tiene más que ver con una sensación de asombro frente al ser, que no creo que esté resuelta por el discurso científico, que me fascina, pero no creo que resuelva las preguntas que en general se plantea la religión. Por lo tanto tengo esa actitud religiosa, digamos que no termina de cuajar en una fórmula institucional o en una imagen de la divinidad que no termino de aprehender.

ROSARIO CASTELLANOS (RC) —Empecemos hablando sobre ese dios en el que no crees y que sin embargo consideras que es el mismo que dio origen a las tres religiones monoteístas a las cuales nos referimos: el judaísmo, el cristianismo y el islam. ¿Podemos profundizar en ese concepto?

RB —El subtítulo es importante: tres lecturas sobre un mismo dios. La vocación era acercarnos a ese dios, que en principio uno considera común, sobre todo si partimos de un origen, de un texto original común.

RC —El Antiguo Testamento.

RB —El Antiguo Testamento. Desde ese punto de salida de lectura, uno se imagina que alcanzará un mismo concepto de divinidad. Luego la historia nos ha demostrado que no es así.

RC —Entonces, ¿cuáles serían las principales diferencias que originaron el enfrentamiento de hoy?

RB —Es curioso, el enfrentamiento judío-cristiano básicamente es un brutal conflicto de familia. Porque de alguna manera el cristianismo surge después de una crisis terrible, la destrucción del templo de Jerusalén. La destrucción del Estado templo de pronto obliga al judaísmo bíblico a redefinirse, y se redefine en dos líneas, lo que hoy consideramos judaísmo, la línea talmúdica, y lo que consideramos cristianismo. Son dos soluciones que se dan ante un cataclismo, el universalismo cristiano por un lado, el cosmopolitismo judío por el otro. Y en cierto sentido, como el cristianismo nace con cierto complejo de novedad, de alguna manera se le atribuye al judaísmo estar más ligado a las raíces originales y al cristianismo menos, entre otras cosas porque adopta el griego en lugar de mantener el hebreo y el arameo. Entonces hay una competencia entre judaísmo y cristianismo sobre quién tiene la máxima autoridad revelatoria.

En realidad las concepciones del judaísmo y del cristianismo no son directamente contradictorias, punto que creo que ilustra la anécdota de quien fue Luis […], que fue arzobispo de París, que se definía como un judío católico. Era arzobispo de París, pero había sido un niño judío salvado en un convento durante la Segunda Guerra Mundial. El judaísmo no está definido por la fe sino por el nacimiento, hijo de madre judía o convertido al judaísmo, por tanto un judío no puede dejar de ser judío nunca, aunque se convierta al cristianismo, adopta un credo pero no deja de ser lo que era. Son dos formas de identidad distintas no necesariamente contradictorias.

RC —Y que no tienen además una competencia territorial.

RB —Tampoco tienen una competencia territorial, durante 2.000 años los judíos abandonan la historia y de alguna manera la política, aunque los antisemitas consideran que no, que están ahí escondiditos en un rincón conspirando.

RC —Se organizan de determinada manera en distintos territorios y en base a distintas autoridades, porque cada comunidad tiene su propio rabino.

RB —Absolutamente, cada comunidad tiene su propio rabino y debe lealtad al Estado en el que está. Y en general es una lealtad sumamente rigurosa. Se ha acusado siempre al judío de ser apátrida y no ser fiable, recuerdo que incluso aquí en la escuela me preguntaban: “si hubiera una guerra entre Israel y Uruguay, ¿con quién lucharías?”, ese tipo de preguntas delirantes. Pero en realidad es increíble lo fieles que fueron los judíos a los países en los cuales estaban. Por un lado debían fidelidad a la comunidad y a una forma de practicar la fe, pero por otra parte no había ninguna contradicción en estar en el Ejército ruso o en el Ejército polaco o en el Ejército alemán en la Primera Guerra Mundial.

RC —Sin embargo los echaron de los países.

RB —Sí, efectivamente, desde el siglo XII, cuando empiezan las expulsiones, hasta la última religiosa, que es la portuguesa –no la española–. Y luego aparecen las tesis raciales, los excluyen incluso de la humanidad. Hay un largo proceso. Yo trato de atribuir este fenómeno tan lamentable, primero, al hecho de que aunque no hay una contradicción directa entre cristianismo y judaísmo, el cristianismo nace con una imagen fundamental, que es la pasión de Cristo. En la pasión de Cristo el papel que le toca al judío no es exactamente el más positivo.

RC —Es el victimario.

RB —En cierto sentido se convierte en el primer arquetipo del “otro malvado”. Eso cuaja sobre todo en el mundo cristiano, cuaja mucho menos –paradoja– visto de hoy, en el mundo musulmán, donde un ciudadano en general como el cristiano –son pueblos del libro– es un ciudadano con menos derechos, pero que en principio no es perseguido y que puede alcanzar incluso posiciones de alto rango. A pesar de las persecuciones –porque siempre recordamos las persecuciones– que los judíos sufrieron en el mundo cristiano, alcanzaron también niveles de desarrollo y rangos económicos e intelectuales extraordinarios. Curiosamente, el judaísmo en la diáspora cristiana produjo más desde el punto de vista intelectual y artístico que el judaísmo que siguió en el mundo islámico, sobre todo por la decadencia del islam a partir del siglo XVIII.

EC —Hasta ahora venías contestándole a Rosario a propósito de las diferencias entre el cristianismo y el judaísmo. Falta el islam.

RB —El islam en realidad no tenía ningún tipo de conflicto especial con el judaísmo. Los judíos ocuparon posiciones de privilegio en la España islámica, en el Imperio otomano y en general. Eran dimis, eran ciudadanos de segunda, tenían que pagar los impuestos que tiene que pagar el infiel, pero tenían un privilegio, junto con los cristianos, sobre los demás pueblos porque eran “pueblos del libro”. En ese sentido, dado que el Corán también se refiere a su origen remoto en el Antiguo Testamento, hay una diferenciación favorable de cristianos y judíos dentro del mundo islámico. Pero la gran crisis del islam hasta el siglo XX es por el cristianismo, porque son las dos potencias en expansión.

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