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Entrevista central, viernes 22 de julio: Roberto Canessa y Pablo Vierci

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PV —El relato ese minucioso de la caminata era importante para lo que viene después en el libro. Porque lo que experimentan todos estos pacientes es como una metáfora, es una caminata equivalente. Como también lo es la búsqueda por arriba, por el cielo, que hace el avión C47 con el papá de Roberto como pasajero y los otros tripulantes y los otros padres. Es adrede, no es un regodeo porque sí el haber hecho en forma minuciosa la caminata. Porque es lo que después hace Roberto con cada uno de los pacientes, como está narrado en el libro.

RC —Además teníamos como 800 hojas, así que con cada frase de ese libro tenés para pensar media hora, porque hay mucho escrito ahí.

EC —Pablo, tú participaste en investigaciones sobre este caso para un libro anterior, La sociedad de la nieve, conocés a varios de los protagonistas desde tu infancia, la tragedia de los Andes es casi una especialización tuya. Entonces, en estas entrevistas, en estos diálogos, en la cantidad de información que fuiste recabando en estos diez años con Roberto, ¿descubriste elementos nuevos?, ¿te impresionó algo a lo que no le habías dado importancia?

PV —Sí, creo que esta es la obra que me impactó más. Todas las obras que te apasionan te cambian de posicionamiento, te cambian de órbita, pero esta obra particularmente me cambió de órbita. Y se comprobó algo que yo siempre había sospechado. No me interesaba tanto el Roberto en los Andes, el doctor de la montaña, el estudiante de segundo año de Medicina en los Andes, que además tenía una energía y era muy creativo y era muy difícil la convivencia con él, como todos cuentan, y que participó en la caminata…

EC —Dice en determinado momento: “En los hospitales donde trabajo, algunos colegas me reprochan, a mis espaldas o mirándome a los ojos, el ser avasallador, demasiado impetuoso, un bólido que no respeta las convenciones. Algo equivalente a lo que me ocurrió con mis compañeros en la montaña”.

PV —Si tú pensás siempre fuera de la caja, siempre en forma muy heterodoxa, vas a chocar. En ese sentido yo soy parecido, en mucho menor grado. Con Roberto hay que acostumbrarse a que siempre te va a inventar algo. Cuando empezamos a hablar del libro quería que tuviera un chip… Es también un proceso ese.

EC —Entonces, ¿qué te marcó, qué te impactó de todo lo que recabaste en este nuevo trabajo?

PV —Confirmar que aunque para Roberto no sea tan claro, hay un vínculo estrecho, muy estrecho, muy sutil, muy intangible, entre una adversidad extrema como aquella y esta especie de energía desbordante por los otros, por los pacientes, por personas que caen en la drogadicción, personas que no tienen casa. Hay un vínculo muy estrecho entre una adversidad extrema y una actitud diferente ante la vida, un episodio que fue trágico pero épico y que se propaga y se multiplica en otros episodios épicos. Te planteás que la vida tiene un sentido diferente que te estás perdiendo. Uno se puede acercar a un sentido de la vida diferente. Por eso es muy profundo y me produjo una gran conmoción, como producen las buenas obras o las personas que te iluminan. Uno cambia de posicionamiento, ves el mundo de una diferente, ves tu vida de una manera diferente.

***

EC —La segunda parte del libro, la más sorprendente, conecta todo lo sucedido en los Andes con tu trabajo, Roberto, como médico. Tú eres cardiólogo infantil, pero ¿cuál es concretamente tu especialidad?

RC —Hago ultrasonido, miro el diagnóstico del niño antes de nacer, y también sigo a los pacientes, los oriento de acuerdo a sus posibilidades sobre cuál es el mejor tratamiento para ellos. Pero en ese tiempo los niños han crecido, tienen ya 10 años, y se murió mi padre, se murió mi madre, pasaron muchas cosas en la vida en que los Andes me ayudaron. Por ejemplo, decirle a mamá: “Ya está, no vale la pena seguir luchando”. Porque a veces uno puede manejar la frontera entre la vida y la muerte, y hay momentos en que no vale más la pena sobrevivir, en que tenés que dejarte a la paz de la muerte. Es una parte que hay que aceptar también y que es muy importante para los pacientes.

EC —Los testimonios de pacientes y familiares citados en el libro ilustran a propósito del contacto diario de Canessa con situaciones muy angustiantes. Elijo un ejemplo, un caso.

En la página 232 habla Azucena, madre de María del Rosario, a propósito de la primera consulta contigo. El doctor Canessa le dijo: “A tu hija que está por nacer le falta la mitad del corazón. Podemos hacer un gran esfuerzo y salvarla. Si optamos por esta segunda posibilidad, debés tener muy claro que tu vida habrá pegado un brinco que no tiene retorno. Tu vida tal como la conocías desaparecerá para siempre. Se te habrá caído el avión. Y además, gastarás más dinero del que jamás imaginaste. Podés quedar en la ruina, tú y toda tu familia. Esa es la decisión que tenemos que tomar. Pero decidas lo que decidas, yo te voy a acompañar”. Ahora cuando escucha la lectura el doctor Canessa se emociona.

RC —Sin duda.

EC —¿Cuántas veces te tocó decir esto?

RC —Muchas. Ahí ves para dónde va a arrancar la familia. Una madre un día me dijo: “Mire, doctor, yo no puedo hacer esto. Tengo otro chico en mi casa, que tiene un retraso, y no me siento capacitada”. Aprendés a no juzgar a la gente.

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