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Entrevista central, viernes 3 de junio: Álvaro Garcé

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EC —¿Qué preocupaciones tiene con respecto a ese proyecto?

AG —La independencia técnica de los fiscales para nosotros es una cuestión de principios, es irrenunciable.

EC —¿Está en juego hoy en Uruguay?

AG —Podría estar en juego bajo una forma que se titula –el artículo 6 del proyecto– “Principio de unidad de acción, directivas generales”, que habilita al fiscal de Corte, independientemente de lo que se llama el soporte del órgano, es decir, el titular accidental, a introducir criterios generales que unifiquen la actuación del Ministerio Público. En principio uno puede decir: si las directivas generales no tienen conexión con casos particulares, no habría un riesgo. Pero a nuestro juicio es una norma peligrosa porque no tenemos demasiado claro dónde termina la directiva general y dónde comienza una recomendación o una orden, por ejemplo una recomendación encubierta. Cuando se trazan directivas de carácter general la ley proyectada dice “esto no tiene que ver con casos particulares”, pero lo que se veda, lo que se prohíbe es la intervención del fiscal de Corte en una cuestión concreta, lo cual vulneraría groseramente la independencia técnica de los fiscales. Creo que por la vía de las directivas generales se puede llegar a introducir recomendaciones encubiertas que terminen lesionando un principio fundamental como es el de la independencia técnica de los fiscales. Esta cuestión va a ser debatida en el Parlamento, yo simplemente quiero señalar la preocupación que tiene el partido y que para nosotros es una cuestión fundamental y de principio proteger y consagrar la independencia técnica de los fiscales. Como también es esencial la independencia técnica del Poder Judicial.

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EC —Es imposible, hablando sobre temas de seguridad pública, no consultarlo sobre lo que ocurrió hace una semana en el barrio Marconi. Que en realidad es un episodio más, no es el único, hay antecedentes de situaciones de violencia de ese tipo, sobre todo de enfrentamiento a la autoridad. Parte del discurso de la oposición ha estado centrado en denunciar que allí hay una situación que evidencia la falta de eficacia de la policía, que falta presencia del Estado. Sin embargo, otros enfoques apuntan a que el problema es la falta de contención social de una población que hace muchos años que vive en una situación de marginación consolidada. Usted que conoce de estos temas, incluso por su experiencia en el sistema carcelario, ¿cómo está viendo una coyuntura así?

AG —Creo que no hay o no debe haber una oposición entre ambas lecturas. Pero claramente el episodio del viernes pasado generó visibilidad de algo que existe desde hace mucho tiempo, que nos han denunciado recurrentemente trabajadores del transporte, trabajadores de la salud, familias, que nos dicen que los taxis a determinados barrios de noche no entran, las ambulancias tampoco, porque los pueden vandalizar, pueden rapiñar a los trabajadores que van en ellos. Nos dicen las familias que cuando quieren sacar a un niño o a un bebé en horas de la noche tienen que llevarlo en moto, en bicicleta o caminando hasta otro barrio y ahí tomar un taxi para llegar al Pereira Rossell o adonde se dirijan.

El episodio del viernes a mí me hizo acordar, el barrio ardiendo, las columnas de humo, la policía en número elevado, la gente nerviosa, de los escenarios de motín cuando se producían recurrentemente, hace años. En ese sentido está claro que una chispa en un contexto explosivo puede generar una onda expansiva brutal, que fue lo que pasó el otro día en el Marconi. Cuando las cárceles estaban en una situación de absoluta emergencia, cualquier incidente mínimo tenía una magnitud y generaba una onda expansiva brutal, al punto que una discusión entre un guardia y un interno podía terminar en un motín, como pasó tantas veces.

En este caso un hecho gravísimo como el que ocurrió en Marconi, de resistencia a la autoridad, termina generando que una turba enfurecida asalte un ómnibus, rapiñe a los pasajeros, golpee a muchos de ellos y encima prenda fuego al ómnibus. Todo eso además con una velocidad que llama la atención. Se parece al escenario de la pradera seca donde se arrima una chispa, un fósforo, y rápidamente se prende fuego. Hay un problema real que a nuestro juicio ha sido relativizado o minimizado por el MI, cuando se nos dice, por ejemplo, que en Marconi bajaron las rapiñas y que el delito ha entrado en una fase de meseta y no sigue creciendo.

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