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Entrevista central, viernes 4 de agosto: Mateo Gutiérrez

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EC —Es cierto que nosotros no tenemos todavía una producción cinematográfica muy voluminosa, pero llamaba la atención que no existiera un trabajo de este tipo sobre Ferreira Aldunate.

MG —Pasa también, es una realidad que fui constatando, que la gente vinculada a la cultura o al quehacer cultural está más cercana al Frente Amplio, está más cercana a la izquierda que al Partido Nacional. El Partido Nacional se ha quedado sin referentes culturales, eso lo constaté también. Entonces cuando hice D. F. vi ese material, terminé D. F., después me fui a México por trabajo publicitario al que me dedico, y cuando volví, en el 2012, volví con la intención de hacerlo, y ahí fue que le planteé a Mariana Secco, de Salado, para llevarlo adelante.

EC —Wilson Ferreira Aldunate era una presencia permanente en la vida familiar de ustedes. Incluso, claro, en aquella época de exilio en Buenos Aires, entre 1973 y 1976.

MG —Por supuesto, ahí es cuando más escuchamos hablar de Wilson y más lo vemos, y más la presencia del amigo, del viejo, estaba. Era un amigo más grande, tenía 15 años más que el Toba, y por lo tanto había una relación medio familiar, medio de hermano mayor, creo que había algo de eso. Y después de lo del Toba y Zelmar, con el exilio, en mi casa se habla de Wilson, es tema constante toda la vida. Y por una cuestión de edad –soy el menor de los cinco, a la salida de la dictadura yo tenía 14, 15 años– andaba con mi madre, y ella estaba en pleno tira y afloje con la salida. Entonces tuve ahí una primera línea de información siendo un chiquilín, que me ayudó después para tener una conciencia de lo que hablábamos.

EC —Te llevó más de cinco años de trabajo.

MG —Sí… cinco años de trabajo desde que lo planteamos, planteamos la búsqueda de entrevistas, la producción de las entrevistas y la producción del archivo. Hay también una cuestión de presupuesto, quizás con un presupuesto más holgado esos cinco años se hubieran hecho más fluidos.

EC —Fueron cinco años debido al trabajo “a la uruguaya”.

MG —Y sí, de 2012 a 2014 trabajamos sin dinero. En el 2014 ganamos un premio del Fondo de Fomento del ministerio y ahí pudimos empezar a trabajar. Eso obviamente influye. Y es cierto que no fue tan fácil, uno pensaba “ah, Wilson, tiene que…”. No fue tan fácil.

EC —No fue tan fácil… ¿qué?

MG —La búsqueda de financiación.

EC — ¿Ah, no?

MG —No, no fue tan fácil.

EC — ¿El Partido Nacional, por ejemplo, contribuyó?

MG —Sí; digo a nivel general. Una vez que ganamos el Fondo de Fomento, que nos dio el 50 %, 60 % del presupuesto, pudimos empezar a filmar, entonces ya era un hecho. Ahí tuvimos complementos de diferentes privados, desde amigos míos personales que querían aportar hasta el directorio del Partido Nacional por medio de su presidente, Luis Alberto Heber, que demostró su interés en participar en el proyecto y así fue, pusieron algo para eso.

EC —Repasando antecedentes, encontré que en el 2012 se anuncia la realización del documental y decías o se decía que se iba a titular Wilson, el vengador de la República…

MG — [ Se ríe.] Es cierto.

EC —El título después se acortó a Wilson. ¿Qué pasó?

MG —Por eso yo hago excepciones en cuanto al método, porque no me considero tampoco un documentalista. Me he convertido en documentalista porque he ido a buscar temas que tengo que contar con ese género. Pero he ido armando o madurando más bien el proyecto a medida que se va haciendo. A medida que se van haciendo las entrevistas, a medida que se van sumando testimonios y va floreciendo, uno va madurando qué es lo que quiere decir.

En el 2012 dijimos: “Ok, hagamos una propuesta de proyecto”, y escribimos un proyecto y le puse ese nombre. En el transcurso del trabajo me di cuenta de que ese nombre era parcial.

EC — ¿Podés explicarlo mejor?

MG —Sí, representaba una parte de la historia de Wilson, y yo quería un todo. Wilson cambió de actitud al final de su carrera, tuvo otra actitud política. Y le busqué la vuelta al nombre, porque para mí siempre se llamaba Wilson, pero con alguna bajada. Pero no me convencían, y después me di cuenta de que Wilson completaba toda la historia.

EC — ¿Qué Wilson querías mostrar?

MG —El Wilson que yo, por mi historia familiar, conocí. El Wilson afectuoso, el Wilson ser humano, el Wilson con una inteligencia increíble, no solamente a nivel intelectual, sino a nivel humano. Un tipo con herramientas muy frescas, un tipo con un humor increíble, con una afectuosidad y un cariño realmente entrañables. Cuando lo vi por primera vez, ya no de niño sino en el 83, cuando ya tenía 14, 15 años, era de un magnetismo la mirada… realmente causaba impresión. Me pasó pocas veces. Era increíble.

EC —Y hay mucho del Wilson humano, del Wilson persona, del que está detrás del político, ¿no? Por ejemplo, ese detalle que aparece, que por lo menos yo no conocía, de su pasión por las colecciones, el coleccionista de tantas cosas.

MG —De tantas cosas… Eso, lo mismo que se cuenta en la película con la música. Intentaba que Babina, su hija, tocara algún instrumento, y para convencerla, porque Babina no tenía ganas de aprender solfeo, le dijo “yo tomo clases contigo”, entonces aprendió solfeo y tocaba. Dicen que tocaba La traviata en un acordeón a piano. Entonces le decía a Gonzalo –tiene que ver con lo que me preguntás–: “lo hago para distraerme de los problemas, cuando estoy aprendiendo me distraigo, pero una vez que lo aprendo y ya me sale solo me vuelven los problemas, entonces lo dejo”. Creo que esto de las colecciones es el mismo mecanismo de distracción. Un tipo de una capacidad de acción muy grande, un tipo recontraactivo y con un desarrollo cerebral, una capacidad cerebral muy activa me da la sensación de que tenía que estar haciendo cosas continuamente. Entonces creo que lo de las colecciones, que es cierto –cucharitas, mates, cuadritos, cositas–, era un método de distracción de una persona muy activa.

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