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Entrevista, jueves 29 de marzo: Jorge Melguizo

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EC —Está claro que usted tiene un vínculo frecuente con nuestro país. Pero vamos a enfocarnos ya mismo en el trabajo que desarrolló en Medellín, esa ciudad de casi 2,5 millones de habitantes que en los años 80 y 90 era conocida como una de las más violentas del mundo. Usted se involucró, asumió responsabilidades en la alcaldía en 2004, bajo el mandato de Sergio Fajardo. ¿Qué panorama encontró en aquel momento?

JM —El panorama en el 2004 era desastroso. Desde finales de los 80 en Medellín y hasta el año 2004 tuvimos ese calificativo de “la ciudad más violenta del mundo”, durante 20 años. Fuimos 20 años seguidos la ciudad con mayor tasa de muertes violentas por homicidio.

Dos o tres datos. El pico de violencia fue en el año 91, veníamos subiendo en la década del 80 y en el año 91 fue el pico, tuvimos 6.700 muertes solo en Medellín, 18 muertes diarias, 18,? diarias. Una tasa de muerte violenta de 382 muertes por cada 100.000 habitantes. Ustedes hoy tienen 7 u 8 muertes por cada 100.000 habitantes, en el peor de los momentos han tenido esa cifra. Nosotros tuvimos 382.

EC —Es un número terrible.

JM —Es 50 veces más en la tasa con la que se mide la […] muertes violentas por homicidio. Cuando llegamos a la alcaldía de Medellín en el 2004 un grupo de ciudadanos, que no habíamos hecho política nunca […], nos encontramos con que la cifra era un poco más de 3.000 muertos al año, solo en Medellín. En este momento Medellín tiene una tasa de 19-20 muertes por cada 100.000 habitantes. Tenemos dos veces y media la tasa que tiene Uruguay, lo que por supuesto no nos hace estar contentos, pero hemos bajado en 95 % en estos últimos años esa tasa de muerte violenta por homicidio.

Pero además a mí me gusta jugar con las palabras y siempre he dicho que esos calificativos como “la ciudad más violenta del mundo” o “el barrio más violento de la ciudad” hacen mucho daño porque no éramos los más violentos, sino los más violentados. Es el mismo caso que se ponía ahora de zonas como Malvín.

EC —Malvín Norte es un ejemplo que mencionábamos recién, y el otro que a cada rato aparece en las noticias es Casavalle, la cuenca del Casavalle.

JM —Claro, estuve en Casavalle varias veces, cuando el Cerro estaba complicado también estuve en el Cerro, a muchos de esos lugares fui en los años 90 pero también en los últimos años, con el mismo Gustavo Leal estuve visitando algunos de estos lugares. Los periodistas tendemos a decir “este barrio es el más violento de la ciudad”, y yo digo que no es el más violento, sino el más violentado. Es decir, no son barrios que son victimarios, son barrios que son víctimas también de esas bandas criminales. Entenderlos como víctimas, entender por ejemplo a Medellín como víctima de esa violencia en los años 90, nos hizo voltear la mirada. Si usted asume que una ciudad es victimaria la respuesta es hacia el victimario, es una respuesta de represión, de sanción, de exclusión, de marginalidad, pero si usted entiende que la ciudad no es la victimaria sino la víctima, termina por entender que esa víctima necesita un abrazo y un acompañamiento.

EC —De ahí salieron las líneas de trabajo que ustedes encararon. Usted fue gerente del Centro de Medellín primero y luego secretario de Cultura Ciudadana, y el eje del trabajo que pusieron en marcha pasó por Proyectos Urbanos Integrales, es decir, espacios donde se desarrollaran iniciativas de tipo social, educativo, cultural. Veamos con más detalle eso.

JM —Cuento algunos de estos. Nosotros cambiamos el paradigma, gobernamos nuestra ciudad mientras Álvaro Uribe era presidente de la República, y la política de la presidencia era contraria a la que nosotros teníamos en la ciudad. No solo política, ideológicamente, sino en el sentir la seguridad. Para Álvaro Uribe la seguridad estaba en la seguridad pura y dura, en lo que llamaba la seguridad democrática, que era una seguridad basada en lo policivo, en la represión. Nosotros dijimos: no, lo contrario de la inseguridad no es la seguridad sino la convivencia, y la convivencia se construye con proyectos sociales, educativos y culturales. Es decir, hay que mejorar la policía, sí, hay que mejorar las cámaras de vigilancia también, hay que mejorar el sistema de seguimiento de los casos no solamente de lo policivo sino también de lo judicial. Pero si solo se hace eso y no se hace de manera simultánea y con mucha mayor dimensión en el presupuesto, en la intencionalidad política y programática la acción social, educativa y cultural, nada de lo que hagamos policialmente va a tener resultado.

Sobre esa base, la construcción de la convivencia, empezamos a desarrollar proyectos de urbanismo social, lo que llamamos proyectos urbanos integrales, que se resumen en una frase fácil: todo nuestro intento era una transformación social, no urbana, y todos los proyectos urbanos que hicimos –edificios públicos, calles, senderos, sistemas de transporte público, metro, metrocables– estuvieron supeditados a ese proyecto de transformación social. Generalmente los gobiernos dicen “vamos a hacer esta obra y vamos a tener tal resultado”. Nosotros buscamos primero ver cuál era el tipo de sociedad, qué era lo que pasaba en nuestro barrio, qué era lo que queríamos. Entonces, como queremos que el espacio público sea un espacio de encuentro y no un espacio de […], cómo intervenimos el espacio público, qué tipo de mobiliario ponemos, qué tipo de actividades ponemos en el espacio público.

EC —Allí es interesante resaltar –usted lo muestra en las conferencias– que no solamente pusieron en marcha proyectos y actividades, sino que invirtieron, pusieron también en ejecución inversiones en infraestructura para llevar a cabo esas iniciativas. Por ejemplo, bibliotecas, centros educativos, parques. Y usted ha remarcado qué importancia tenía, según esta línea de razonamiento, la calidad de esas infraestructuras: el diseño por un lado, la terminación por otro. Usted muestra con orgullo algunos de esos edificios, porque marcaban un contraste muy grande con el entorno. ¿Qué importancia tiene ese elemento de toda esa estrategia?

JM —Hoy en Medellín, que se volvió una ciudad turística de una manera que no esperábamos, no éramos una ciudad turística, todos los turistas, todo turista que viene, nacional o extranjero, va a lo que eran los barrios más duros de la ciudad, la Comuna [Cresi], el barrio Santo Domingo, la Comuna 1 de Medellín, la Comuna 2, va a ver los proyectos de infraestructura y los proyectos de transformación social, va a ver las escaleras eléctricas de la Comuna 3. Los oyentes pueden buscar todo eso en internet, van a ver los parques biblioteca, grandes infraestructuras, edificios de diseño arquitectónico de concurso internacional de arquitectos, edificios de 5.000 m2 en los barrios más duros de la ciudad, en los de mayor pobreza, en los de mayor violencia, pero también donde había mayor demografía.

Esos tres indicadores nos decían dónde teníamos que invertir, donde está el peor índice de desarrollo humano, donde está la mayor tasa de homicidios y de otras violencias y donde están la mayor cantidad de niños y niñas, porque ahí es donde queremos impactar. Nos propusimos que cada niño que naciera en nuestro período de gobierno tuviera a los 10, 15 años unas oportunidades diferentes de las que tenían en ese momento los niños de 10, 15 años, que además ya estaban metidos en las bandas criminales porque era la única oferta que encontraban.

Los parques biblioteca son equipamientos de 5.000 m2, 23.000 libros en promedio, 220 computadores, salas de exposiciones, teatros, que funcionan los siete días de la semana, no cierran ningún día. Cierran el 25 de diciembre y el 1.º de enero, porque sí, pero están abiertos todos los días de 8 de la mañana a 8 de la noche, con programación nocturna en muchos casos. El domingo usted viene a Medellín y hasta las 5 de la tarde están abiertos esos parques biblioteca. A diferencia de Uruguay, donde la Semana Santa no existe, ustedes tienen esa Semana de Turismo, hoy en Medellín Jueves y Viernes Santo está todo cerrado, todo el comercio, porque es Semana Santa. Sin embargo los parques biblioteca están abiertos porque es una oportunidad […] para estos barrios.

Además tenemos las mejores infraestructuras deportivas en los barrios populares de Medellín, en esos barrios donde se concentran la mayor violencia, la mayor pobreza y la mayor demografía. Canchas sintéticas, escenarios deportivos no solo para fútbol, que fue algo que también encontramos, que en los barrios lo único que había era una cancha para fútbol. Empezamos a hacer escenarios de otro tipo, ludotecas, espacios de encuentro de las familias. O sea que la infraestructura pública fuera no solo generadora de oportunidades, sino de la más alta calidad.

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