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Entrevista, jueves 29 de marzo: Jorge Melguizo

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EC —Usted está mencionando algunos ejemplos de las políticas seguidas. Y me queda esta duda: en el gobierno de la ciudad de Medellín hubo, desde el gobierno que usted integró, rotación de los partidos políticos en el poder; ¿eso implicó cambios en los planes o hubo continuidad?

JM —Hubo continuidad. Cada alcalde llega con sus propias historias y sus propios proyectos, pero en general en Medellín ha habido continuidad, no solo en los últimos 14 años con tres partidos políticos distintos en el poder, incluso con opositores entre ellos, sino que le diría que hay una continuidad de muchos de los programas desde hace 27 años. Cuando me preguntan cuándo arrancó la transformación de Medellín, digo que no arrancó con nosotros en la alcaldía del 2004, sino que empezó en el año 91, con una decisión de la sociedad civil de sentar a conversar a todos los actores de la sociedad, los empresarios privados, las universidades públicas y privadas, los gobiernos de los tres niveles, municipal, departamental y nacional, las iglesias cristianas, católicas, todas, y las ONG y las organizaciones comunitarias. Si ustedes buscan […] alternativa de futuro, años 90, si buscan consejería presidencial para Medellín, una oficina especial de la presidencia para resolver o para intervenir en el proyecto de Medellín.

Incluso programas de televisión como Arriba mi Barrio, que sigue al aire 27 años después, un programa que yo dirigí y que presenté durante siete años, que hoy tiene 27 años al aire. Un programa sobre los jóvenes de Medellín para generar otro entendimiento sobre los procesos que se estaban haciendo. Para nombrar esas cosas que no nombramos en los medios, porque los jóvenes solo salen en los medios de comunicación cuando son asesinos o cuando son asesinados, solo nombramos a la juventud de Malvín o del Cerro, cualquiera, cuando son delincuentes o cuando son asesinados. Nunca sale un muchacho de estos en medios de comunicación por su proyecto social, por su proyecto educativo, por su proyecto cultural, por su historia de vida productiva. Nombrar todo eso ha sido fundamental en los últimos 27 años de Medellín.

Todo eso ha tenido continuidad, más allá de los partidos políticos, porque ha sido apropiado por la comunidad.

EC —Ese factor es clave, en qué medida la comunidad siente todo eso como propio, no como algo que viene de afuera y se le instala.

JM —Le cuento una anécdota. En 2012 un alcalde de un partido contrario quiso cerrar los parques biblioteca los domingos, dijo: “¿Cuánto nos cuestan los parques biblioteca?, si cerramos 52 domingos más los festivos nos ahorramos el 20 % del presupuesto”. Y la comunidad más o menos le dijo esto: “Atrévase, inténtelo”. Porque usted va hoy, Jueves Santo, que todo está cerrado en Medellín, todo, o mañana Viernes Santo, y en cada parque biblioteca hay 1.000 personas. Cada semana hay 110.000 personas en los nueve parques biblioteca. Eso equivale a llenar nuestro estadio de fútbol dos veces y media cada semana, y nuestro estadio de fútbol no se llena casi nunca. Y el fútbol tiene 100 años de radio, 100 años de prensa, 20 años de internet, todos los días hablamos de fútbol. Los parques biblioteca o los espacios culturales o educativos no tienen la permanencia en la opinión pública que tiene el fútbol, y sin embargo va más gente a los parques biblioteca que al fútbol en Medellín. Eso es tremendo, quiere decir que hay una necesidad que no se ha interpretado desde el Estado.

Usted hablaba de la presencia del Estado, en Medellín y en muchos lugares de Colombia, hoy en Río de Janeiro, la única presencia real del Estado es el ejército. Se lo decía a Globo News, la estación de televisión de Brasil la semana pasada en una entrevista. No puede ser. En Medellín un año antes de nosotros empezar la alcaldía el gobierno de Álvaro Uribe y la propia alcaldía de Medellín habían hecho un operativo militar, la Operación Orión, en la Comuna 3 de Medellín, que fue una zona durísima. Yo soy de ese barrio, y por encima de la casa de mi madre pasaban helicópteros artillados y había guerra declarada.

Cuando la presencia del Estado es solo lo policivo, solo lo represivo, no llega a nada, hay que hacer una presencia integral del Estado con todas las herramientas que el Estado tiene para generar oportunidades. Esa es la fórmula de Medellín, una presencia integral total del Estado, con toda la batería de oportunidades que el Estado puede y tiene que generar en los barrios que han sido de mayor violencia y que son de mayor pobreza. Hoy en Medellín el 100 % de los barrios tienen agua potable las 24 horas del día –suena obvio pero no lo es en América Latina–, tienen energía, tienen gas, tienen las calles asfaltadas. El mejor transporte público de Medellín está en los barrios de mayor pobreza, los metrocables, el metro, el tranvía de la ciudad que entre otros puntos va hacia la zona de mayor pobreza. Tenemos cuatro metrocables en funcionamiento, tenemos uno en construcción para terminar en un par de meses y otro en licitación hacia los barrios de mayor pobreza. Los mejores colegios públicos, las mejores bibliotecas están en los barrios de mayor pobreza. Los mejores escenarios deportivos. En general, tenemos esa presencia integral del Estado en esos barrios.

EC —Nos quedamos pensando en cómo se traslada, se adapta una experiencia como esa a otro lugar, en particular a estos barrios violentados que también tenemos en Uruguay y en especial en Montevideo.

JM —Hay una frase que recuerdo de cuando conocí al ministro Bonomi en el año 2012. Lo conocí en una reunión con él y con buena parte de la comandancia de la Policía en la Escuela Nacional de Policía. Y hablando de esas cosas uno de los comandantes me dijo: “Desde la policía siempre pensamos en seguridad, pero creo que pocas veces nos habíamos hecho la pregunta por la convivencia”. En la Estrategia Nacional de Seguridad y Convivencia que ustedes diseñaron en el 2012 –acompañé puntualmente a Gustavo Leal y al ministro Bonomi en esa experiencia– hay unos elementos que son clave de lo que tiene que ser la forma de asumirse como sociedad. En la fundamentación de esa estrategia había unas reflexiones sobre la pérdida del valor del estudio, del valor de la educación, del valor de la cultura, de la falta del reconocimiento social que tienen la educación y la cultura en una parte de la sociedad uruguaya de hoy, esas expectativas de reconocimiento social que están más centradas en otro tipo de logros que en los educativos y los culturales. Y se decía que esa estrategia de seguridad pública en Uruguay tenía que ser planteada en función de la transformación cultural y la transformación de la sociedad. Cuando hablamos de una Estrategia Nacional de Seguridad y Convivencia estamos hablando de un cambio cultural.

EC —En esa dirección se ha comenzado a trabajar, pero da la impresión de que lo que ha podido implementarse en Uruguay no tiene la potencia del antecedente de Medellín, y que quizás por allí todavía hay que seguir porque al no haberse profundizado tanto todavía no hay los resultados que pueden haberse obtenido en otro lado.

JM —Esa es una buena palabra para definir lo de Medellín y el impacto que genera: es muy potente, es un gran dispositivo público-privado-comunitario-social, una intervención muy definida sobre esos territorios que han sido de los más golpeados. Entonces digamos que lo que se puede reproducir –si se puede utilizar esa palabra– en otras ciudades, no es necesariamente el qué, no es simplemente hacer una cancha, un espacio público, una biblioteca, es también el cómo, y en el cómo tiene que ver mucho esa palabra que usted utilizó: la potencia de la intervención.

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Transcripción: María Lila Ltaif

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