EnPerspectiva.uy

Entrevista, lunes 2 de julio: Juan Miguel Petit

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

EC —El problema son las condiciones de reclusión. Allí le pregunto por dos aspectos. Ellos decían en los mensajes que fueron volcando, por ejemplo eso de que el pan y la leche si entran a las 10 se repartan a las 10, lo decían porque señalaban que si se demora la entrega de los alimentos, estos quedan depositados a la espera del momento de la distribución y en ese lapso las ratas les caminan por arriba y reciben comida que ha sido quizás mordida, por encima de la cual hay ratas. “Hay ratas, estamos rodeados de ratas”, dicen. ¿Usted ha comprado eso?

JMP —Ese problema es mucho peor en otros lugares del Comcar. Creo que allí se juntaron algunos reclamos; no puedo decir que eso no haya ocurrido, que no ocurra nunca, pero creo que no es el lugar donde eso ocurra con total asiduidad. O que los problemas de alimentación o de los horarios de alimentación sean lo central allí. Puede ser que ocurra, no digo que no, pero yo he recorrido ese lugar muchas veces, el año pasado recorrimos todas las celdas una por una, entramos, entrevistamos a todos los internos, les aplicamos un cuestionario para conocer sus condiciones para reiterar el reclamo de que ese lugar no debería existir con ese régimen. Me da la impresión de que se hizo esa plataforma en el marco del estado de agitación generado con la toma de los rehenes y del motín.

EC —Pero usted apuntaba a otras condiciones de reclusión. Por ejemplo, el hecho de que no tengan actividades educativas o de trabajo ni de formación para el trabajo, el hecho de que el régimen de visitas sea tan restringido. ¿Por qué se da eso? Por más que sean presos con trayectoria delictiva pesada, por más que estén teniendo que purgar penas larguísimas, por más que sean incluso irrecuperables, ¿por qué se les ha dispuesto ese sistema a su alrededor?

JMP —El llamado confinamiento en solitario es como un virus, una enfermedad que se da en muchos sistemas penitenciarios. En el nuestro se dio allí. Es aplicar un régimen de extrema dureza a un grupo de internos que se entiende que son irrehabilitables. En Uruguay eso es insostenible, porque hasta para los propios funcionarios es insostenible ese régimen de dureza en el que los internos estaban todo el día en la celda salvo media hora que salían a un patio solos, sin diálogo con nadie. Es un régimen insostenible, es como plantearse correr 100 kilómetros en media hora. Entonces eso va produciendo una degradación de las condiciones de reclusión, una degradación del funcionario, de la convivencia, pequeñas ilegalidades o grandes ilegalidades que se empiezan a multiplicar, llamémosle síndrome de Estocolmo o síndrome de Montevideo, como se quiera, pero es insostenible un régimen en el que se tenga a las personas encerradas las 24 horas.

EC —Usted decía en el informe que es una situación expresamente condenada en las normas internacionales y equiparada a la tortura.

JMP —Sí, lo que establecen las normas, la regla de Mandela en particular. Luego de la discusión internacional se definió –no hay dos opiniones al respecto– que para que no haya aislamiento la persona tiene que tener por lo menos dos horas al día de trato humano relevante, tiene que tener por lo menos diálogo con un maestro, con un profesor, con un funcionario, algo que le permita relacionarse con los demás. Cuando no existe eso existe aislamiento, confinamiento, y cuando ese confinamiento es mayor de 15 días eso es equiparable a la tortura porque genera daños a la persona, daños mentales, daños en su comportamiento, daños en su salud, intentos de autoeliminación, etcétera, etcétera. Si a eso le agregamos que son personas que tienen una trayectoria delictiva larga, complicada, que ya tienen una cultura instalada, estamos formando una olla de presión atómica. El otro día el expresidente de la Corte, Pérez Manrique, hablaba de una fábrica de delincuencia; acá ya es una planta nuclear. Allí hay que repensar cómo funciona un módulo de seguridad respetando las reglas básicas. Sin duda se necesitan áreas de mayor seguridad o áreas de seguridad para casos muy extremos, para el crimen organizado, el crimen internacional, etcétera. Pero eso no debe llevarnos a olvidar que si no hay un mínimo contenido, a la larga eso genera también mayor violencia.

EC —¿Qué fue lo que pasó el viernes? ¿El origen fue muy motín o esta gente intentó una fuga y al fracasar terminó en un motín?

JMP —Por la información que tengo, de las horas que estuve allí conversando con la dirección del Comcar –que también tuvo un manejo muy correcto, tenían conocimiento de los internos que les facilitó las negociaciones–, creo que hubo un intento de fuga primero, que también hay que ver en las investigaciones por qué ocurrió.

EC —Pero ¿efectivamente lo que se gestó allí fue una protesta de un conjunto de presos por las condiciones de reclusión o esa protesta se dio sobre la marcha porque les había fracasado la fuga a los que encabezaron ese movimiento el viernes, que creo que fueron tres?

JMP —Sí, creo que fue un intento de fuga, porque hubo una salida a un patio, luego una salida hacia el tejido que da a un camino vecinal lateral…

EC —Según lo que dijo la fiscal, el incidente comienza después de las 3 de la mañana cuando dos presos logran escapar del módulo 12 e intentan una fuga que es detectada por la guardia perimetral a cargo de soldados. Estos soldados realizan disparos al aire. Ese es el arranque de todo.

JMP —Sí, esa es la información que tengo. Se producen esos disparos, los tres internos vuelven sobre sus pasos, trepan de nuevo hacia al módulo y van a dar un patio que es la antesala del lugar de ingreso, y allí, aparentemente por una ventana que estaba mal, mal cerrada o con defectos, entran y toman de rehenes a los tres funcionarios que estaban de guardia a las 3.30, 4 de la mañana. Habrá que ver qué alarmas no sonaron, qué sistemas de alerta no se dieron.

EC —Hay una cantidad de preguntas: ¿cómo fue que pudieron salir?, ¿cómo fue que emergieron del módulo 12, al punto de que terminaron siendo detectados por los solados de la guardia perimetral?, ¿y cómo es que después vuelven y logran tomar a estos policías? Esos policías estaban en una cabina, esa cabina debía estar suficientemente protegida.

JMP —Sí, allí toman el control de ese lugar, después toman las llaves, los chalecos, las escopetas, las esposas, abren todas las celdas y se genera una situación de descontrol interno. Mientras se negociaba se sentían los escopetazos, imaginen la tensión que eso generaba. Ahí emergen los reclamos, ahí emerge ese tipo de situaciones, por eso creo que fue un intento de fuga que luego tomó otro rumbo y se transformó en un amotinamiento que empezó a reclamar los traslados y que tomaba esos temas de problemas importantes de la vida cotidiana. Pero creo que la causa, el origen, lo que complica la gestión allí es que estamos en outside, estamos fuera de las normas internacionales que aseguran que haya personal, que haya tratamiento, que haya un manejo de los detalles de la vida cotidiana que pueda prevenir la violencia. Creo que esto es ir a las causas subyacentes de ese tercio que está peor en el sistema y que a mí me genera una enorme preocupación porque esto no es un hecho aislado, hubo otro hecho muy grave dos días antes en la cárcel de Canelones.

EC —Un preso de la cárcel de Canelones murió en medio de una revuelta con quema de colchones en la noche del martes.

JMP —Claro, ese fue un hecho muy grave. También ha habido problemas en la unidad 1 y en otros centros.

EC —¿Cuál es la unidad 1?

JMP —La nueva cárcel de Puntas de Rieles, en otros módulos del Comcar. Lo que está ocurriendo es que el sistema no ha podido pegar un salto cualitativo en todo lo que avanzó la reforma penitenciaria –que yo siempre lo recalco y reconozco, ustedes lo han leído en los informes–, ha tenido avances en cuanto a incorporar personal civil, programas de salud, etcétera, pero todavía no hay un salto cualitativo. La falta de personal es desesperante, hay gente sosteniendo con chauchas y palitos algunas situaciones que siempre están al borde del desastre y caen en el desastre. Porque este muchacho de 22 años que murió en Canelones, que tenía toda su vida por delante, que no tenía por qué seguir vinculado al mundo del delito, que tenía para integrarse, podía haberse integrado perfectamente a la sociedad, murió en una pelea que no debió haber existido. Era un muchacho que tenía problemas cardíacos y murió no se sabe bien si por la tensión o a causa de un golpe en una pelea que no debió haber ocurrido. En una barraca abierta, que no era un lugar de seguridad, donde hubo una pelea que no debió haber ocurrido si hubiera habido personal educativo y personal trabajando en ese lugar que a las 5 de la tarde se cierra y a las 7 de la mañana se vuelve a abrir. Tenemos un foco de violencia que genera reincidencia, que genera mala integración. Creo que en la sociedad todavía no hemos hecho la reflexión adecuada sobre que tenemos todavía un sistema del siglo pasado, hay un cambio en la política social. Las políticas sociales del siglo pasado fueron muy buenas en Uruguay para atender la pobreza, las políticas del siglo XXI todavía no logran encontrar la clave para atender la complejidad, no solamente la pobreza, sino la complejidad de fenómenos que tienen que ver con adicciones, salud mental, exclusión social, desamparo, desarraigo y violencia.

Comentarios