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Entrevista, lunes 5 de marzo: Luis Mayobre

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EC —Ninguno de los vecinos que habían sido expulsados regresó a su casa.

LM —Que yo sepa, no. Además hay un plan para darles vivienda, se estaba hablando de eso.

EC —Sí, algunos han tenido soluciones transitorias a cargo del Estado, otros supongo que todavía no, pero falta el escalón siguiente, el escalón más estable para esta gente.

LM —Exacto. Se habla de un plan, no lo sabemos. Hay un plan general para la cuenca del Casavalle, que tiene varias puntas –la cuenca del Casavalle es muy extensa–. Uno de esos planes es reacondicionar la parte de la zona nuestra, donde nosotros trabajamos, y la zona anexa, que es la parte de los palomares, que son estas viviendas obreras que surgieron a partir de las curtiembres que estaban sobre el arroyo Miguelete, que son de vieja data y tienen pasadizos muy pequeños. Por eso decía Bonomi que para la policía era difícil entrar y trabajar, etcétera.

EC —Sí, hay algunas construcciones de la zona y obras que se han ido haciendo arriba de esas construcciones de manera informal, etcétera, que han derivado en esos enjambres que son particularmente propicios para que se muevan los delincuentes y en especial los narcos, particularmente complicados para que intervengan las autoridades.

LM —Sí, claro.

EC —Se ha mencionado que si un patrullero entra a esos callejones no puede salir, salvo que vaya marcha atrás, queda atrapado. Y es un ejemplo nada más.

LM —Es solo un ejemplo. Sería interesante que ese plan se pudiera hacer, sobre todo por las personas, para que tengan viviendas más dignas, porque muchas de esas viviendas están muy deterioradas. Salvo las que se mostraron en los programas televisivos, que estaban muy bien acondicionadas y que pertenecían quizás a algunos de los líderes de estas bandas, más allá de eso, la mayoría están en condiciones bastante precarias. Así que no estaría mal que se reformara todo eso.

EC —Un plan de reconstrucción allí tendría dos consecuencias: una vida más digna para quienes habitan allí, mejores condiciones habitacionales, y por otro lado, una distribución de la infraestructura más adecuada desde el punto de vista de la seguridad pública, las dos cosas.

LM —Sí, seguramente. Quizás lo primero es lo más importante. De cualquier manera, hay una cosa que nos venimos cuestionando desde hace tiempo: ¿cuánto de las mejoras, solo por las mejoras económicas o de infraestructura, hace que la gente cambie, hace que la gente sea menos violenta o esté expuesta a todas estas cosas? A pesar de que hemos visto que hay un cambio importante y no podemos meter en la misma bolsa a todas las familias, nos parece que se necesita algo más ahí.

EC —¿Qué es lo que se necesita?

LM —Está faltando lo que nosotros consideramos un “alma” de las cosas.

EC —Ese punto es muy provocativo. ¿Falta un “alma” de las cosas?

LM —Sí, aquellos que creemos pensamos que hay algo más por lo cual vivir y que es lo que da la diferencia entre considerar los bienes como algo de uso, que es importante que cada uno por su dignidad tenga, y algo acumulable y que me va a dar la felicidad. Es necesario para que todos tengamos una vida digna, es muy importante, pero no es suficiente. También el hecho de pensar en los demás, en volcarnos a nuestro centro como cultura, tiene lo que se llama la cultura del dar, es decir, cuando la gente viene a pedir, enseguida le decimos: “¿Tú qué podés dar?”. Eso es lo que pregonamos y tratamos de enseñar a nuestros gurises, que más allá de las necesidades que tenemos, todos podemos dar algo. Y que en ese dar, en ese compartir, en ese buscar el bien del otro, es donde encontramos la verdadera felicidad. Ahí me parece que es donde la sociedad en general falla, porque no es un problema solo de Casavalle, uno lo ve en la calle en nuestro país. No podemos negar que hay muchas cosas que han mejorado, pero uno ve en el tránsito, en cómo se mueve la gente, hay como chispazos de bronca, de malestar, de querer imponer mi paso, mi forma, mi idea, eso va creciendo en la sociedad, y quizás es porque falta esta alma.

EC —¿Y cómo se lograría esa alma? Te lo pregunto introduciendo otra dimensión todavía en esta discusión, el hecho de que allí en Casavalle están interactuando dependencias del Estado, quizás se precisa más Estado, eso se debate, cuánta más presencia del Estado se requiere, pero hay también un gran entramado de instituciones privadas, ONG, tú estás representando a una, y podríamos mencionar unas cuantas otras: Tacurú, el liceo Jubilar, el liceo Impulso, Los Pinos, el CADI, la Escuela […]… Por suerte son muchos los esfuerzos de la sociedad volcados en este lugar tan crítico de Montevideo. Pero me pregunto qué pasa en materia de sinergia, de coordinación entre ellas y con el Estado. Y me pregunto cómo se logra entre todas ellas eso que recién mencionabas, el alma.

LM —Te voy a contar. Por un lado, creamos hace bastante tiempo una red en Casavalle que nuclea a muchas de estas organizaciones que nombraste. Ese espacio lo generamos para compartir, para generar sinergia entre nosotros, para compartir los recursos que llegan, pero sobre todo para hacer notar o hacer llegar a ciertos estamentos del gobierno lo que consideramos que deben ser las políticas a llevar a cabo en el territorio. No porque creamos que sea la verdad, sino como un aporte que nos parece que es fundamental.

EC —¿Cuál es ese rumbo, cuál es ese mensaje que ustedes quieren pasarle al gobierno, al Estado?

LM —Primero, que el Estado somos todos. Cuando vos hacés la diferencia entre organizaciones públicas y privadas un poco me río, porque a veces parece que lo privado fuera de extraterrestres o viniera de otros países, como si fuéramos una base militar que pone Estados Unidos en Uruguay y fuéramos otra cosa. Para mí es todo lo mismo. Es más, es hasta tonto pensarlo en forma diferente. Cuando se habla de esta dicotomía entre lo que tiene que hacer el Estado y lo que tienen que hacer las organizaciones “privadas”, digo: todos somos uruguayos, todos somos parte del mismo país, del mismo Estado, unos ejercen su trabajo desde el gobierno, otros lo hacemos desde las organizaciones que llamamos privadas, pero que gestionamos dineros públicos, por lo tanto somos parte de ese Estado. Por lo tanto no tiene mucho sentido tener un enfrentamiento en esto. Al contrario, tendría que haber un enriquecimiento.

EC —“Tendría que haber”. No hay.

LM —Pienso que no hay, en algunos casos, porque si vamos a ver, obviamente aplicamos un montón de cosas que el Estado controla, que el Estado ve, que el Estado genera. Por ejemplo, nuestros proyectos son todos supervisados por el INAU, y no solo los nuestros, sino los de la mayoría de las organizaciones. Tenemos controles bimensuales en los que hacemos rendiciones de cuentas, las cuentas son públicas, las puede pedir cualquiera y revisar, muchos las publicamos para que tengan una idea de lo que hacemos, cómo lo hacemos y en qué gastamos el dinero.

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