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Entrevista, martes 13 de marzo: Jorge Gandini

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EC —Muchas vece se ha hablado de optimizar el uso del tiempo, por ejemplo en las sesiones plenarias, especialmente durante las interpelaciones, que suelen ser insoportables, con el interpelante hablando tres horas, el interpelado respondiendo otras tres horas y con suerte ahí empezando un debate que también se caracteriza por discursos larguísimos hasta las 4 de la madrugada, etcétera. ¿Qué visión tiene sobre este asunto?

JG —Creo que tenemos que ponernos al día también. Hoy vivimos tiempos de inmediatez, en que la gente se mueve más por las imágenes que por los textos, 15 minutos ya es aburrido, y si queremos ser eficientes tenemos que ser capaces de resumir. Miro los debates en otros parlamentos y es brutal, estuve en el Parlamento inglés en alguna sesión hace poco y es brutal, tienen tres minutos, se paran, hablan, le dan la palabra al que quiere, al presidente que está allí de peluca, y tiene tres minutos para hablar. Y hablan los ministros 3 minutos y los diputados.

EC —Son sistemas parlamentarios. Pero igual, vale la pena tener esa experiencia.

JG —¿Quién creía que en 140 caracteres podíamos expresar una idea? Y aprendimos a hacerlo. Hay alguna iniciativa con forma de proyecto de ley en el Senado y en Diputados para regular las interpelaciones, para que el interpelante tenga un tiempo, el interpelado tenga un tiempo, vuelva el interpelante con un tiempo más corto y luego se abra el debate. En ese tiempo hay que arreglárselas para preguntar y responder. Creo que eso es saludable.

EC —¿Dónde está ese proyecto? ¿De quién es?

JG —No recuerdo, hay más de una iniciativa, pero todas van a lo mismo: regular las intervenciones.

EC —¿Se van a encarar?

JG —Creo que es de las cosas que tenemos que tomar, porque si no pierde sentido la herramienta. Antes una interpelación era una noticia interesante, ahora es una sesión aburrida que ya nadie escucha. Además medio que ya sabemos los resultados, con mayorías parlamentarias tampoco tienen esa sorpresa de qué puede pasar.

EC —¿Se propone impulsarlo?

JG —Sí, como decía, el otro día hubo esta iniciativa para transformar lo que hacemos en cuatro sesiones en una y pudimos hacerlo. Hoy tenemos un desafío, vamos a ver si terminamos en hora de tratar un proyecto complejo. Estas cosas tenemos que acordarlas, ¿para qué decir la misma cosa veinte veces? Al mismo tiempo tenemos que entender que quienes están en el Parlamento son representantes y muchas veces requieren que sus representados sepan que están allí sentados y que opinan. Puede no interesarle al mundo, pero si la radio de Durazno recoge y repite lo que dijo el diputado de Durazno, para el diputado de Durazno es importante y para los duraznenses es importante. Y a veces se repiten cosas, pero tienen un sentido si entendemos cómo funciona. De todos modos, tenemos que buscar la manera para no eternizarnos en el debate, para sacar los temas lo antes posible. Ojo, a veces no salen porque no hay mayorías, porque no hay voluntad; transparentar también quiere decir que la gente tiene que enterarse de que la mayoría de las leyes salen por consenso en el Parlamento. Hacen ruido las que no lo tienen y por lo tanto son las que constituyen la noticia, pero muchas otras salen por acuerdo que se trabajó antes.

EC —Hay un acuerdo político por el cual se mantiene que las comisiones y el plenario celebren sus sesiones ordinarias entre el 1.º y el 18 de cada mes.

JG —Esas son las ordinarias, no sucede comúnmente. Las comisiones, las más complejas, Constitución y Códigos, Hacienda, Salud y algunas otras se reúnen todo el mes y algunas de ellas dos veces por semana porque si no, no les da el tiempo.

EC —¿Es eficiente este esquema de trabajo? ¿No hay que cambiarlo también?

JG —La tarea representativa es importante, los legisladores del interior son los que más sufren su tarea en tanto tienen que venir a Montevideo, normalmente el lunes a las actividades de los partidos, porque los lunes tenemos nuestros directorios; bancadas, etcétera, los martes, miércoles, y eventualmente las extraordinarias o las investigadoras los jueves y viernes; sábado y domingo están en sus departamentos, y necesitan algunos días sobre final de mes para poder recorrerlo. Si no hacen eso la gente les dice “se pasan encerrados en ese palacio de mármol y no salen a ver la gente”, y si estamos viendo la gente dice “no vienen nunca”. La tarea representativa es una de las tres funciones primordiales que tiene un parlamentario: tiene que legislar, tiene que controlar al Poder Ejecutivo y tiene que representar. Y hay que dejar espacio para que eso suceda.

EC —Entonces en esa materia no habría cambios.

JG —No, en principio no está en cuestión eso.

EC —Hablemos de recursos, de plata. Asumir el cargo de presidente de la Cámara lo pone frente a otra responsabilidad importante: la de gestionar recursos públicos. El día que asumió hizo un gesto, dejó sin efecto el brindis que se hace cada año al comienzo de la actividad legislativa. Un brindis que el nuevo presidente de la Cámara ofrece a amigos, colegas, etcétera, que habría costado unos US$ 7.700.

JG —Más o menos.

EC —¿Qué quiso decir con eso en cuanto a lo que va a hacer de ahora en adelante?

JG —Eso es una tradición, se me consultó –siempre se hace– si lo iba a hacer, y dije “sí, no hay problema”. Yo no era presidente, lo ordenó el presidente anterior, como corresponde, y no tengo un cuestionamiento a que eso se haga. Pero cuando me familiaricé más con las cosas un par de días antes, vi que en mi discurso iba a hablar de la austeridad e iba a terminar ese evento con un brindis que no agregaba nada y que costaba casi US$ 8.000. Y me pareció que no tenía que hacerlo. Pregunté si nos iba a costar alguna multa o algo porque ya habría alguna gestión hecha, me dijeron que no, entonces pedí no hacerlo. No hice público eso. Después se supo, pero no lo hice público porque no me parece mal que suceda, no estoy en contra de esas cosas, pero me parece que son señales que hay que dar en este momento de tan alta sensibilidad. Hay que trabajar sobre esas situaciones.

EC —¿Qué más va a hacer en esa dirección?

JG —Todo lo posible.

EC —El anterior presidente de la Cámara, José Carlos Mahía, del Frente Amplio, informó que en su período ahorró $ 80 millones por una mejora de gestión en gastos e inversiones. Superó de esa manera los $ 60 millones que había ahorrado el año anterior Gerardo Amarilla, del Partido Nacional. ¿Usted qué tiene planificado? ¿Qué importancia tienen esos números?

JG —Desde hace unos cuantos años cada presidente de la Cámara gasta algo menos de lo que gastó el anterior y devuelve algo más. El Parlamento se vota su propio presupuesto, podría aumentarlo, el Poder Ejecutivo debería darle los recursos que solicita, pero lo que ha sucedido es que tenemos un monto asignado que se repite y sobre ese monto asignado se gasta menos y se devuelve un poco más.

EC —También es cierto que el Parlamento tiene un presupuesto “inflado”. Nunca se ejecuta todo el presupuesto del Parlamento, se devuelve del orden del 20 %, 25 %.

JG —Sí, el Parlamento tiene tres cuerpos, los tres independientes: el Senado, la Cámara de Diputados y el más grande de todos, que es la Comisión Administrativa, encargada de todos los servicios y de todo el mantenimiento edilicio.

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