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Entrevista, viernes 22 de junio: Diego Piñeiro

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EC —La interpretación había sido que una de ellas había pasado la noche porque la encontraron tirada frente a la puerta de un salón muy temprano.

DP —Esa persona sufre de epilepsia, cada tanto tiene episodios epilépticos dentro de la facultad y tenemos que llamar a la emergencia para que la reanime. En el otro caso, la persona estaba totalmente alcoholizada, no la podían despertar porque estaba totalmente alcoholizada. El protocolo de actuación para los funcionarios fue algo que estuvimos trabajando porque los funcionarios necesitan un respaldo e indicaciones claras acerca de cómo tienen que proceder. No excluye el llamar a la fuerza pública cuando es necesario hacerlo.

EC —La nota de Búsqueda dice que hasta ese momento, el 4 de mayo, no se les había negado el ingreso a estas personas “en virtud de los principios de ser una universidad abierta”. ¿Ese era el criterio efectivamente?

DP —Sí, es el criterio y sigue siendo el criterio; por ahora, por lo menos.

EC —¿Tiene sentido? ¿Cualquier persona –que no sea estudiante, docente o funcionario– puede ingresar a una facultad de la Udelar, usar sus instalaciones, quedarse en el local un día, dos días, tres días?

DP —Cualquier persona puede ingresar a un local de la Udelar. Por ejemplo, nosotros tenemos una biblioteca pública que es abierta a todo el mundo; tenemos muchos estudiantes que vienen de otras facultades a tomar clases, y hay otra gente que viene a las conferencias que hay regularmente, etcétera. No son solamente estudiantes y profesores los que ingresan a la facultad.

EC —Eso lo entiendo, pero usted ha mencionado personas ajenas a la facultad que tienen una justificación para llegar hasta ahí. Acá estamos hablando de una situación que no creo que forme parte de ninguna previsión.

DP —No, no, es claro. El hecho es que de a poco la facultad ha ido recibiendo a estas personas que se localizan principalmente en la Sala de Informática. Y acá quiero hacer algunas precisiones con respecto al artículo de Búsqueda. Como dije, el artículo recarga las tintas en los aspectos negativos, pero no menciona algunas de las cosas positivas que tiene el hecho de que estas personas en situación de calle tengan acceso a la Sala de Informática.

Dos o tres ejemplos. Una persona que es de origen polaco, un inmigrante que va a la Sala de Informática para aprender español, con un tutorial en YouTube está aprendiendo español. Otra persona tiene una pequeña empresita de tejido, una señora que teje y a través de internet vende los productos que hace. Gente que hace su currículo, que busca trabajo y a veces consigue trabajo a través del acceso a la Sala de Informática.

Creo que estos elementos tienen que hacernos reflexionar acerca de la importancia que tiene para esta gente poder acceder a internet, poder acceder a una sala de informática, porque es como se siente incluida. En nuestra sociedad hoy la inclusión pasa en buena parte por la inclusión digital y esta gente está sintiéndose incluida de esa manera.

EC —Está bien, pero ahí la facultad termina jugando el papel de un cibercafé, de un salón donde la gente va a utilizar elementos de informática y de conexión a internet. ¿La facultad fue concebida para eso?

DP —No, la facultad sin duda no fue concebida para eso. Esa es la situación que teníamos hasta ahora, pero estamos tratando de cambiarla.

EC —Le pregunto por otros casos posibles. ¿Un habitante del interior que tiene que pasar unos días en Montevideo puede utilizar la Facultad de Ciencias Sociales como su base de operaciones durante el día? ¿Los inmigrantes que todavía no encontraron empleo pueden concurrir diariamente a la facultad a matar el tiempo, a preservarse del frío? ¿Son funciones que le corresponden a una facultad?

DP —Son funciones que le corresponden a la sociedad toda. Pensamos que estas personas que tienen este nivel de inclusión merecen una respuesta de la sociedad. Creo que somos todos responsables de lo que está pasando con esta gente y queremos aportar a una solución a esto.

EC —De acuerdo, entiendo lo que dice, pero se supone que por ejemplo el Mides tiene hogares, refugios, locales para ese tipo de atención. ¿O no?

DP —Sí y no. Tiene los refugios que operan durante la noche, reciben a esta gente a partir de las 18.30, pero a las 8 de la mañana se cierran las puertas del refugio y la gente tiene que salir a la calle. Son 1.500 personas que están en los refugios del Mides y esa gente durante el día anda deambulando por la ciudad sin un lugar donde poder asentarse, sin poder acceder a un lugar que sea medianamente acogedor.

EC —Si entiendo bien, usted dice que esta situación que se ha dado desnuda una carencia, un servicio que el Estado debería estar brindando y no brinda, que brindan algunas ONG, algunas instituciones privadas. Pero por lo visto no son suficientes, entonces una facultad, en este caso la Facultad de Ciencias Sociales, termina siendo parte de la solución. ¿Hay que leerlo así?

DP —No. Creo que el Mides tendría que tener alguna forma de darle un lugar a esta gente durante el día. No sé si es que los refugios deberían quedar abiertos todo el día, lo que me parecería la solución más sencilla, pero lo que no puede ser es que esta gente quede en medio de la ciudad sin un lugar donde acogerse en tiempos de frío, de lluvia, etcétera. No es que la facultad deba cumplir la función de reemplazar al Mides, no estoy diciendo eso; la facultad tiene que colaborar con el Mides para encontrar una solución. Para eso tengo prevista una reunión el lunes con el Mides, para discutir este tema. Queremos colaborar con el Mides a encontrar una solución porque sentimos que somos responsables. Eso es lo que nosotros investigamos, estudiamos, eso es lo que se hace en nuestra facultad: formamos al personal, a la gente, a los profesionales que van a trabajar no solo con este tipo de personas, pero también con este tipo de personas. No podemos cerrarnos a esta situación.

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