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Entrevista, viernes 27 de julio: Eduardo Blasina y Julia Galzerano

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EC —Recordemos qué fue lo que la ley dispuso en esta materia, además de la habilitación del mercado del cannabis para uso recreativo.

EB —La ley tiene una gran virtud, que es separar la normativa para el uso lúdico del uso industrial, que también es sumamente interesante, por ejemplo por los bioplásticos o los textiles o los alimentos, y una tercera normativa vinculada al cannabis medicinal. Uno puede decirle tranquilamente a un inversor que la ley uruguaya es excelente, y ahora Canadá tiene una ley muy similar que entra en vigor en pocas semanas más. La ley establece carriles claros para cada uso, porque cada uso tiene sus especificidades; cuando uno va a hacer un medicamento se tiene que someter a una enorme cantidad de controles, eso está bien, y cuando uno está en esta planta, que por haber estado prohibida cayó en manos del narcotráfico, tiene que haber una infinidad de controles. Pero una vez que uno pasa esa infinidad de controles esperaría que pudiese concretar un proyecto. Y en la práctica se hace más difícil de lo razonable.

EC —Hay empresas que ya están plantando cannabis para el uso recreativo. ¿Esas mismas plantaciones, de esas mismas empresas, podrían servir para después fabricar medicamentos?

EB —No, absolutamente no. Lo que se planta para lo que se llama uso recreativo o lúdico solamente puede tener ese destino, solamente se puede hacer allí en las inmediaciones del Penal de Libertad y solo hay dos licencias otorgadas a dos empresas que son Simbiosis e ICC. Cuando uno quiere hacer un proyecto de cannabis medicinal tiene que presentarlo en el Instituto de Regulación y Control del Cannabis, en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y decir que quiere hacer la plantación por esto, porque entiende que hay un mercado para tal producto. Típicamente hay un producto que se llama cannabidiol, que tiene una demanda muy fuerte, que no es psicoactivo, que se conoce con la sigla CBD. Entonces presenta ese proyecto, si ese proyecto es aprobado, puede seguir adelante, se chequea dónde está, se chequea cuál es la genética que se va a usar, se chequean un montón de cosas, y en ese caso no hay límites, no es que hay dos, tres o cinco licencias; si el proyecto que se presenta es considerado razonable, robusto, serio, se aprueba y se sigue adelante. Esa es la lógica con la que se funciona.

EC —¿La empresa en la que tú estás, Cannabis Uruguay, tiene intenciones de ir en esa dirección?

EB —La empresa que yo tengo va en esa dirección. Estamos trabajando desde hace tiempo, logramos un acuerdo muy interesante con una empresa de Canadá que está dispuesta a invertir sumas muy importantes para hacer una producción agrícola que tenga la certificación GAP, es decir, prácticas agrícolas controladas, que tenga certificación industrial GMP, tenemos el dinero necesario para hacer una inversión. Para mí como agrónomo es un sueño que está ahí, al borde de ser concretado, son varios millones de dólares para desarrollar una industria que arranca en la agricultura y termina en medicinas. Y estamos en una carrera contrarreloj, porque si no sembramos en esta primavera y tenemos que decirles a los inversores que por cuestiones que no están yendo en contra de ninguna ley no podemos plantar, se me caería la cara de vergüenza y seguramente se irían a una de las tantas opciones alternativas.

EC —El oyente puede decir “ah, pero entonces Blasina acá es parte interesada”. De algún modo sí. Pero ¿hay otras empresas, hay otros inversores del exterior también dispuestos a ir en este sentido?

EB —Hay decenas de inversores interesados. Y el oyente puede decir que soy parte interesada; por supuesto que un proyecto tiene que ser rentable, pero mi interés es conceptual, yo hace 20 años que estoy defendiendo esto, creo que estamos a punto de demostrar por qué es una muy buena idea apostar al cannabis medicinal como un rubro en el que Uruguay se posiciona como el país agrointeligente por excelencia, y capitalizamos la trazabilidad, capitalizamos la seriedad diferencial que tenemos respecto a Brasil y Argentina, que van a demorar años en poder plantar porque les resultaría muy difícil controlar que realmente se haga lo que se dice que se va a hacer. Para mí es el final de una muy larga argumentación que puede fracasar no porque esa argumentación no sea sólida, sino por aquello de que Uruguay es así, en Uruguay todo es más difícil de concretar.

Si no soy yo que sea otro, pero demostremos que es bueno regular el cannabis porque para miles de personas que tienen epilepsia, que tienen esclerosis múltiple la tiene componentes que son sumamente valiosos, como la ciencia ha demostrado. Este año la Food & Drugs Administration de Estados Unidos aprobó medicamentos en base a cannabidiol. Entonces, muchas veces nos dicen “Estados Unidos no nos deja hacer nada”, pero Estados Unidos lo ha aprobado, pasando por todos los controles, y en la presidencia de Trump, que seguramente no es la persona más afín a este tema.

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