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Ensayos
Cosmopolitismo vs terrorismo

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Por Hebert Abimorad ///

"Mi patria es el mundo; mi familia la humanidad."
Mijaíl Bakunin

Estamos obligados a estudiar el nuevo terrorismo internacional desde diferentes enfoques. Las dimensiones que ha adquirido rebasa el clásico maniqueísmo neocolonial que se ufana de interpretar todos los males del mundo, sin entender que la complejidad de la globalización ha creado sistemas de resistencia nacionalistas que en su ideología se asemejan al nazismo, cosa que no se debe aceptar.

Es el ataque a lo mejor que ha concebido la humanidad, el cosmopolitismo, en su ambición de organizar conciudadanos, incluso si no somos miembros de la comunidad. Esta filosofía tiene un principio anticosmopolita que es el componente principal de estas prácticas terroristas.

No es casual que los blancos sean Nueva York, Londres, Madrid, zonas turísticas como Bali en Indonesia, el teatro Bataclán de París –donde actuaba el grupo de hard rock Eagles of Death Metal–, en los hoteles y centros comerciales del mundo. Las víctimas son individuos de diferentes nacionalidades, color y credo (inclusive musulmanes). A los terroristas le molesta la diferencia. Es el odio exacerbado hacia el “otro”. Es el racismo. Todos deben pensar de la misma manera. No hay lugar para la democracia ni para la libertad. Es el temor al compolitismo universal que confronta con las ideas de patriotismo y nacionalismo, que son contrarios a la soberanía.

Ya en el siglo V a. C. Diógenes (412 a. C.–323 a. C.), creador de la escuela “cínica”, nada que ver con el significado actual de la palabra, fue el primero en usar del griego kosmou polites, el término cosmopolita, rechazando la tradiciones y ritos locales, con la idea de ocuparse con responsabilidad de los semejantes que poseen filosofías diferentes y de esa manera también aprender. Para Diógenes somos ciudadanos del mundo y no de una comunidad en particular. Los enemigos son los que niegan la diferencia y la universalidad.

Muchos siglos más tarde es Kant que retoma el tema de la universalidad en el tratado La paz perpetua (1795), en la que señala que hay dos maneras de conseguir la paz definitiva, la del imperio universal o la de una federación de Estados unidos por un derecho internacional y la utilidad de instituciones políticas globales como es hoy el Tribunal Penal Internacional. Kant se adelantó al proyecto de Naciones Unidas y la Unión Europea. El autor se inclina por este último, ya que el primero obligaría a la abolición de soberanías y la imposibilidad de aplicar las leyes en un territorio tan vasto.

El cosmopolitismo tiene varios defensores en el mundo contemporáneo. El que se distingue es el académico británico David Held, autor de varios libros sobre el tema. A diferencia de la génesis griega y del racionalismo kantiano, Held se basa en la interpretación de los ciudadanos, omitiendo a los Estados como actores del nuevo paradigma mundial, estableciendo pautas éticas y culturales y además de una superestructura jurídico-política.

La visión de futuro de Held nos hace creer en la utopía global de los viejos anarquistas. El capitalismo ya no aparece como una quimera sostenible: estancado en la crisis no ha encontrado una respuesta adecuada y, ante la derrota, las fuerzas reaccionarias y antimodernistas tratan de defraudar con la añoranza de los viejos tiempos antes la llegada de la globalización. Estalinismo y fascismo.

Para la democracia cosmopolita de Held, los principios esenciales que debe imponer la globalización es que todos los humanos deben tener el mismo derecho y dignidad, y en este esfuerzo, el mismo ciudadano debe ser un actor activo y cambiante y no un producto de la tradiciones nacionales.

Un concepto importante para Held es la responsabilidad de los individuos y la rendición hacia su colectividad. Y que el poder de las personas no delimite y determine las actividades y las posibilidades de los demás. El clásico concepto democrático-liberal, los individuos son libres, siendo las decisiones de la mayoría limitadas por los derechos que poseen los miembros de la comunidad.

En esta noción de libertad e igualdad los sujetos deben disponer de una acción política como base neutral de relaciones e instituciones, para promover sus proyectos tanto individuales como colectivos. Los gobernantes deben presentarse como responsables ante los gobernados cuando las decisiones democráticas no se guíen por dos principios, el de justicia social y el de sostenibilidad, que tiene que ver con los limites a los daños a las generaciones siguientes.

En lo económico, regular los mercados globales, las operaciones financieras, introducir un impuesto sobre las transacciones –la llamada "tasa Tobin" o "impuesto Robin Hood– para combatir el hambre en el mundo, y fomentar los códigos de conducta para las empresas multinacionales; condonar la deuda de los países más endeudados, cumplir el objetivo de la ayuda a los países en desarrollo, según lo establece Naciones Unidas, con el 0,7 % por ciento del PIB, la promoción de normas de comercio justo, con la abolición de los subsidios para la agricultura y la industria de producción manufacturera.

Sobre el medio ambiente: Introducir un impuesto sobre el carbono, regular el mercado para el dióxido de carbono y otros gases de efectos invernadero; establecer un mecanismo formal internacional para la solución de controversias ambientales a través de la mediación y la conciliación.

Daniele Archibugi es un académico italiano, dedicado en la economía, las políticas del cambio tecnológico y la teoría de las relaciones internacionales. Se impone como un personaje de notoriedad a la idea de un desarrollo de la democracia cosmopolita, con una participación activa de los ciudadanos y las organizaciones no gubernamentales. Para eso cree necesario hacer reformas de peso en Naciones Unidas y la Unión Europea. Además es uno de los promotores del Parlamento Mundial de elección directa.

Tanto Archibugi como Held manifiestan que formamos parte de una única humanidad asentada en una integridad compartida. Algo a recordar. El diccionario de filosofía de la Unión Soviética define cosmopolitismo como una teoría burguesa que exhorta a renunciar a los sentimientos patrióticos, a la cultura y a las tradiciones nacionales en nombre de la «unidad del género humano».

Julia Kristeva, filósofa francesa nacida en Bulgaría en 1941, afirma en un entrevista: “Creo que la idea de cosmopolitismo nos da la posibilidad de pensar al otro y de llevar una esperanza de reencuentro entre civilizaciones“.

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Sobre el autor
Hebert Abimorad (Montevideo, 1946) reside en Gotemburgo, Suecia desde 1975. Es poeta y maestro. Colabora en diferentes medios en Suecia y en Uruguay publica regularmente en la agencia Uypress y el semanario Voces.

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Foto: Una mujer reza cerca de la sala de conciertos Bataclan, en París, sábado 14 de noviembre, 2015. Crédito: Kenzo Tribouillard/AFP Photo.

Las opiniones y datos presentados en este artículo son responsabilidad exclusiva del autor.

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