Editorial

El fervor de los Pasos Perdidos

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Por José Rilla ///

El Salón de los Pasos Perdidos estaba repleto el miércoles 16 de mayo, en ocasión de la presentación pública del Libro Abierto de Educación elaborado durante meses por el grupo EDUy 21. Mucha gente, diversidad de partidos y sectores, presencia de organizaciones y dirigentes sociales, despliegue abundante de gestos políticos.

El Salón de los Pasos Perdidos es un símbolo, allí tuvo lugar, por ejemplo, uno de los hitos fundacionales de la actual fuerza de gobierno, el Frente Amplio.

Nadie sabe, todavía, más allá de las justificadas repercusiones inmediatas, si esto que ocurrió el miércoles fue importante para el país y para la educación. Como en los momentos cruciales es fácil ver en el horizonte un conjunto de oportunidades y peligros. Hay ideas, hay entusiasmo por ellas, hay acuerdos básicos en el diagnóstico y en la perspectiva más deseable. ¿Qué más pedir entonces?

Por otro lado, lo bueno del peligro es que, por definición, nos anticipa. El primero, ya lo vimos, es minimizar, negar, trivializar, cultivar el estilo de avestruz. El segundo está representado por quienes dicen que no hay tema, que todo está encaminado hace rato, en marcha virtuosa. Nadie sabe, entonces, por qué diablos no vamos superando a Finlandia en el nivel de nuestras escuelas y liceos.

El tercer peligro es la tentación tecnocrática. Ella no sería, en principio, una responsabilidad de los técnicos en educación, en su mayoría docentes, que vienen armando la propuesta, hecha con paciencia y trabajo, sin ira pero con pasión (según aconsejaba Tácito), y con el firme propósito de encontrarse en una zona de acuerdo y acción.

La tentación tecnocrática a la que aludo, en la que caímos varias veces en la historia es del sistema político cuando entiende que, con la educación, nos hallamos ante un problema técnico y no político, ante un problema de los sabios y no de los ciudadanos. La tecnocracia no es un avance de los técnicos sino un retroceso de los políticos y de la política.

Pensándolo bien: si el problema es político, al revés de lo que muchos dicen sería formidable que la educación fuera alguna vez, quizás la próxima, un preciado botín electoral. O dicho con menos antipatía, que la ciudadanía la pusiera seriamente en el centro de sus decisiones de voto.

El fervor de los Pasos Perdidos es necesario, oportuno y valiente. Pero son los educadores y los políticos, cada uno en lo suyo, quienes deben hacerlo un hecho vivo entre los ciudadanos, esos miles que se han puesto en fuga con la educación entendida como un asunto común.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, viernes 25.05.2018

Sobre el autor
José Rilla es profesor de Historia egresado del IPA, doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires. Profesor Titular en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República y Decano de la Facultad de la Cultura de la Universidad CLAEH. Investigador del Sistema Nacional de Investigadores, ANII.

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