Editorial

Apuntes sobre la renta básica universal

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Por Alejandro Sciarra ///

“Sería mucho más económico erradicar la pobreza, que combatir los síntomas que provoca”.

Así responde en una entrevista al diario El País de España, el historiador holandés de 30 años Rutger Bregman, autor del libro Utopía para realistas, en el cual defiende la renta básica universal, la semana laboral de quince horas y un mundo sin fronteras, y que me ha dejado, que no es poco, el convencimiento de que es necesario abrir un poco la cabeza y evaluarlo.

Me limitaré a una reflexión en torno a la renta básica universal pues el tiempo es escaso, y dejaré los otros temas, quizá para futuras entregas.

A menudo critiqué las dádivas que desde el Gobierno se entregan sin contrapartida, pues desincentivan al trabajo. En definitiva, actúan como incentivo a la vagancia remunerada. A sabiendas, claro, de que se trata de una limosna que no saca a nadie de la pobreza. Pero me indigna el regalo sin pedir nada a cambio, cuando nuestros padres nos han enseñado siempre el sacrificio y el esfuerzo que cuesta el dinero.

Uruguay, según datos de Latin America Public Opinion Project 2012 de la Universidad de Vanderbilt, “presenta el mayor apoyo hacia políticas gubernamentales para reducir la desigualdad de ingresos o políticas sociales en general a nivel regional entre los países analizados. Sin embargo, muestra la percepción más alta sobre el carácter perezoso de las personas que obtienen programas de asistencia social del Gobierno y sobre la desigualdad como un aspecto inevitable en una sociedad.”

Aún así, leí atentamente el libro del holandés, que a pesar de hacer un análisis bastante “europeizado” y en la total ignorancia de la realidad social que a mi me compete, como lo es la uruguaya, sostiene con sólida argumentación, en base a criterios psicológicos, economicistas y experiencias pasadas, que la renta básica puede ser la solución definitiva.

Digámoslo con crudeza aunque suene feo. La pobreza, a los uruguayos, nos cuesta dinero. Aunque miremos haciéndonos los distraídos, estamos dando dinero sin pedir nada a cambio permanentemente. El Ministerio de Desarrollo Social, por ejemplo, tiene un presupuesto anual que gira en torno a los US$ 300 millones. La Salud Pública tiene sus costos, que la pobreza aumenta, pues con ella aumentan las enfermedades psiquiátricas, las dolencias crónicas, los accidentes domésticos y demás. Los seguros de desempleo según Bregman, implican un costo en que quizá no sea necesario incurrir. La delincuencia, que se ve acrecentada con el aumento de la pobreza, implica un costo (y si no, miren el aumento de presupuesto del Ministerio del Interior durante los últimos años). Los miles de burócratas dedicados a la tramitación de censos, registros, papeleo, controles e inspecciones, a decidir en qué debe gastar el dinero cada beneficiario, no tendría razón de ser en la teoría del historiador. Sencillamente no existirían.

Según Bregman, una renta básica universal sería más económico para un país que todas estas erogaciones, pero además, parte del dinero volvería a las arcas estatales por ejemplo, en forma de IVA.

La teoría parece calzarle tanto a la izquierda que reclama la distribución de la riqueza, como a la derecha, que reclama la reducción del aparato estatal. Sobre todo al liberal, que pide menos controles, menos regulaciones y limitaciones por parte del Estado.

Bregman se apoya en unas cuantas experiencias que se han llevado a cabo en este sentido en distintas partes del mundo para afirmar que la renta básica universal no destruye la cultura del trabajo. Acepta que hay gente que trabajará menos tiempo, pero nos obliga a preguntarnos si eso es bueno o malo a la luz de la historia y de los problemas que trae hoy el exceso de trabajo, tanto en las relaciones familiares como en la salud.

En nuestro país, el economista Ignacio Munyo se ha manifestado favorable al menos a la reflexión acerca de una medida del estilo, advirtiendo que resulta a las claras inaplicable sin la eliminación de ciertas prestaciones sociales, ya que “el sector productivo no tolera una mayor carga impositiva”, y por supuesto, teniendo presente que habría quienes serían beneficiados por la renta básica universal y también quienes se verían perjudicados en alguna medida por la eliminación de las prestaciones sociales. Incluso el MPP ha evaluado un proyecto de ley en este sentido.

La lucha contra ciertos males suele atacarse siempre de la misma manera. Lo vimos con el narcotráfico, por ejemplo. En donde hasta hace unos cuántos años, la legalización era una medida impensada. Un tabú. Hoy el mundo habla y evalúa distintas formas de legalización para acabar con este flagelo. La pobreza es un flagelo para todas las sociedades y el sueño y desvelo de todo gobernante debería ser erradicarla.

¿Y qué si esta fuese la manera?

Creo que da, al menos, para reflexionar.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 01.10.2018

Sobre el autor
Alejandro Sciarra es abogado de formación, pero a los 30 años dio un giro hacia la psicología positiva aplicada al ámbito educativo y empresarial. Desde los 18 años participa en política, integró en más de una oportunidad La Tertulia de En Perspectiva, es colaborador del Semanario Voces y en Radio Oriental. Desde hace un año está radicado en Italia con su esposa, desde donde sigue de cerca la realidad política y social uruguaya y europea.

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