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Entrevista central, jueves 21 de enero: Martín Espósito

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[Video Una Escuela Sustentable]

(Niña)

Hermosa, grande, bonita, más linda, más… No digo que esta sea fea, también es linda; digo que va a tener muchas más cosas. No sé, yo pienso eso.

(Niño)

El techo va a estar hecho con botellas de vidrio, va a reflejar la luz y va a haber muuuchos colores.

(Mujer)

Todo es reciclable. Con cosas que tiramos de repente, que ya no usamos, se pueden hacer muchas cosas útiles.

(Hombre)

La gente siente asombro por un lado y orgullo por otro, porque es algo único que va a pasar acá.

(Niño)

Esto es Jaureguiberry, Jaureguiberry.

(Mujer)

Aprovechando los recursos del medioambiente poder recibir la energía, el agua… ¡la naturaleza!

(Fin audio)

RA —Escuchábamos los testimonios de alumnos, de padres, de vecinos de la zona de Jaureguiberry.

NB —Ya hablamos de los materiales reciclados que se utilizan: cubiertas de autos, botellas, latas. Me surgen dos preguntas a partir de eso: ¿cómo se termina viendo el resultado final, el aspecto estético del edificio? ¿Cómo se trabajan estos materiales para que no sean potencialmente perjudiciales para la salud de los niños que irán a la escuela?

ME —Estéticamente los materiales no se notan, se hace más que nada un uso estructural. Los neumáticos y las botellas quedan totalmente compactados dentro de los muros, aislados mediante la aislación y el uso de pórtland, por tanto no tienen acceso a oxígeno ni a la acción del sol, ni a nada que apure la degradación de esos materiales. Eso pasa cuando están sueltos en la naturaleza, en contacto con el oxígeno, con cambios de temperatura, a veces directamente expuestos a la acción del sol. Eso hace que se degraden y liberen polímeros que se vuelven tóxicos para el ser humano.

RA —Es importante destacar que también utilizan pórtland, hierro, vidrio, materiales convencionales en las construcciones.

ME —Exacto, también se utilizan materiales convencionales. Básicamente los materiales reciclables sirven para colaborar con la estructura del edificio, después quedan ahí enterrados y totalmente aislados. Es una forma de darles un uso a estos materiales con los que estas personas, los miembros de Earthship que viajaban por el mundo, se encontraban, montañas de neumáticos. En diferentes países siempre hay una montaña de neumáticos. Acá capaz que al aire libre no hay tantas ni son tan grandes como en otras partes del mundo, pero hay montañas de neumáticos. Hay 7 millones de neumáticos en diferentes partes del mundo. Acá hemos encontrado en las gomerías 50.000 en un solo espacio. Entonces es un problema real y es un recurso real, que existe. Pensar que un neumático después de ser pinchado, después de estar desgastado ya no sirve es una locura, es un material que al final termina siendo útil.

NB —Parte de la filosofía de la construcción de Reynolds es la experimentación. En el documental llega a decir que el conocimiento está por fuera de las reglas; eso fue lo que llevó a tener tantos problemas con la Sociedad de Arquitectos de su país. Y en esa experimentación las casas no salieron bien de entrada, muchos edificios fueron presentando problemas que él fue corrigiendo, pero ha seguido experimentando. ¿Cuánto de experimentación va a haber en esta escuela, pensando que no son particulares que han elegido tener esa casa, sino que son niños que van a ir a la escuela como los niños de otro país van a otras escuelas convencionales?

ME —En el camino de ellos hubo mucha experimentación, pero los encontramos en un punto en que lograron pulir tanto el sistema que ya no hay nada que experimentar.

NB —Pero hablábamos del sistema de calefacción, y uno de los primeros problemas que tuvo –es verdad, no lo tuvo en los últimos años, pero lo tuvo hace ya alguna década– fue que una máquina de escribir se llegaba a derretir por el calor.

ME —Estas construcciones tienen un frente vidriado que recibe toda la acción del sol. Cuando uno juega con esa inclinación, cómo se proyecta el sol dentro del edificio, puede ser peligroso. En un caso le pasó eso, se le derritió una máquina de escribir en una de las casas. En la página Earthship.com hay diferentes modelos constructivos, una especie de catálogo de modelos. En conjunto con Reynolds, elegimos uno para trabajar en Uruguay, que es el que más han aplicado en diferentes partes del mundo. Es el que está más probado, el que ha sido más utilizado y lo han usado en diferentes países, en diferentes climas. No queríamos jugar absolutamente nada, que no probara nada acá, porque no era el momento ni el lugar.

RA —Esta escuela será sustentable precisamente porque, entre otras cosas, será capaz de producir por sí misma la energía que requiere para funcionar. ¿Cómo se logrará eso?

ME —La energía eléctrica se va a proveer mediante la utilización de paneles solares fotovoltaicos. Conseguimos buenos paneles y un banco de baterías que va a ir acumulando la energía; después irá mucho en la educación a los niños cómo utilizar esa energía y racionarla para aprovecharla bien y que eso sea una enseñanza a futuro. Como la tecnología ha avanzado tanto, solamente utilizando paneles solares uno puede ser sustentable a nivel energético. En algún momento pensamos en usar molinos de viento, pero en Jaureguiberry no era tan conveniente, habría sido más un gesto que otra cosa. Como trabajábamos con un presupuesto limitado, no queríamos hacer demasiadas demostraciones innecesarias.

RA —¿Cuánto sale todo el proyecto?

ME —Nuestro presupuesto está en alrededor de US$ 300.000. Esto incluye los costos de materiales de construcción, la experiencia y la financiación de una parte del equipo de trabajo de Reynolds. Van a venir 100 personas a trabajar, a construir y a educarse, le pagan a Earthship un costo por el curso de construcción. Ellos financian al gran equipo de Earthship que viene acá, que son 23 personas. Por un lado financiamos esa parte y la gente que viene a aprender también está financiando la escuela.

RA —Son extranjeros que vienen a formarse en esa instancia.

ME —Van a venir 100 personas. Hay 20 uruguayos, que seleccionamos en Tagma, 40 personas que vienen de diferentes partes de América Latina y 40 que vienen de diferentes partes del mundo. Así se conforma el equipo. Todos van a empezar ahora. La semana que viene llega un belga que vive en Marruecos, después empiezan a llegar unos alemanes… Va a estar interesantísimo porque van a convivir personas de todas partes del mundo, van a convivir entre ellos en diferentes casas, con los vecinos. Va a ser una mezcla, hay que ver qué pasa ahí.

RA —Hablabas de US$ 300.000. ¿Cuánto es eso con relación a la construcción de una escuela convencional y cómo hicieron para conseguir esos fondos?

ME —Depende del metraje. Nuestros costos están bastante por debajo de una construcción convencional, porque la mano de obra que viene a construir también colabora con la financiación. Por eso logramos un costo muy menor de lo que es la construcción de una escuela pública.

Los fondos que conseguimos y las donaciones vienen de privados y algunas también de organismos del Estado, como el Ministerio de Defensa, que ayuda con maquinaria y algunos aportes. Nevex es la empresa que ha colaborado con la mayor parte del presupuesto. Después hay un montón de empresas que colaboran con materiales, con alimentos para la gente que viene a construir, y con logística, comunicaciones. Ya hay unas 40, 50 empresas colaborando y unas 200 personas que nos están ayudando. El proyecto se ha vuelto bastante grande, bastante masivo.

Está bueno que se logró un equilibrio entre los privados, los públicos, las organizaciones sociales, las personas particulares. Todos conviven y están haciendo funcionar esto, porque lo vieron como algo para proyectarse y vincularse con algo que es positivo hacia futuro. Puede ser un paso, puede ser lo que sea, pero esa fue una de las cosas más lindas de este proyecto, ver cómo la gente se vincula sin esperar nada a cambio y se sigue sumando todo el tiempo.

NB —Está previsto que a comienzos del año lectivo, el 1º de marzo, los niños ya puedan ingresar a la nueva escuela. Quiere decir que la construcción va a insumir solamente un mes. ¿Cómo se logra eso?

ME —Es un régimen bastante fuerte de trabajo. Son ocho horas por día, nada fuera de lo normal, seis días por semana, pero van a ser 100 personas que van a construir, más el grupo de 23 personas de Earthship más 10 de nuestro equipo. Tenés casi un ejército ahí desplegado en el terreno y las tareas se dividen muy mecánicamente. De los estudiantes hay siempre 50 en un salón teórico aprendiendo mientras el otro grupo está aplicando la teoría en la construcción, y se van rotando. Siempre tenés personas que están yendo y viniendo.

RA —Cuando decís un grupo de estudiantes, ¿te referís a los chicos de la escuela o a los que vienen a aprender?

ME —A los que vienen a aprender a construir. Ellos van a ser la mano de obra del edificio. Los niños van a participar después en las terminaciones del edificio, en la pintura y en el armado de las huertas, en los primeros días de marzo. Del 1º al 28 vamos a construir el edificio con el equipo de Earthship y los voluntarios extranjeros y uruguayos que van a participar; con todos los estudiantes, en realidad no son voluntarios porque participan en el curso.

NB —¿Cuál es la durabilidad de un edificio como este?

ME —Los edificios que ellos construyeron hace 40 años siguen en pie y en perfectas condiciones. Son edificios supersólidos, están preparados para soportar terremotos, huracanes y todos los problemas climáticos que puede haber en EEUU o en otros países donde trabajan. Están preparados y pensados para eso, pueden durar una vida o más.

NB —¿Requieren algún tipo de mantenimiento especial?

ME —No. Hay mantenimientos básicos; cuando el edificio se asienta puede haber alguna fisura que hay que arreglar, ahí participamos los vecinos, los padres y nosotros. Pero después no hay grandes problemas de mantenimiento. Los paneles solares tienen su vida útil, hay que hacer alguna limpieza del sistema de saneamiento en algún momento. Pero nosotros vamos a estar vinculados al mantenimiento del edificio hacia delante y vamos a trabajar con los vecinos y la comisión para hacer el mantenimiento. No es nada fuera de lo habitual en una vivienda común.

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