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Entrevista central, lunes 14 de marzo: Guillermo Montenegro

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EC —Usted mencionó también la afinidad Macri-Vázquez, se ha mencionado mucho en estos meses. ¿En qué consiste?

GM —Creo que la historia de ellos es muy similar, el hecho de haber sido los dos intendentes o jefes de Gobierno, de Montevideo, capital de Uruguay, de la Ciudad de Buenos Aires, capital de Argentina; no venir de partidos tradicionales, de los famosos bipartidismos que había en nuestros países; haber llegado a la Presidencia después de esto, con una gestión importante cada uno en su ciudad; romper una lógica de alianzas como se generó en el PRO en Argentina con el radicalismo y con Elisa Carrió y cómo fue trabajando el Frente. La historia es muy similar, uno ve un paralelismo.

EC —Pero hay diferencias. Tenían un adversario común, hasta podría decirse un “enemigo común”, Cristina Fernández de Kirchner, pero están ubicados en lugares diferentes del espectro ideológico…

GM —Sí, pero hablar de izquierda y de derecha hoy a esta altura del siglo XXI es como que uno tiene olor a naftalina. Tengo la sensación de que los gobiernos tenemos que pensar cómo hacemos para mejorar la calidad de vida de la gente. Uno puede tomar medidas llamadas progresistas o conservadoras, pero tienen que ver siempre con el objetivo, la política es el arte de consensuar con la oposición las mejores políticas públicas a largo plazo. En esto creo que el pragmatismo en la toma de decisiones es lo más importante y la política va acompañando ese tipo de decisiones.

EC —Acaba de manejar dos o tres conceptos que a buena parte del oficialismo, del FA, el partido de gobierno, le hacen mucho ruido. Eso del pragmatismo, por ejemplo, esto de que ya no tenga sentido hablar de izquierda y de derecha para determinados debates, en el FA eso no está aceptado y por eso mismo es que Macri todavía es un personaje político del cual se desconfía. Lo mínimo que se le dice es “conservador”.

GM —Con las medidas que fue tomando en la ciudad de Buenos Aires, de conservador no tiene nada. El hecho de haber creado una policía con las características de la que se creó en la ciudad de Buenos Aires –de la cual yo fui el encargado operativo, la decisión política la tomó él–, con la idea de que sea cercana del vecino, con un porcentaje similar de hombres y mujeres, permitiendo que entren madres a la policía, todas cosas que no existían en las fuerzas policiales de Argentina; ocupándose del metrobús, que era la forma de moverse de la gente que no tenía auto. ¿Cómo?, ¿Macri está ayudando a los que menos tienen? Obviamente todo esto cruje en el pensamiento del conservador, va a ayudar a los ricos, no se va a ocupar de los pobres. Quedó claro que así no es, que esto tiene que ver con que uno tiene la obligación de gobernar para todos y tiene que trabajar mucho para tratar de generar que la gente viva mejor. Me parece que este es el objetivo más claro que tiene cualquier político.

EC —¿Ideológicamente cómo definiría a Macri?

GM —Es una persona que tiene muy claro cuáles son los valores, más allá de la ideología. Los valores del respeto, la educación, el horario; es una persona de muchísima gestión, de muchísimo trabajo y que no va a tener ningún problema en trabajar con cualquier persona, así sea del Partido Comunista, si trabaja bien. Esto que del otro lado se veía mucho más complejo, “si viene del macrismo es el extremo del otro lado”. Yo no soy de eso ni mucho menos. Macri deja muy claro cuál es su posición: nosotros hacemos un culto al trabajo, al respeto y a los valores.

EC —De algún modo, la desconfianza con que varios sectores del FA miran a Macri tiene que ver con el contexto regional, porque denuncian que en América Latina existe una campaña, una operación de la derecha destinada a desgastar y sacar del poder a gobiernos progresistas o de izquierda. ¿Cómo observa el Gobierno Macri las manifestaciones que vienen creciendo en Venezuela y ahora en Brasil para empujar las renuncias de Nicolás Maduro y de Dilma Rousseff?

GM —Creo que los oficialismos todos –y en este momento nosotros como oficialismo en Argentina– tenemos las barbas en remojo, porque somos auditados permanentemente por la gente. Los oficialismos tienen que preocuparse por gobernar cerca de la gente y tomar decisiones que a la gente la haga vivir mejor. En definitiva lo van a elegir; puede haber un porcentaje mínimo, duro, que tiene que ver con lo ideológico específicamente, pero el gran porcentaje de votantes tiene que ver con cómo están viviendo. A partir de ahí los oficialismos tenemos la responsabilidad de ir trabajando, porque si no vamos a ser cuestionados.

También se preguntaban si esto podía hablar de un cambio hacia la derecha en la región. Esto habla de que existe la posibilidad de cambio, de que a uno, por más que esté en el Gobierno, lo auditan, es lo que ha pasado. Si hace un año hubiéramos hablado de la posibilidad de que Mauricio Macri fuera presidente todos habrían dicho que no. Esto habla de que la sociedad argentina dio un vuelco en cuanto a la posibilidad de que ocurra un cambio. Ese cambio puede ocurrir en cualquier lado, de un lado o de otro. Tiene que ver con cómo se siente representado el que eligió. Me parece que va más allá de lo ideológico.

Hay gente en Venezuela que está enojada, hay gente en Brasil que está enojada, pero creo que en democracia pedir la renuncia de los poderes ejecutivos no corresponde. Todos tenemos que trabajar duro y muy fuerte para evitar los excesos de cualquier manera y para lograr que se den por cerrados como corresponde los períodos constitucionalmente designados en cada una de las constituciones. Eso habla de la estabilidad necesaria para que nuestros países sean considerados serios, para que la región sea considerada seria, poder trabajar juntos como región –que es una de las regiones más poderosas en algunas cuestiones que tienen que ver con la reserva alimenticia, con la reserva energética, con la reserva de agua dulce– y pararnos juntos frente a los más poderosos. Por eso es necesario que a todos les vaya bien, esto es muy importante para nosotros.

EC —Antes de las elecciones parlamentarias de Venezuela del 6 de diciembre, a raíz del clima en que se había dado la campaña, Macri había advertido que iba a pedir al Mercosur que se aplicara la cláusula democrática para separar a Venezuela del bloque. Y Vázquez discrepó con aquel anuncio. ¿Qué pasó? ¿Cómo observa esa falta de sintonía entre Macri y Vázquez?

GM —No tienen por qué pensar y decir exactamente lo mismo. Después el presidente Macri explicó –también Susana Malcorra y Gabriela Michetti–, incluso en la reunión de mandatarios en Quito, la necesidad de ser sumamente cuidadosos con todo lo que tenga que ver con derechos humanos. Nuestra región y nuestro país en particular sufrieron muchísimo. Yo tuve casos tanto siendo fiscal federal, como juez federal muy complejos, tuve incluso el Plan Cóndor, causa del robo de bebés, declaré inconstitucional la Ley de Obediencia Debida, de Punto Final, siendo fiscal. En todo lo que vemos que puede llegar a afectar los derechos humanos somos exigentes. Esto no tiene que ver con un espacio político, sino con que tengamos mucho cuidado. Fue también lo que se fue planteando con Venezuela: sobre esto no hay discusión, no podemos volver para atrás en todo lo que tenga que ver con violación a los derechos humanos. Creo que en ese momento que Mauricio planteó: “Ojo, que podemos llegar a plantear esto”.

EC —Después retiró esa posición.

GM —Explicando la importancia de ir monitoreando claramente todo lo que tiene que ver con si hay o no violaciones a los derechos humanos.

EC —Lo que cambió la posición de Macri fue el hecho de que el presidente Maduro reconociera los resultados de las elecciones.

GM —También. Entre otras cosas, pero me parece que todos, por la historia que tenemos, tenemos que ser muy exigentes en el control de la violación a los derechos humanos en la región.

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