La audiencia opina…

El Museo del Tiempo desplazado por la terminal de Buquebus

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A partir de las entrevistas, en especial con el ministro de Transporte y Obras Públicas, relacionadas con la construcción de una terminal de pasajeros de la empresa Buquebus, Alberto, secretario general del Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo, Cyted, recuerda desde la audiencia que estaba proyectado erigir en ese predio un museo científico, que contó con el aval de todo el espectro académico y político.


El Poder Legislativo ha avanzado en la aprobación de un proyecto de ley para autorizar a la enajenación de los padrones N° 6.177 y Nº 7.751, ubicados en el “predio Mauá”, contiguos al dique de dicho nombre con frente a la Rambla Costanera Sur de Montevideo. Dichos predios –propiedad del Ministerio de Industria Energía y Minería– serían vendidos a la empresa que gane el llamado público para la construcción de una terminal fluviomarítima. La iniciativa privada corresponde a la empresa “Los Cipreses S.A.” para desarrollar los servicios de transporte de pasajeros de Buquebus, que incluye un hotel de lujo, un centro comercial y estacionamientos subterráneos.

Sin perjuicio de que el proceso parece ser todavía largo, por el monto y la complejidad que tiene el conjunto de inversiones previstas en el proyecto, la inminente autorización para la enajenación ha generado preocupación de ciudadanos, de representantes del mundo académico y del ámbito de la cultura interesados por el destino de este espacio. A estas inquietudes se suman ahora dudas en el ámbito político.

En virtud de haber sido miembro del equipo técnico que trabajó en una alternativa para ese lugar, me siento en la necesidad de realizar algunas precisiones a partir de las afirmaciones del ministro de Transporte y Obras Públicas, según las cuales no habría iniciativas previas respecto a los predios de las carboneras de la ex Compañía del Gas.

En el periodo diciembre de 2010-marzo de 2014 se realizaron múltiples instancias para cristalizar el diseño de un proyecto de museo de ciencia, el Museo del Tiempo, con el objetivo de “Proveer estímulos a favor del conocimiento científico, la metodología científica y la opinión científica en torno a la realidad natural y cultural de Uruguay, en un espacio de entretenimiento y recreación”. En todos los aspectos concernientes a la propuesta –museografía, arquitectura, jurídicos, de gestión, educación y comunicación– participaron expertos y autoridades de diferentes instituciones nacionales y de la comunidad científica, además de la colaboración y asesoramiento del reconocido científico, escritor y museólogo catalán Jorge Wagensberg, fallecido en marzo de este año.

El proyecto arquitectónico, del Estudio Giordano/Lorente, fue una adecuación de otro, el Centro Cultural, elaborado en el año 2007 cuando los predios estaban en poder de la empresa Petrobras.

La puesta en marcha del Museo y de las actividades a desarrollar, aprovechando museografía permanente y temporal así como conferencias y otras actividades recreativas y de divulgación, buscaba una muy amplia participación de la sociedad uruguaya y específicamente en educadores y alumnos de todos los niveles de Uruguay y la región, familias, turistas, investigadores y profesionales de la gestión cultural. Una propuesta de este tipo impactaría en la mejor percepción social de la ciencia y la cultura científica, en la contribución al desarrollo de un país innovador y de conocimiento, a la reflexión colectiva sobre los principales debates científico-técnicos y a la percepción social de los museos y la cultura de visitarlos. Paralelamente, se agregaba valor a los circuitos turísticos de la ciudad y se hacía una contribución al desarrollo urbano y la recuperación del patrimonio.

Los padrones que se está considerando tienen una superficie total de 21.500 m2. Limitan al sur con el Río de la Plata; al norte y al este con la Rambla Sur y al oeste con las instalaciones del Dique de la Armada. Desde el punto de vista patrimonial se destacan el Edificio del Reloj y el de las carboneras, ambos declarados Monumento Histórico Nacional. En la propuesta, se preveía ocupar unos 6.000 m2 de las carboneras en dos niveles para el Museo del Tiempo, algo más de 2.000 m2 para el Museo Nacional de Historia Natural en el Edificio del Reloj y 18.000 m2 para un paseo marítimo que preveía museografía exterior. Como es sabido el Museo Nacional de Historia Natural ya ha tenido otro destino, por lo que podría retomarse la idea original de instalar allí el Centro de Fotografía u otra iniciativa acorde. La propuesta de inversión no superaba los US$ 14 millones, incluyendo infraestructura y museografía, y se estimaba en US$ 1,5 millones los costos anuales de gestión y mantenimiento.

Como se puede apreciar, las cifras manejadas eran significativamente menores a los de cualquier institución científica de Uruguay, y muy poco significativas en relación al presupuesto público de la educación. El desarrollo de las obras tenía una duración prevista de 18 meses, es decir que en menos de dos años ese espacio estaría disponible para el disfrute de los ciudadanos.

Son preocupantes las manifestaciones de los representantes de la empresa y de la Intendencia de Montevideo en su comparecencia ante la Comisión de Transporte y Obras Públicas de la Cámara de Representantes, en el mes de junio. En esa instancia se hace una referencia muy general sobre el eventual mantenimiento de la propuesta del Museo del Tiempo en el marco de esta gran inversión de la terminal fluviomarítima, de las que parece desprenderse que son hechas por cumplido. De hecho, uno de ellos llegó a manifestar que quedaría restringido al Edificio de Reloj, lo que implica transformar el proyecto de museo de ciencia en una iniciativa extremadamente reducida, y por tanto con escasa posibilidad de generar impactos.

Por razones que ahora no vienen al caso, al finalizar todos los aspectos del proyecto Museo de Tiempo no fue posible analizarlo con los legisladores. Sin embargo, cuando se está considerando opciones de inversión sería conveniente retomar esta iniciativas que, con poco dinero, pueden ayudar a mejorar la calidad de vida y la construcción de ciudadanía.

Alberto Majó Piñeyrúa
Vía correo electrónico


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