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Entrevista central, viernes 26 de febrero: Daniel Sturla

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EC —Pasquet se refiere al texto, “el Estado no sostiene religión alguna”.

DS —Pero las palabras tienen una interpretación que depende del espíritu de la ley y el espíritu de la ley fue de transacción. Ese espíritu fue creciendo en el Uruguay, la Santa Sede y el Uruguay no tenían relaciones diplomáticas, recién las van a tener en el año 40, fue un paso muy grande para el Uruguay, para la Santa Sede, pero también para el espíritu que comenzó a reinar entre nosotros. Se fueron dejando los antiguos enconos. Eso permitió que, retorno de la democracia mediante, en un Uruguay que ya había superado esas discusiones de los abuelos, vino el papa se hiciera esa manifestación pública y se pusiera allí la cruz que finalmente quedó.

Del lado de sostener, que también puede tener distintas interpretaciones, es la Iglesia la que se encarga del mantenimiento de la cruz, así como será la Iglesia –los fieles, la Iglesia no es una institución, no es que venga plata de no sé dónde– quien se hará cargo, si Dios quiere, de la colocación y el mantenimiento de la imagen de la Virgen. Entonces sostener, la sostendremos nosotros.

Y que se diga que eso invade el espacio público…

EC —Se apropia; Pasquet habla de una apropiación del espacio público.

DS —El espacio público es de todos, y ahí viene qué significa que sea de todos. Entonces yo puedo decir que un monumento político se está apropiando del espacio público, entonces yo no puedo ir a pasear por un parque porque se llama parque Batlle, o no puedo ir a la explanada municipal y mirar el monumento a Wilson Ferreira o no puedo ir a la plaza Gral. Líber Seregni porque me siento agredido, invadido. ¡Por favor! La madurez cívica, ciudadana, social es que yo veo las distintas manifestaciones de distintas corrientes políticas, religiosas, deportivas y no me siento agredido por ello, son parte de la pluralidad con la cual me encuentro en la sociedad democrática.

EC —Una parte del debate pasa por lo cuantitativo. La Iglesia católica ya obtuvo en Montevideo un permiso para colocar símbolos propios en un espacio público, la cruz y la estatua de Juan Pablo II en bulevar Artigas y avenida Italia. ¿Por qué debería concederse una segunda autorización?

DS —Quiero decir lo quiero decir con el respeto más grande a que haya manifestaciones de todas las religiones que están presentes en el Uruguay. Nosotros pertenecemos a una tradición de la cual no nos podemos desconocer, pertenecemos, como dijo el presidente Sanguinetti en su famoso discurso del 1º de marzo del 85, a la tradición grecolatina judeocristiana, no venimos de otro lado. Entonces es natural que en este país haya más monumentos religiosos cristianos que de otra religión, es un tema hasta de estadística, de encuesta.

Pero además –y acá viene un tema que tiene que ver con por qué lo religioso católico suscita esta urticaria y no la suscita poner Iemanjá o poner un signo de otra religión, sea el judaísmo u otra religión– es un factor histórico. El hecho mismo de que Uruguay sea un país que viene de esa matriz cristiana marca nuestra historia y marca también que habiéndonos separado Iglesia y Estado han quedado resabios de ese antiguo laicismo jacobino que marcó nuestra historia pero que, a Dios gracias, creo que está bastante superado, aunque no del todo.

Hace poco celebramos los 500 años de la llegada de los españoles al Uruguay, del desembarco de Solís en lo que hoy es Punta del Este. Llamó a ese lugar Nuestra Señora de la Candelaria, porque era el 2 de febrero, que era la fiesta de la Virgen de la Candelaria. El primer nombre que pone Solís al primer accidente geográfico, que se discute si era La Paloma o exactamente Punta del Este, fue cabo de Santa María. Incluso el Buceo, donde queremos colocar la imagen, se llama así por aquellos buzos que en la época de la colonia fueron a tratar de rescatar los tesoros de un barco que había salido de Buenos Aires y encalló… el barco se llamaba Nuestra Señora de la Luz.

Y nuestras ciudades: Nuestra Señora de los Remedios de Rocha, Nuestra Señora de Guadalupe de Canelones, Nuestra Señora de las Mercedes, Nuestra Señora de los Dolores… Toda la historia del Uruguay nos habla de esa presencia cristiana y de esos nombres marianos. No podemos hacer como que estamos en medio de la Luna, venimos de una tradición que es natural que tenga más elementos presentes en el espacio público.

EC —Si la respuesta es afirmativa, ¿no se corre el riesgo de que otras religiones vayan por el mismo camino y pidan también segundas y terceras autorizaciones? Pienso, por ejemplo, en la imagen de Iemanjá, ubicada en la rambla en la zona de playa Ramírez. Sus seguidores podrían pedir permiso para colocar otra imagen de Iemanjá en el puerto del Buceo o en Carrasco… ¿Cómo vería usted un proceso así?

DS —Están en su derecho, por supuesto. El derecho de querer poner en el espacio público aquello que consideren pertinente no se lo quito a nadie. Hay colectividades uruguayas que tienen más de un monumento. Una colectividad que yo quiero profundamente como es la colectividad armenia tiene una cruz en la rambla, tiene el monumento al genocidio en el parque Rodó y no sé si no tiene algún otro monumento. La colectividad judía tiene varias manifestaciones, ya sea de algunos judíos prominentes o el monumento al Holocausto, que está en la misma rambla. Son distintas colectividades que, aun siendo minoritarias en Uruguay, tienen diversas manifestaciones, no necesariamente religiosas, sino de su cultura, de su tradición. Y me parece fantástico que las haya.

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